Jordi Borja, geógrafo, urbanista, activista y exteniente de alcalde de Barcelona, estuvo la semana pasada en el Palacio de Aiete, invitado por la asociación de vecinos de Aiete Lantxabe.
Como se ha dicho Jordi Borja nos ayudó a dotar de un contenido más global a la incipiente asociación de vecinos de Aiete, que todavía no se llamaba Lantxabe.
De los derechos de ciudad, extensamente trabajados por el catalán, extrajimos la carta de derechos (e ilusiones) del barrio, como una hoja de ruta jalonada por el logro de los equipamientos y servicios que caracterizan el trabajo ciudadano en Aiete y que pretenden un entorno urbano con la calidad de vida suficiente.
Jordi nos dio esa visión de Donostia como una ciudad multidimensional, siendo sus barrios uno de sus referentes a los que cuidar y hacer crecer armoniosamente en el conglomerado urbano. Nos ayudó a ver la necesidad de que cada barrio tenga su propia centralidad hoy de plena actualidad en Aiete con la plaza de Munto y el ambulatorio.
Borja nos ayudó a comprender el valor del barrio como territorio de resistencia de una población que quiere mantener y mejorar su cualidad de vida, que quiere se construyan los equipamientos urbanos básicos y una centralidad simbólica y reconocible, que defiende su patrimonio físico, social y cultural y que se opone a un urbanismo orientado por el negocio inmediato.
El valor de la participación ciudadana que no se confunde con el mero intercambio de información sino que se siente protagonista de los cambios y el crecimiento de los derechos de los residentes en el barrio, en solidaridad con la ciudadanía donostiarra, que quiere colaborar en los proceso de elaboración y seguimiento de los proyectos y programas y en la gestión de los equipamientos y servicios.
En esta entrevista de Jurdan Arretxe (Noticias de Gipuzkoa) se resume su charla
En líneas generales, ¿cómo ve la situación actual de Catalunya?
-En ebullición, donde todo se mueve y nada progresa. Hay una movilización social y política que va mucho más allá de los partidos y de las instituciones. Es una excitación de la población que se siente frustrada, maltratada, menospreciada por los medios de comunicación de la capital del Estado, por el Gobierno, los dirigentes del PP y del PSOE, por no hablar de casos impresentables como el de la líder de UPyD, Rosa Díez. Con respirar el ambiente basta para ver que hay un 55% que se declara independentista, algo que era impensable hace diez años.
¿España percibe la trascendencia de la situación?
-A medias. Por un lado está lo que acabo de comentar, y por el otro, el sistema dominante. Actúa no solo como si no pasara nada, sino diciendo que no hay nada que discutir. Es de una irresponsabilidad tremenda cuando, en una democracia de marco europeo, tienes una mayoría de la población que pide una consulta sobre su futuro. Entonces, ¿por qué tan ignorantes, tan cerrados de mentes? Existen dos cosas, lo que usted insinúa, que quieren creer que es un montaje de ERC, de la presidenta de la ANC… y que han arrastrado también a Convergència, que Artur Mas quiere aparecer como un héroe de Catalunya sin tener posibilidades.
¿Y la otra cuestión?
-No soportan que España es una realidad plurinacional, que una parte de la población de Catalunya, de izquierdas o no tan de izquierdas, sectores medios y también populares, como si son nacidos en Catalunya o no pero que llevan años… formen un pueblo catalán como existe el vasco, lo que para nosotros es una evidencia; y cuando la sociedad civil se politiza y una parte importante de ella se plantea un objetivo integrador, es algo muy fuerte. No se puede menospreciar.
¿El hecho de que no haya salida aparente enerva a la sociedad?
-Quizá ocurra como en los últimos años de la dictadura, cuando se podía pensar que quizá no había fuerza suficiente para derribar a Franco, pero mire, acabará cayendo. Cuando se te cierran todas las puertas, puede ocurrir que haya cierta frustración y desánimo, pero no es lo que parece, porque cada vez se añade más gente
¿Por qué?
-Por dos razones. A todo el mundo le parece tan obvio ser consultado… La gente se pregunta a ver qué se piensan, porque no es algo que se pueda resolver con unas elecciones. Como la otra parte dice que nada de nada de nada, el independentismo aumenta. Los favorables del Estado de las Autonomías bajan; el federalismo, también, y la gente que dice que Catalunya sea una región más es mínima.
Entiendo que la sociedad está muy implicada.
-Sí, y eso que tiene otras preocupaciones incluso más apremiantes: la desocupación, el miedo al futuro inmediato, si tendrá jubilación, la hipoteca, qué ocurrirá con los hijos… Hay problemas sociales muy graves, pero no se sabe contra quién dirigir esas exigencias.
¿Impulsa esto las reclamaciones independentistas?
-Gente del movimiento obrero me ha llegado a decir que «peor que ahora no estaremos. Aunque gobierne Convergència, no será peor, porque los tendremos más cerca». Potencialmente, la izquierda es más fuerte en Catalunya que en el promedio de España. Más del 40% se declara de izquierda y hay que sumar a los de extrema izquierda y centroizquierda. En la demanda de independencia también se mezcla la oportunidad de cambiar las políticas sociales y económicas. Nadie discute que la consulta, una nueva relación con España, va vinculada a un deseo de cambiar las políticas. Incluso Convergència, a quien podemos creer muy relativamente, dice que se podrán hacer políticas no tan limitadas como ahora.
