Manzoni, el Réquiem de Verdi, el Orfeón y los viajeros de Aiete

111Ayer, en el Kursaal, tuvimos la oportunidad de ver y escuchar el Réquiem de Verdi. Estamos en la recta final de la 75 Quincena Musical. Los protagonistas fueron la Filarmónica de Rotterdam, su director Yannick Nézet-Séquin y el Orfeón Donostiarra.

Pero a la cabeza de los numerosos viajeros de Aiete, que ayer compartimos tan extraordinaria sesión musical, vino la visita que hicimos el año pasado a la tierra de Verdi y de Manzoni.

Estuvimos en casa del autor de “Los Novios”, protagonista de nuestra tertulia, el día 4 de julio -ver el pastiche de foto que se ha montado-, muy cerca de la Scala de Milan, lugar sagrado en la que Verdi pudo estrenar este Réquiem dedicado a su carísimo amigo Alessandro Manzoni. El mundo es así de pequeño

El “Réquiem” verdiano, dedicado a Alessandro Manzoni, es una obra que nunca se ha sabido si clasificarla como obra sacra u ópera y es que Verdi logró combinar ambos aspectos a la perfección, escribiendo una música que emociona tanto desde un punto de vista espiritual como teatral. El primero es obvio en su comienzo en pianísimo o en ese maravilloso “Lacrymosa” que trasladó a la escena de la prisión de “Don Carlo”. Del segundo el potentísimo “Dies Irae”. Todo ello fue expuesto con bastante equilibrio por Nézet-Séguin, quien dirigió sin partitura, demostrando un completo conocimiento de la obra. Preciosos los acordes iniciales, más aún el “Agnus” o el enlace al “Ofertorio” y contundente el “Dies Irae” sin que el conjunto llegase a perder por el camino una cierta interiorización. En todo ello hubo dos armas fundamentales: la orquesta y ese Orfeón Donostiarra que se ha renovado y brilla hoy como en sus mejores momentos del pasado. Impresionante la entrada de las voces masculinas en el “Te decet hymnus”, eso es poderío. Musicalidad, emotividad, seguridad en unos fortes perfectamente empastados, los pianos etéreos a los que la orquesta no acababa de seguir… No se puede cantar mejor. Al escucharles en su ciudad uno confiesa no entender cómo gobierno autonómico, diputación y otras instituciones reducen las aportaciones a su, quizá, institución cultural más emblemática hasta poner en riesgo su futuro. Hay que mantener como sea todo cuanto el Orfeón ha creado en los últmos años para asegurar su calidad.

Hubo casi diez minutos de cerrada ovación de un público que llenaba completamente la sala y que sólo se levantó cuando el director decidió dar por terminados los reconocimientos.

La crítica musical es de Gonzalo Alonso.

Compartimos también con él la defensa del Orfeón Donostiarra.

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