Y lo hizo de la mano del Ochote Ozenki y de la vecindad creativa de Aiete en sus fiestas
Los ecos de la ciudad manifestaban, la víspera del acontecimiento, entre asombro y estupefacción, que 14 años después de edificado, el teatro clásico de Miramón, continuara sin ser utilizado, como aquellos aeropuertos que se erigen sin aviones.
Este formidable recinto cultural, una vez construido y cedido a la gestión municipal, ha sido abandonado.
Como ejemplo o paradigma de lo que sucede habitualmente en nuestra ciudad -y en otras- ha tenido que ser la autónoma iniciativa ciudadana quien en magnífico FESTARA!(Festarik behar bada ¡Sí hay que hacer fiesta!), interpretado con la generosidad, la magnífica voz coral y la calidad garantizada del Ochote Ozenki, recuperara este escenario que debe ser cumbre de la acción cultural dramática en nuestra ciudad de San Sebastián.
La gente que estaba en el anfiteatro, sin bafles, ni micrófonos, a capela, disfrutó de una sonoridad perfecta. El público asistente, repartido, a la manera clásica, en el imponente graderío, estaba extasiada durante el concierto, del que salía mediante cerrados aplausos en cada una de las clásicas canciones donostiarras (incluido el himno de la Real). Al final sentimos todos una mezcla de sentimientos de admiración y fascinación. Más de uno salía conmocionado por una experiencia que no olvidarán. Estábamos viviendo un momento único.