“Mostrad un precipicio a un caballero polaco y veréis como se lanza a él inmediatamente”. El secretario general de los socialistas catalanes se ha creído la broma de que los catalanes son iguales a los polacos, aunque él parece serlo, en el sentido que le da Balzac en una de sus novelas. Cuando la Infanta fue llamada a declarar como imputada, tuvo la ocurrencia de declarar solemnemente: “Ahora más que nunca hay que reforzar la Corona”. El líder del PSOE, su patrón, que no es polaco pero también es suicida, ha dejado bien claro que la Monarquía no se toca y que es necesario salvarla para evitar que se hunda el tinglado que tienen montado con el PP. Solo falta que culminen su complicidad mediante un gobierno de coalición, un posible efecto de las elecciones generales de 2016 si las cosas continúan como ahora, pues será la manera de que ambos gobiernen aunque más de la mitad se haya abstenido y ellos sumados pueden obtener una mayoría merced al sistema electoral que les favorece. Así podrán continuar disfrutando de un poder político pero muy devaluado. Nos ofrecen un futuro que nos llevaría de la actual crisis profunda al precipicio. Como Louis XV, “después de mí el diluvio”.
El Reino de España hace aguas. Han conducido el país a una situación insostenible. Un sistema económicamente fracasado, políticamente excluyente, socialmente injusto, moralmente miserable. La base del sistema es la Monarquía y ahora se tambalea. Durante años ha mantenido una imagen de dique protector frente a los sectores deseosos de volver al Estado autoritario. Pero la renta obtenida por su (dudosa) defensa del marco formal democrático cuando el 23F (la tentativa golpista de 1981) se les ha agotado. Las nuevas generaciones no asumen los miedos pasados, pero sí pasan factura de los maltratos presentes. Se indignan de los privilegios de la Corona, de las oligarquías políticas que no representan hoy a la gran mayoría de la población, de la corrupción y la impunidad de las elites del poder económico y político, del enriquecimiento y la ostentación de los financieros que empobrecen a la mayoría, de las reformas laborales y del paro, de los desahucios y de la deriva represiva del gobierno, del menosprecio a la ciudadanía a la que se le permite votar de vez en cuando pero con la condición que los cambios se pueden hacer siempre que nada cambie y si hay cambios significativos, como el aborto, vienen los poderes fácticos, como la Iglesia, para volver al peor de los pasados.
El PSOE ha perdido una nueva oportunidad histórica. En el pasado tuvo la posibilidad de construir una democracia sobre bases sólidas. Su victoria aplastante en 1982 sobre una derecha fragmentada y sin brújula después del 23F le hubiera permitido desarrollar una segunda transición, pues la primera fue formalmente superestructural y afectó muy poco a las bases económicas y culturales de la dictadura. Tuvo miedo, optó por “que España funcione” e hizo suya la consigna decimonónica de Guizot, propia del capitalismo salvaje, “enriqueceos, enriqueceos”. A pesar de todo hubo progresos democráticos, especialmente en relación a los derechos civiles, y sentó algunas bases del Estado del bienestar en educación, sanidad y protección social. Pero invisibilizó la memoria histórica, estimuló la economía especulativa y la desindustrialización, frenó el desarrollo democrático que permitía la Constitución y facilitó la regresión reaccionaria de la Iglesia y de otros aparatos del Estado como la Judicatura.
Después del lamentable final del último gobierno socialista hubiera podido renovar su discurso y su dirigencia, recuperar su cultura republicana y federalista y proponer algunas alternativas económicas antineoliberales. Hubieran tenido muchas posibilidades de vencer fácilmente las próximas elecciones generales frente a un PP cuyo gobierno extremista e incompetente ha perdido confianza y credibilidad y cuya única fuerza es la falta de alternativa. Pero ha sido incapaz de regenerarse, ni tan solo de parecerlo. El bipardismo oligárquico, la recuperación de la alternancia liberal-conservadora practicada con el PP y la simbiosis del partido con los aparatos del Estado ha incapacitado al PSOE para representar una alternativa regeneradora de la política.
