5 comentarios en “Intenso debate en el palacio de Ayete”
Raquel
Me defraudó la charla de Jordi Borja, le creía un intelectual de izquierdas y no un nacionalista que se esconde en el trapò de la bandera catalana. En vuestra web se autodefine como un “activista” (¿de salón?). Varias preguntas en el debate le animaron a que nos hablara de la situación social en Cataluña pero las evadió (Dijo aquello de que a Jordi Pujol le torturó y condenó a la cárcel la dictadura franquista)
No he seguido con detalle toda la trayectoria política de Jordi Borja. He vivido con enorme distancia muchas de sus posiciones políticas y con alguna distancia algunos de sus posicionamientos actuales. No todo lo realizado en el Ayuntamiento barcelonés me parece destacable. Pero, sin hacer apología de nadie e intentando no estar cegado por nada, el gran urbanista barcelonés, desde hace años, muchos años, se le puede ver en las calles de Barcelona apoyando todo acto, lucha y manifestación que tenga que ver con la izquierda resistente, republicana y antineoliberal. Sus miradas críticas a la historia del pujolismo y Convergència son agua bendita del cielo. Con el tiempo, la mayoría nos solemos hacer más conservadores; con el tiempo, algunos, una ínfima minoría, enrojecen más. Jordi Borja está entre estos últimos.
Quienes afirman que las banderas son trapos ignoran la pluralidad de los sentimientos y de los símbolos. Tampoco las fotografías son simplemente un papel y esto se demuestra mediante un simple ejercicio: a nadie le gustaría que le quemaran delante de sus narices una instánea de sus padres. Los cargos políticos -es natural que así sea- acostumbran a poner una bandera en su lugar de trabajo con la misma naturalidad con la que otros colocan las fotos de sus hijos y de su mujer o de sus azañas o calendarios de pirelli. Dicho lo cual, otra cosa es qué importancia le da cada cual al álbum familiar. Como Orson Welles en lo alto de la noria del Prater, me pregunto cuántas fotografías familiares conservaríamos si nos ofrecieran un billete de cincuenta euros por cada una que estuviéramos dispuestos a vender. Y hasta aquí, porque el símil no se sostiene si sustituimos las fotos por banderas.
Por muy grande que sea la ikurriña o la bandera española y más alto sea el mástil, (Gallardón-Colón/Garitano -deseo su pronta recuperación- plaza de Gipuzkoa) su contemplación no me infunde ánimos, si acaso pensar en la estupidez del que piensa que en las banderas el tamaño sí importa
Alaitz
La detención de un muñeco del Olentzero en Navarra a cargo de una dotación de la Guardia Civil; los tanques de la OTAN que iban a circular por la autovía a Pamplona y quienes se lo creyeron; la pelea, con intervención de la Ertzaintza incluida, en una boda donostiarra entre la familia autóctona partidaria de que se interpretara una canción de Benito Lertxundi y la foránea, que se oponía; la colocación de una ikurriña gigante en la plaza de Gipuzkoa considerada como la actuación más importante del gobierno foral en toda la legislatura; el “tendrán que legalizar la ikurriña por encima de mi cadáver” de Fraga Iribarne y quienes se lo creyeron; el bizarro vídeo de los tres encapuchados haciendo como que entregan unas cuantas armas -que luego se quedaron- a los verificadores, con albarán y todo; la obsesión de Urquijo con la txupinera de Bilbao; aquella antigua exigencia de negociar con “los poderes fácticos del Estado”; la exigencia de que no se proyectara ‘La pelota vasca’ en el Zinemaldia bajo el argumento de que a los espectadores no les convenía; el robo a punta de pistola por parte de un comando de ETA de una película francesa antes de su proyección en el Zinemaldia como una ‘ekintza’ enmarcada en la campaña de boicot a los productos galos; el “apoyaremos el Jazzaldia en la medida en la que incluya actuaciones en euskera”; la incautación de ocho armas -entre fusiles y metralletas- en la exposición sobre ETA en el franquismo que Xabier Zumalde ‘El Cabra’ instaló en su caserío de Artea, precintada finalmente por la Ertzaintza; Amedo explicándose en ‘Esta noche cruzamos el Mississippi’; la marca de cervezas que primero aceptó entusiasmada y luego rechazó amedrentada participar en el rodaje de ‘Lasa y Zabala’; y ‘Bartolo’, el concejal que se secuestró solo.
