Han desaparecido casi cien mil trabajadores y se han destruido trescientos mil empleos fijos en un año
No me apasionan los finales infelices, pero la interpretación del Gobierno sobre los resultados de la encuesta de población activa (EPA) me parece una prestidigitación fallida. Y la vicepresidenta portavoz una inverosímil Mary Poppins.
Después de toda la contrarreforma laboral, de la poda de derechos laboriosamente conquistados, de la reducción y confiscación de salarios, de la amputación de las indemnizaciones por despido, del destrozo del ecosistema cultural con la motosierra del IVA, después de todo eso, y más, la hazaña de la gestión gubernamental es que seguimos igual, pero fumigados. Peor: han desaparecido casi 100.000 trabajadores y se han destruido 300.000 empleos fijos en un año. En el balance triunfal, no se hizo ninguna referencia a esa desaparición de trabajadores. En otro tiempo se llamaba emigración.
La desaparición en España es un fenómeno paranormal. Tal vez eso explique que se siga sin responder a los requerimientos de la ONU para que se investiguen, localicen y entierren dignamente las 150.000 víctimas sin esclarecer del franquismo. Pero que la gente desaparezca de las estadísticas en 2014 no debería ser una maldad sectaria. Sabemos el número e identidad de los parados, pero todavía se ignora quién es El Cabrón en la trama Gürtel.
Dado que el equipo que realiza la EPA aún sobrevive, y que el resto de los aparatos del Estado no resuelven el caso, habría que encargarle a este competente organismo la investigación del enigma. En este año 2013 se han producido magníficos descubrimientos. En la Amazonia aparecieron pirañas herbívoras. La Sociedad Nórdica de Invención creó un dispositivo para traducir el lenguaje de los perros. Pero en España seguimos sin saber quién es El Cabrón. No progresamos. Como en la profecía de Quintana de Uña, nuestra historia es alucinación y olvido.
Para gobernar en una democracia es imprescindible el principio de realidad: legalicen ya la marihuana.
MANUEL RIVAS 25 ENE 2014
Manuel Rivas estará con nosotros el próximo jueves a través de su novela «El lápiz de Carpintero»
Simpa
Esta semana han saltado las costuras de la derecha. Nadie explica bien la causa, pero deduzco que se trata de alta política: los huevos. Me refiero al distanciamiento entre la clara y la yema. Quizás el equívoco empezó, como en El maldito yo, de Cioran, el día en que el partido en pleno le dijo a Aznar: “Eres una mezcla de don Quijote y Dios”. “Ahora Aznar ha vuelto para matizar: ‘Eso de don Quijote no me gusta nada”. Sin esperar a una derrota, se multiplican los dioses menores en disputa de peanas y erarios. Pero para mucha gente el escenario histórico real es la sede de Hacienda. Último día para entregar el impreso 390, resumen anual de IVA. Expectante ante las pantallas que dan el turno, una multitud rumia en silencio su rencor. No exactamente por pagar, sino por las dificultades que la Administración pone para pagar. Desde ahora se les obliga a hacerlo por vía informática, sin alternativa posible. Como proclaman con camaradería los papeles que empapelan la sede: “¡Olvídate del papel!”. Durante días, los patriotas fiscales han estado peleando en la web oficial con un programa imposible, intentando descifrar instrucciones enigmáticas. La mayoría se rindió. Eso sin contar a las muchas personas que, con todo derecho, consideran que pueden vivir fuera de ese campo virtual donde, a la manera de un célebre futbolista del Peñarol, entras como El Hombre y sales como El Hombre de Neandertal.