Ante este páramo político que es hoy el escenario político institucional y una sociedad que se repolitiza en busca de una representación política renovadora emergen en estos últimos años dos elementos nuevos: la crisis de la Monarquía, base sobre la que se mantiene un sistema político agotado y la movilización mayoritaria de Catalunya contra el actual régimen o modelo de Estado que pone en cuestión su integración en él. Dos procesos de signo opuesto, pero por ahora asimétricos. Falta un objetivo que vincule el cambio político en España con el reconocimiento de las aspiraciones de la mayoría del pueblo catalán. Sin lo cual el cambio profundo y necesario no es posible, ni para Catalunya ni para el conjunto de España ¿Por qué no proponer como alternativa una República que se base en una democratización profunda que no sea únicamente de base representativa electoral, una Constitución que desarrolle los elementos de transformación social que apuntaba el actual marco legal y que ha sido pervertido, y un reconocimiento de la pluralidad nacional que ofrezca una relación pactada con los pueblos de España y asuma el derecho a decidir de cada uno de ellos?
En resumen, los partidos gobernantes de las últimas décadas ofrecen la regresión reaccionaria del PP o el continuismo decadente del actual PSOE. Una nueva fuerza política se construirá con mimbres nuevos e imaginativos y con mimbres viejos y sanos. Para lo cual se requiere que se inscriba en una dinámica movilizadora. Como la que existe en Catalunya, cuyos contenidos y expectativas latentes no se reducen ni mucho menos al “derecho a decidir”. Y como existe en el resto de España que se expresó en el 15M, en las resistencias sociales y culturales ante las políticas agresivas del gobierno del PP y en la sana reacción ante la degeneración del sistema político actual. El punto clave y ahora débil de este sistema es precisamente su base, la Monarquía, garante del poder económico dominante y de la visión metafísica de España. Sin Monarquía la oligarquía política bipartidista y la colusión del Estado con las elites privilegiadas se desmoronan. Por lo cual es absurdo pensar que la actual Monarquía puede servir de palanca para una recuperación democrática. Y es oportuno plantear la alternativa republicana.
La recuperación democrática pasa por plantear la alternativa republicana
Jordi Borja 15/02/2014
El nacionalismo asfixiante de Antonio Elorza y otros nacionalistas españolistas
Antonio Elorza, Catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, y columnista de El País, raramente escribe un artículo sobre lo que él llama “nacionalismos” sin que los insulte. Elorza utiliza dicho término, nacionalismos, para definir a los partidos catalanes que consideran que Catalunya es una nación, partidos que (la mayoría) han derivado hacia el soberanismo, es decir, hacia el reconocimiento de que la soberanía en Catalunya debería proceder de la población catalana. Elorza, en un artículo reciente (“El péndulo catalán”, El País 20.12.13), considera que estos partidos CDC, UDC, ERC, IVC-EUiA y CUP (en su presentación de la consulta soberanista y de las preguntas de donde se intenta averiguar qué es lo que la población que vive en Catalunya desea) han mostrado unos comportamientos que democráticamente son “impresentables” (la expresión que él utiliza).
Que sean o no impresentables no es el objeto de mi atención en este artículo. Ni tampoco es mi intención defender o criticar aquel proceso (he escrito críticamente y extensamente sobre varios de los componentes del proceso). Pero sí que es mi intención presentar la enorme incoherencia democrática de Elorza que, por desgracia, considero bastante representativa del establishment españolista, basado en Madrid, que, desde la atalaya que cree le otorga estar asentado en la capital del Reino, insulta y da lecciones de democracia a todos aquellos que tienen otra visión de España distinta a la suya. Es precisamente a esta actitud que el dirigente del partido independentista ERC, el Sr. Oriol Junqueras, daba las gracias por ser una gran aliada del independentismo catalán, estimulando el rechazo en Catalunya hacia la intolerancia y la actitud antidemocrática expresada en su comportamiento.
En primer lugar, hay que aclarar que Elorza es profundamente nacionalista, con una visión excluyente de otras naciones que no sean la nación española, por lo visto, la única existente en España. Y ha expresado tal interpretación en muchos artículos en El País. Defiende una visión uninacional de España, nunca aceptando su plurinacionalidad. Este nacionalismo, transmitido y reforzado por cuarenta años de dictadura fascista, es el más fuerte y dominante en el Estado español, y su prepotencia en este Estado y en los medios de información de mayor difusión es considerado, con razón, como asfixiante por los movimientos que él llama nacionalistas, que son los nacionalismos periféricos
En segundo lugar, Elorza ha sido uno de los autores que, como Santos Juliá y Fernando Savater (incluyendo también en el pasado Javier Pradera y Javier Tusell), ha promovido más la visión de la Transición de la dictadura a la democracia como “modélica”, habiendo sido El País uno de los rotativos que más ha hecho bandera de esta visión. Y, en tercer lugar, Elorza ha sido también uno de los autores que (junto con Santos Juliá, Fernando Savater, Javier Pradera y Javier Tusell) más ha defendido en El País el marco constitucional existente hoy en España, presentado la Constitución como el resultado de un consenso entre todas las fuerzas políticas, tanto de derechas como de izquierdas, responsable de la paz democrática y bienestar de los que ha gozado España durante el periodo democrático 1978-2013. Elorza todavía presenta hoy estos hechos como incuestionables, fruto de la madurez política del país. Por regla general, a su antinacionalismo periférico añade siempre una crítica condescendiente hacia las izquierdas que están a la izquierda del PSOE, crítica que alcanza niveles de mala leche y que parece denotar un deseo oportunista de lavar su pasado, habiendo pertenecido al Partido Comunista en una época anterior de su vida, una mala leche que intenta borrar el pasajero sarampión izquierdista que tuvo en su juventud, una situación muy generalizada entre ex comunistas en España.