Catalunya contó con la experiencia del tripartito. ¿Resulta imposible que se pueda reeditar?
-No tengo ni idea lo que puede pasar, pero ahora mismo el bloque Convergència-ERC está consolidado. Es posible en las europeas que, ante el desgaste del PP, el PSOE aparezca como alternativa. En Catalunya el PSC bajará, pero quedará encubierto por un posible no mal resultado del PSOE. Tampoco servirá. En tercer lugar, no sabemos si puede emerger lo que está a la izquierda del PSC, que no es solo ICV e IU, sino también la CUP y una cantidad enorme de población que se considera de izquierda y no ha encontrado su representación. Hay quien piensa en candidaturas de izquierda con mucha gente independiente para las municipales.
¿Le puede pasar al PSC lo que le pasó al PSUC?
-Lamentablemente, son casos bastante parecidos. El PSC está en la peor situación de todas: pierde fuerza por los dos lados. Me lo decía Isidre Molas, el presidente del PSC hasta hace poco: «Estamos perdiendo militantes y votantes por los dos lados. Unos nos encuentran demasiado catalanistas y otros, que han traicionado al catalanismo». El PSUC perdió base obrera con el eurocomunismo y una parte importante de los cuadros y de los votos tras el no al eurocomunismo. Entre 1980 y 1981 pasó de tener el 20% de los votos al 4%. Luego subió al 10%, pero…
¿Cómo ve a Artur Mas?
-Mas ha hecho surfismo sobre las olas del movimiento ciudadano en Catalunya y no sabemos lo que durará el equilibrio. Ha perdido votos que han ido sobre todo a ERC, pero también puede perder votos por su audacia. Una parte importante de Convergència no quiere aventuras, pero ha arraigado tanto la consulta que lo más sensato, se mire por donde se mire, sería hacerla. Si yo fuera del PP, diría que se hiciera.
¿Por qué?
-Si se hace, puede ir a votar el 50%, que sería mucho. De este 50%, la mitad pueden decir que sí, otros que no tan independiente… La mitad no habría ido a votar y la otra mitad no habría votado lo mismo. La actitud del Gobierno y del PSOE es la de una fábrica de independentistas. Cada menosprecio y amenaza aumenta esta sensación. Pasará al mundo académico como una situación conflictiva pero relativamente fácil de gestionar, como era hace cinco años.
¿Habrá consulta o plebiscitarias?
-No tengo ni idea. Sobre las plebiscitarias, no tiene ningún sentido, porque cada uno irá con sus propuestas y además, la gente sabe que es otra cosa. No creo en las plebiscitarias, aunque pienso que a ERC y CiU les gustaría. La consulta, en un momento u otro, se tendrá que hacer, aunque es probable que no sea este año.
¿Por qué?
-Porque está prohibida, porque un referéndum con visos de legitimidad debe hacerse con el censo, con toda la infraestructura…
¿Porque le faltaría el visto bueno de La Moncloa?
-Bueno… No me imagino a La Moncloa, tal y como es ahora, diciendo «pues muy bien, negociemos una forma si no de independencia, sí un estatus especial». Sería lo lógico, pero no lo veo. El tema lo han manejado tan mal que con cualquier votación el Gobierno español sale perdiendo. El mal menor para ellos sería dejar hacer la consulta, pero aquí intervienen factores de incomprensión, de mala evaluación de lo que ocurre…
¿Puede pasar como con Ibarretxe, que se tope con el muro del Estado, o no cree comparables?
-Existe una diferencia muy importante: la violencia. Esto fracturó mucho más la sociedad vasca. La acción de ETA tenía una dimensión doblemente nefasta: la propia violencia y que decía que o independencia o nada. El Plan Ibarretxe era una propuesta muy legítima, pero no tenía suficiente respaldo en aquel momento. En Catalunya, en cambio, hay dos elementos difícilmente atacables: uno, que se plantea una consulta y, dos, que se plantea todo de forma muy pacífica y democrática. He leído en muchos medios que «los independentistas solo aceptarán la independencia» y no lo dice nadie, ni la ANC, el sector más independentista. Ellos piden una consulta y si no sale, no sale. Estoy convencido de que una parte muy importante de ese 55% que está por la independencia se conformaría e incluso preferiría un estatus especial que te haga sentir más cómodo y reconocido por parte del Estado español.
¿Qué Catalunya ve a diez meses vista?
-Habiendo hecho o esperando hacer la consulta. Es la clave. No veo ningún indicio de evolución, de comprensión y de capacidad de diálogo ni del PSOE ni, menos, del PP, junto a un papel nefasto de los medios de comunicación de la capital del Estado, incluido El País, con una campaña sistemática de confusión. Te sientes tan mal tratado que dices: «Pues váyanse a la mierda». Y no a la sociedad española, donde en los viajes que he hecho he percibido cierto entendimiento. En cambio, también hay gente con la que estar y hablar resulta difícil.
Lunes, 5 de Mayo de 2014 (N. G)
La Fiscalía General del Estado se ha salido con la suya y presentará la querella que tanto desea el Gobierno de Mariano Rajoy contra Artur Mas y algunos de sus consejeros en al Generalitat. Es la respuesta de España al grito democrático y civilizado de la sociedad catalana. Las torpezas de España acercan cada vez más a Catalunya a la independencia.