Las primeras creaciones artísticas en Croacia son obra de un poblado de pescadores que vivía a orillas del Danubio (cuarto milenio antes de Cristo) Gracias a las excavaciones efectuadas en Vučedol, cerca de Vukovar, se descubrió la paloma de Vučedol, considerada como la primera manifestación del arte croata.
Más tarde, las tribus illirianas construyeron una gran cantidad de material arqueológico (fíbulas, armas, joyas, etc.), actualmente expuesto en las vitrinas de museos croatas, algunos de ellos visitados por los viajeros
La huella romana
Aunque los griegos levantaron colonias en el litoral y en las islas, apenas se han conservado restos arquitectónicos. No ocurre lo mismo con los romanos, pues prestigiosos vestigios de su prolongada presencia en el territorio han logrado subsistir.
Los caminantes pudieron sumergirse en el extraordinario Palacio de Diocleciano, en Split, pero también visitaron el Templo de Neptuno, en Poreč, el Foro de Zadar, las ruinas de la ciudad de Salona, sobretodo su anfiteatro que los veteranos caminantes tuvieron mucho interés en visitar pese a las reticencias que presentó la monitora croata (Salona fue capital de la provincia de Dalmacia). En Pula, reconocieron el templo de Júpiter y su expléncido anfiteatro.
Aparte de los monumentos, los romanos dejaron numerosas obras de arte de gran valor (sarcófagos, esculturas, mosaicos) que hoy se exhiben en diferentes museos arqueológicos: los de Split y Pula tienen colecciones de extraordinaria riqueza.
De la “Antigüedad tardía”
Con el arte del Bajo Imperio, los peregrinos se extasiaron en la basílica eufrasiana de Poreč (s. VI).
En la ya mencionada Salona, los romeros estudiaron a fondo la necrópolis de Manastirina. El arte paleocristiano ha dejado igualmente numerosos sarcófagos de ornamentación arquitectónica, decorados con relieves de gran finura, que los excursionistas fotografiaron con entusiasmo.
De la Edad Media los viajeros visitaron minúsculas iglesias que se construyeron a lo largo de todo en el litoral (península de Istria, Zadar, Sibenik, Trogir, Korkula); edificadas según numerosos esquemas básicos, están sujetos, a infinitas variaciones locales, que les dan una belleza especial (el viajero guardará en su retina los ejemplos de guía y visita la isla de Korkula), pero no olvidará la iglesia de San Donato de Zadar (principios del s. IX), constituida por una nave circular flanqueada por tres ábsides.
La calidad de la piedra es lo que ha permitido a Croacia conservar una buena parte de su patrimonio, en el que se distingue, según las diferentes teorías, la continuidad del arte antiguo o el nacimiento del arte autóctono. Los peregrinos recordarán la famosa piedra blanca de Brac utilizada para construir palacios y murallas, el más citado es el de Diocleciano en Split, pero a los turistas siempre se les menciona la Casa Blanca en Washington.
Los santuarios visitados albergan muebles de piedra, están decorados con relieves y contienen esculturas adornadas con almocárabes, formadas por trenzas entrelazadas que dibujan imbricadas figuras geométricas: un decorado de complejidad sorprendente, forjador de un arte que André Malraux, y los romeros con él, incluirían en su museo imaginario.
Nacimiento del arte románico
Estos excursionistas, tuvieron oportunidad de saber y de ver como en el s. X, tiene su aparición la figura humana en las escenas de la vida de Cristo en la iglesia de San Domingo de Zadar o la efigie del rey Zvonimir en el baptisterio de Split. En esta época se construyeron catedrales e iglesias en todo el territorio. En concreto se visitaron las de Zadar y Trogir.
Las esculturas contempladas en el pórtico de la catedral de Split son de 1214, el maestro Buvina realizó la primera obra maestra de la escultura románica croata. Los batientes de roble, formados por 28 artesones, relatan la vida de Jesús de manera a veces muy poco convencional.
El maestro Radovan, en 1240, realizó el encantador pórtico occidental de la catedral de Trogir, en el que una buena parte de los personajes parece tener vida propia, especialmente en las realistas escenas de las labores de las cuatro estaciones.
Florecimiento artístico
La pintura hace su aparición en el período románico con los frescos de la capilla de San Miguel, en Ston (Pelješac), pueblo en el que sólo se paró para ver sus murallas construidas para proteger sus valiosas salinas, pero los viajeros sí tuvieron oportunidad de gozar, en un estilo bizantino hierático, con las pinturas de San Crisógono, en Zadar. Ejemplos de pintura sobre madera son los conservados en el monasterio franciscano de Zadar. Estuvieron también en las “iluminaciones” del Evangeliario de Split.
Del románico al gótico
La catedral de Zagreb, construida en 1275, es uno de los mayores logros del arte gótico, aunque tras la remodelación que se llevó a cabo en el s. XIX el edificio original quedó casi irreconocible. La iglesia de los Franciscanos de Pula, construida diez años más tarde, es una obra maestra.
La arquitectura civil y militar
Ésta es, además, la época de las grandes fortificaciones: las sorpendentes murallas (“chinas”) de Ston (Pelješac) constituyen la construcción arquitectónica más importante de Croacia en este período, mientras que en Zagreb se levantó la majestuosa fortaleza de Medvedrad. En cuanto a la arquitectura civil, se vieron numerosos ejemplos, entre los que se encuentran el Palacio Ducal de Dubrovnik y el Palacio Municipal de Pula, testimonios que alegraron el viaje.