La evidencia acumulada durante todos estos años, sin embargo, no avala todas estas posturas. Veamos los datos:
1. La Transición dejó mucho de ser modélica, como señalé en mi libro Bienestar insuficiente, democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro país. Se hizo en términos sumamente desiguales, muy favorables a las ultraderechas que controlaban los aparatos del Estado y los mayores medios de información, difusión y persuasión del país. Las izquierdas (que habían liderado las fuerzas democráticas), sin embargo, acababan de salir de la clandestinidad. Hablar de que la Constitución era el resultado de un consenso, entre iguales, es una enorme frivolidad.
2. La Monarquía y el Ejército condicionaron en gran medida dicha Transición, dictando componentes claves de la Constitución, tales como la declaración del Estado español como uninacional o la de asignar al Ejército (heredero del Ejército golpista de 1936) la misión de garantizar tal visión de España, sin respetar su plurinacionalidad.
3. Todas las izquierdas españolas (tanto las socialistas como las comunistas y la mayoría de anarcosindicalistas), incluyendo las catalanas, tenían en su ADN el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado español, y el derecho a decidir (que se llamaba autodeterminación) de cada nación dentro de España. Los documentos están ahí para el que los quiera leer. Veamos algunos de ellos. Tan recientemente como en el Congreso de Octubre de 1974 de Suresnes, el PSOE subrayaba que “la definitiva solución del problema de las nacionalidades y regiones que integran el Estado español parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas, que comporta la facultad de que cada nacionalidad y región pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español” (Resolución sobre nacionalidades y regiones). Y más tarde, en el 27 Congreso del PSOE en diciembre de 1976, se aprobó que “el Partido Socialista propugnará el ejercicio libre del derecho a la autodeterminación por la totalidad de las nacionalidades y regionalidades que compondrán en pie de igualdad el Estado federal que preconizamos… La Constitución garantizará el derecho de autodeterminación”, manteniendo que “el análisis histórico nos dice que en la actual coyuntura la lucha por la liberación de las nacionalidades… no es opuesta, sino complementaria con el internacionalismo de la clase trabajadora”.
4. Las izquierdas españolas (aunque no las catalanas) renunciaron a su ADN debido a la presión durante la Transición inmodélica del monarca y del Ejército (y de la Iglesia), máximos valedores de la España uninacional. Esto lo han reconocido varios protagonistas de aquel proceso de Transición, incluyendo el Catedrático Solé Tura.
5. Todos los intentos que han habido hasta ahora de flexibilizar la lectura de la Constitución para reconocer dicha plurinacionalidad y el derecho a decidir de cada nación han fracasado. Como también han reconocido (en privado) varios protagonistas de aquella Transición, el Estado de las Autonomías (estableciendo el “café para todos”) era precisamente la manera de evitar tal reconocimiento.
6. El repentino descubrimiento del federalismo por parte de las izquierdas españolas se debe única y exclusivamente al hartazgo entre grandes sectores de la población catalana hacia la insensibilidad del Estado español y sus establishments políticos y mediáticos basados en Madrid hacia el reconocimiento de que España es plurinacional. Fruto de este hartazgo es el gran crecimiento del independentismo, que ha despertado súbitamente el interés en el federalismo. El fenómeno más llamativo existente hoy en Catalunya es el elevado número de catalanes que se consideran españoles y que son de izquierdas, y que rechazan al Estado español y votarían a favor de la independencia.