AZ
Me defraudó la charla de Jordi Borja, le creía un intelectual de izquierdas y no un nacionalista que se esconde en el trapò de la bandera catalana. En vuestra web se autodefine como un “activista” (¿de salón?). Varias preguntas en el debate le animaron a que nos hablara de la situación social en Cataluña pero las evadió (Dijo aquello de que a Jordi Pujol le torturó y condenó a la cárcel la dictadura franquista)
No he seguido con detalle toda la trayectoria política de Jordi Borja. He vivido con enorme distancia muchas de sus posiciones políticas y con alguna distancia algunos de sus posicionamientos actuales. No todo lo realizado en el Ayuntamiento barcelonés me parece destacable. Pero, sin hacer apología de nadie e intentando no estar cegado por nada, el gran urbanista barcelonés, desde hace años, muchos años, se le puede ver en las calles de Barcelona apoyando todo acto, lucha y manifestación que tenga que ver con la izquierda resistente, republicana y antineoliberal. Sus miradas críticas a la historia del pujolismo y Convergència son agua bendita del cielo. Con el tiempo, la mayoría nos solemos hacer más conservadores; con el tiempo, algunos, una ínfima minoría, enrojecen más. Jordi Borja está entre estos últimos.
Quienes afirman que las banderas son trapos ignoran la pluralidad de los sentimientos y de los símbolos. Tampoco las fotografías son simplemente un papel y esto se demuestra mediante un simple ejercicio: a nadie le gustaría que le quemaran delante de sus narices una instánea de sus padres. Los cargos políticos -es natural que así sea- acostumbran a poner una bandera en su lugar de trabajo con la misma naturalidad con la que otros colocan las fotos de sus hijos y de su mujer o de sus azañas o calendarios de pirelli. Dicho lo cual, otra cosa es qué importancia le da cada cual al álbum familiar. Como Orson Welles en lo alto de la noria del Prater, me pregunto cuántas fotografías familiares conservaríamos si nos ofrecieran un billete de cincuenta euros por cada una que estuviéramos dispuestos a vender. Y hasta aquí, porque el símil no se sostiene si sustituimos las fotos por banderas.
Por muy grande que sea la ikurriña o la bandera española y más alto sea el mástil, (Gallardón-Colón/Garitano -deseo su pronta recuperación- plaza de Gipuzkoa) su contemplación no me infunde ánimos, si acaso pensar en la estupidez del que piensa que en las banderas el tamaño sí importa
Alaitz
La detención de un muñeco del Olentzero en Navarra a cargo de una dotación de la Guardia Civil; los tanques de la OTAN que iban a circular por la autovía a Pamplona y quienes se lo creyeron; la pelea, con intervención de la Ertzaintza incluida, en una boda donostiarra entre la familia autóctona partidaria de que se interpretara una canción de Benito Lertxundi y la foránea, que se oponía; la colocación de una ikurriña gigante en la plaza de Gipuzkoa considerada como la actuación más importante del gobierno foral en toda la legislatura; el “tendrán que legalizar la ikurriña por encima de mi cadáver” de Fraga Iribarne y quienes se lo creyeron; el bizarro vídeo de los tres encapuchados haciendo como que entregan unas cuantas armas -que luego se quedaron- a los verificadores, con albarán y todo; la obsesión de Urquijo con la txupinera de Bilbao; aquella antigua exigencia de negociar con “los poderes fácticos del Estado”; la exigencia de que no se proyectara ‘La pelota vasca’ en el Zinemaldia bajo el argumento de que a los espectadores no les convenía; el robo a punta de pistola por parte de un comando de ETA de una película francesa antes de su proyección en el Zinemaldia como una ‘ekintza’ enmarcada en la campaña de boicot a los productos galos; el “apoyaremos el Jazzaldia en la medida en la que incluya actuaciones en euskera”; la incautación de ocho armas -entre fusiles y metralletas- en la exposición sobre ETA en el franquismo que Xabier Zumalde ‘El Cabra’ instaló en su caserío de Artea, precintada finalmente por la Ertzaintza; Amedo explicándose en ‘Esta noche cruzamos el Mississippi’; la marca de cervezas que primero aceptó entusiasmada y luego rechazó amedrentada participar en el rodaje de ‘Lasa y Zabala’; y ‘Bartolo’, el concejal que se secuestró solo.
AZ