Días grises cubiertos de lluvia

1Los días grises cubiertos de lluvia están ahí para impedir que nos adormilemos en el suave vaivén de un corazón a cubierto, caliente en su protección ante los desafueros del amor e inmune al frío que viene prendido de algunas indiferencias.

Esos días en que llueve sin misericordia alguna desde que la vida instala su rutina al punto de la mañana hasta que nos deja, cansada y aburrida, con la promesa de un descanso sobresaltado, esos días son los más tristes de mi existencia.

Porque siento que esa lluvia que limpia calles y barre hojarasca debería llevarse también las penas que se me han quedado prendidas en el corazón como las algas enredadas en un viejo barco que ya nunca volverá a navegar. Pero es que la lluvia y las lágrimas tan sólo limpian la superficie de la vida, una corriente de aire húmedo para despejar la primera pena, la más liviana, la que se lleva sin apenas sentirla, pero que no ahonda, que no llega a ese río subterráneo por el que circulan las aguas del desamor, del olvido.

Cuando llueve tanto y tanto quisiera salir a la calle desnuda de intenciones y ofrecer lo que soy a esas aguas del cielo que todavía vienen limpias y purificar el insoportable peso de toda una vida en la esquina equivocada del amor.

Cuantos errores cometí siguen grabados en la piedra fría del corazón que no perdona; cuantos actos se entendieron como equivocados o malintencionados siguen en primera fila del ejército de reproches y rencores que, todavía y después de tantos años, sigue alerta, en pie de guerra, vigilándome en la distancia.

Llueve sobre mi corazón porque sobre mi rostro ya no quedan lágrimas para aliviar esta pena. Es un duelo, un duelo en toda regla, con vestido negro y silencio ominoso. No puedo evitarlo porque de tanto esquivar esa realidad estaba llegando a sentir el peso de una culpa que mi alma no debe aceptar, una culpa de la que ya me perdoné hace mucho tiempo cuando comprendí que el verdadero sentido del amor es compartir y no restringir.

Nada puedo hacer por cambiar el sentir de quienes repudian mi cariño; mi única posibilidad es cambiar mi actitud hacia ellos y en vez de seguir suplicando que me abran de nuevo las puertas aceptar esta realidad tal y como es a la vez que les envío amor, amor…

Ya pasó el tiempo en el que me revolví contra la situación insistiendo, con mal enfocada tenacidad, en mantener una relación que no era más que unilateralmente deseada. Después vino el tiempo del asombro, del sentimiento de injusticia por hacerme padecer un dolor que no creía merecer. Ahora queda la etapa de la aceptación irrevocable: nada volverá a ser lo que era. Y de la misma manera que los muertos no resucitan, el amor que ha sido dejado morir tampoco espera el milagro de un renacimiento.

Cecilia

1 comentario en “Días grises cubiertos de lluvia”

  1. Cecilia. Me ha llegado tu escrito
    Con la espontaneidad que ofrece este medio te propongo dar u n paseo por calles húmedas para compartir un dialogo de humanidad. Para mas concreción este es mi correo.Cristina

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