7. Si bien es cierto que treinta y cinco años de democracia en España han permitido un avance que no habían permitido periodos anteriores (la democracia es un sistema político poco conocido y experimentado en la historia de España), también los es que los datos muestran que el Estado español todavía hoy tiene enormes limitaciones, tanto en su Estado del Bienestar como en su sistema democrático. Treinta y cinco años de democracia y España continúa a la cola de la Europa social (España todavía tiene uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la UE-15, el grupo de países de semejante nivel de desarrollo al español, como documento en mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias) y también permanece a la cola de la Europa democrática (en 2013 la ciudadanía española fue de las que se sintieron menos representadas por las instituciones del Estado en la UE-15).
8. Sería de esperar que, por mera coherencia democrática, las personas en España con clara sensibilidad democrática no aceptaran las limitaciones que la Monarquía y el Ejército impusieron a la Constitución española, y exigieran su cambio. Es sorprendente el silencio ensordecedor que el establishment españolista y sus portavoces (incluyendo Antonio Elorza) han mantenido durante todos estos años, en los que han estado acusando a los partidos que ellos llaman nacionalistas catalanes de “egoístas”, “insolidarios”, “victimistas” y otras definiciones insultantes que individuos como Elorza han promovido desde fórums donde se excluyen visiones críticas con su nacionalismo españolista.
Antonio Elorza tiene todo el derecho a sostener las teorías que desee y expresarlas en El País, siempre y cuando no insulte y abuse de su enorme privilegio (el de escribir en un fórum como El País), desde donde insulta a muchos a los que se niega la oportunidad de responderle. Él sabe que un artículo como este que yo firmo, no se publicaría en el mismo fórum desde donde él insulta. En realidad, y mostrando las enormes limitaciones de la democracia en España, este artículo sería vetado en los mayores medios de información existentes hoy en España. Y a esto le llaman democracia.
Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
…pues me parece muy bien, pero ya ves, yo preferiria q catalunya uniera sus fuerzas con la españa contestataria, inconformista y revelde para frenar y derribar al neoliberalismo social y depredador dl PPsoe y d esa monarquia casposa, reaccionaria e impuesta por el franquismo y, de paso, contribuir a la democratizacion real d esta españa abonada (desde la edad media) a la picaresca d las clases dominantes y la impunidad d los politicos, banqueros y jueces corruptos, en fin, para q españa pueda aspirar ha tener un estado d derecho real, republicano y democratico sano…despues, si seguis pensando en iros pues…q os vaya bien…d verdad.
Se ha cerrado la investigación del caso Adigsa, aquél en que la Catalunya del 3% denunciada tibiamente por Maragall, se ha revelado como del 20%; una muestra más de la corrupción endémica que es la señal de identidad de las clases dominantes de Catalunya, aquellas que se benefician de la cortina de humo levantada por CiU y ERC; entretanto el señor Millet se pasea tranquilamente por Barcelona, como la mayoría de los implicados en la operación Pretoria, que presentaron su situación de partícipes en la corrupción descubiertos, como el resultado de un «ataque a Catalunya».
Una mayoría de estos personajes gritan bien fuerte «independencia», saben que así distraen a la sociedad de sus manejos. Sus medios de comunicación airean todo lo que pueden de la corrupción existente en España, silencian al máximo la existente en Catalunya, y apuestan por la secesión, todo ello hablando en nombre del «poble».
Es una estrategia de eficacia probada, como las provocaciones e insultos del nacionalismo español, que son tan aplaudidas y repetidas por los nacionalistas catalanes.Yo quiero independizarme de esa Catalunya corrupta, y solo puedo hacerlo manteniendo los vínculos con los que en España luchan contra la corrupción. No levantando fronteras para que los corruptos de aquí se sientan bien protegidos tras sus banderas, e invoquen de paso la unidad y la defensa de «su» pátria. Como hacen los corruptos de allí.
Pero al autor del artículo nada de esto le interesa, le basta tan solo con repetir los tópicos al gusto del nacionalismo catalán dominante, y hacer repasos sumarios de los últimos 35 años bien acompañados de consideraciones superficiales sobre lo que se «pudo» haber hecho, y con elocuentes silencios sobre lo que se hizo. En realidad cosas que no pueden extrañar a nadie que conozca su trayectoria como político profesional.
Creo que hay que sacar del poder a los corruptos, pero ¿Cómo estar seguros de que los sustitutos no lo son?. ¿Cómo se sale de esta espiral?. ¿No será este el verdadero motivo por el que no hay una revuelta social?. Yo no quiero confianza, quiero garantías