Una brisa italiana
Nuestros aventurados trotamundos tuvieron oportunidad de ver como los ss. XV y XVI fueron testigos del apogeo dálmata: las ciudades se embellecieron asimilando fácilmente las influencias procedentes de Italia y un verdadero frenesí inmobiliario se apoderó de la región. Dalmacia se convirtió así en una región italiana más y esa brisa sigue acompañando al viajero de hoy.
En concreto se visitaron tres obras maestras en este período: la catedral de Šibenik, iniciada en 1441 por Jorge el Dálmata (Juraj Dalmatinac, 1410-1473), que es toda una proeza técnica. En ella se introdujeron por primera vez los elementos propios del Renacimiento. Su alumno Nicolás el Florentino (Nikola Firentinac) fue el autor de la capilla de Santa Juana de la catedral de Trogir que los peregrinos tuvieron oportunidad de disfrutar. Y el ya citado de Istria la Danza macabra de Beram en 1474.
El arte de la escenificación
Se puede decir que los romeros más veteranos, los que iniciaron sus viajes con la Vía Francigena, han podido comprobar como, para servir de ayuda a la Contrarreforma del Concilio de Trento, en todos los lugares visitados, el arte sagrado tiene que deslumbrar a la población por medio de la descripción dramática y puntillosa de los pasajes bíblicos, y del nuevo testamento, especialmente en los pórticos de iglesias y catedrales. Trampantojos, fachadas curvilíneas, estucos, frisos llenos de ángeles, todo está concebido para atraer la mirada e inspirar respeto. Son bellísimos, muy imaginativos, no había prensa grágica, ni máquinas de fotos, ni TV
Quizás llamó la atención que como consecuencia de la rivalidad entre ciudades, creada en torno a la riqueza de la decoración, diversas obras de arquitectura se barroquizaron a diestro y siniestro y muchos edificios anteriormente construidos han quedado algo desdibujados.
Dubrovnik, ciudad barroca
Se supo, en las explicaciones del viaje, que, precisamente en esta época barroca, tras haber sufrido un terrible terremoto, Ragusa tuvo que levantarse de sus ruinas. La obra fue realizada por un ingeniero italiano que concibió la ciudad tal y como es ahora. Aunque se mostró más contenido que sus colegas del interior, también practicó este arte de la escenificación al diseñar la célebre, teatral y maravillosa calle Placa. De esta época datan igualmente numerosas iglesias de la ciudad.
La era de los pastiches
El historicismo, importado de Viena, se impuso en la segunda mitad del siglo XIX. Suntuosos pastiches rivalizaron en fantasía en la ciudad baja de Zagreb, visitada el primer día del viaje, ciudad baja diseñada según un plano de Milan Lenucci. Esa tarde los peculiares turistas visitaron plazas y monumentos de estilo ”neo” erigidos en la verde “Herradura”, donde está también un exuberante jardín botánico que sirvió para afilar los infinitos modelos de máquinas y teléfonos de hacer fotos.
Secesión y Modernismo
El primer día de viaje en Zagreb, como queda dicho, se visitó la Casa de Artistas, de forma circular, un edificio concebido por el escultor Ivan Meštrović en 1938
Ivan Meštrović (1883-1962) es, probablemente, el artista croata más célebre. Desarrolló, de una manera muy personal que unía fuerza y expresividad, una obra centrada en temas que le atormentaban: los horrores de la guerra, la fe católica y el ardor patriótico. Pudieron ver, perplejos, la escultura representando a Gregorio de Nin, colocada en la Puerta de oro del palacio de Diocleciano en Split. Pero, antes, en la ciudad baja de Zagreb, en la plaza del Mariscal Tito, se pudo admirar, la obra “Zdenac života” (la Fuente de la Vida), realizada en 1906 por nuestro admirado escultor. Está situada -ver foto- frente al Teatro Nacional (edificado en 1895). Según la crítica, ésta es una de las más hermosas fuentes por la solución de su creación, su sencillez y la actitud impresionista de sus personajes. Cada visitante pudo interpretar a su manera el mensaje simbolista de estos cuerpos humanos entrecruzados, que quieren coger el agua de la vida. En la obra se representan varias figuras simbólicas desnudas y entrelazadas: Amor, Juventud y Ancianidad, sedientos todos del agua de la Vida. Nadie se quedó indiferente frente a esta escena universal y humanista. La municipalidad de Zagreb adquirió en 1910 esa composición y la colocó en el lugar actual.
Al día siguiente continuó el paseo por la vital y alegre ciudad alta de Zagreb que ofrece la posibilidad de tropezar con pequeñas e inesperadas joyas. En el número 3 de la céntrica calle de Cirilo y Metodio, algunos viajeros encontraron el Museo Croata de Arte Naïf. Se ubica en el palacio Raffay (siglo XVIII) y alberga el que se ha considerado primer museo de arte naif del mundo.
Contiene una importante colección de artistas croatas y extranjeros, sumando más de 1700 obras entre litografias, esculturas, dibujos y pinturas.
Las obras que componen su colección se entienden como un conjunto de creaciones individuales, realizadas por artistas aficionados y autodidactas, sin ningún tipo de formación que se pueda enmarcar dentro del sistema académico tradicional. Destacan las obras de los artistas de la Escuela de Hlebine, localidad cercana a Zagreb y considerada como la cuna del arte naif en Croacia, en especial las de Ivan Generalic
Pese a tratarse de un pequeño museo, aporta una visión extensa y completa del panorama naif del siglo XX que, para quienes no teníamos más referencias de este tipo de pintura que la obra de Henri Rousseau le Douanier, resultó enriquecedora y sorprendente.