2,2 millones de habitantes, 750.000 familias, 850.000 personas ocupadas, 160.000 parados.
65.337 personas perciben en Euskadi la Renta de Garantía de Ingresos; 3.717 de los extranjeros que perciben la RGI en el País Vasco están en situación irregular (los “sin papeles”).
Partiendo del hecho de que cada cual ya es mayorcito para saber lo que hace, hay que vivir la recogida de firmas por parte del PP para validar la ‘apertura Maroto’ sin mayores dramatismos. Sí conviene aclarar que el proyecto para restringir el acceso a la RGI se edifica en torno a sobreentendidos y que quien los invoca pierde. Por ejemplo, toda prestación social -económica o en especie- está sujeta a posibles abusos. Si eres de los que cree que el riesgo es inasumible firma la propuesta del PP, vota a Maroto y, a continuación, acepta con resignación cristiana que buena parte de las desgravaciones fiscales a empresas, de las rebajas en las cotizaciones de la seguridad social y de las ayudas al I+D+i se van a ir por ese sumidero que es el reparto de beneficios entre socios a final de año.
Otro ejemplo de sobreentendido: la existencia de inmigrantes entre nosotros te salva a ti de serlo. Para un sector de la sociedad, en disposición de acceder a la educación y la sanidad privadas, nunca pasarás de ser el ‘magrebí’ que colapsa la urgencias con sus nimiedades. Contribuir, en la menor medida posible por supuesto, al sostenimiento de todos esos servicios que en ningún caso van a usar es el precio que astutamente pagan a cambio de estabilidad social. Siempre habrá alguien para quien el ‘magrebí’ seas tú; el plasma que preside tu salón son tus zapatillas de marca.
Más sobreentendidos: la ‘apertura Maroto’ se estrellará contra la mayoría parlamentaria, pero triunfará en calle, lo cual abre la puerta a que el propio alcalde de Vitoria o cualquier otra opción política a la caza de votos se busque y, de proceder se fabrique, sus propios ‘magrebíes’, bien en la figura del desempleado -al que el mismo dibujante que pinta inmigrantes con zapatillas de marca podría inmortalizar ‘todo el día en el bar’-, bien en la figura de la mujer trabajadora que entorpece con sus embarazos la buena marcha de la empresa y por consiguiente, pone en riesgo el salario del resto de la plantilla, por poner dos ejemplos que ya están sobre la mesa.
Y tras los sobreentendidos, las confusiones interesadas: si el PP exige que aquellas personas susceptibles de percibir la RGI realicen a cambio trabajos sociales ya no estamos hablando de una prestación, sino de un salario que, como tal, debería ir acompañado de la consiguiente cotización social, a cargo del empleador, ni Maroto, ni el PP aclaran quién sería. Acto seguido, lo mismo se podría exigir a los parados, a los beneficiarios de los pisos de VPO o a los empresarios que se benefician de las diferentes ayudas institucionales. Toda prestación tiene una cosa en común con las demás, al margen de quién sea el beneficiario: las aporta una mayoría para provecho de una minoría.
Que el PP, formación involucrada en las mayorías tropelías económicas de las que guarda memoria este país, vaya a obtener la adhesión inquebrantable de los autóctonos más desfavorecidos económicamente obedece a las leyes de la oferta y la demanda, el sometimiento al irrefrenable impulso animal de sacar del tablero a la competencia. No sé quién dijo que “el esclavo no sueña con ser libre, sino con ser amo”. Muy bien, pero cuando firmes la ‘apertura Maroto’, ten la certeza de que acabarán encontrando nuevas rémoras que lastran nuestra prosperidad y no hay razón tú mismo no acabes siendo alguna de ellas.
De un comentario de A Moyano
Algunos días lo petáis. Sacar al “Gallero” de Murillo señalando a quien corresponde es un acierto. Y un respiro entre tanta zafiedad y miseria
El Congreso ha admitido a trámite la Iniciativa Legislativa Popular para establecer una renta mínima para personas sin recursos. No tiene nada que ver con nuestra RGI, porque, por ejemplo, estaría integrada en la Seguridad Social, aunque, cuando los parlamentarios le den forma, si el PP la pone en marcha, podría afectarle para bien, porque Madrid se corresponsabilizaría de parte de las necesidades que ahora cubre el sistema de rentas autonómicas. Hasta hoy, no ha aportado un solo euro para financiarlo.
El debate de la renta mínima ha servido, de nuevo, para evidenciar que la RGI vasca está a la cabeza por mucho, de ese sistema. Un laberinto de nombres (salario social básico, ingreso mínimo de solidaridad, prestación de inserción…), de cuantías (la mayoría entre 420 y 700 euros) o duración (hay hasta donde solo se cobra 6 meses al año). Cuando una sabe que aquí es derecho subjetivo, equivalente al 88% del salario mínimo interprofesional, sin límite temporal y ayuda a 120.000 personas…aunque el sistema es mejorable y tiene fallas, no puede evitar sentir orgullo por esta apuesta y la necesidad de luchar por ella una y otra vez.
Es verdad que a Maroto le costó la Alcaldía, pero su campaña contra la RGI no ha sido en balde. Ni se sabe la de veces que los expertos han rebatido que el nivel de fraude en la percepción de esta ayuda es bajísimo, inferior al 1%. Hay que reconocer que la venenosa semilla que plantó el PP con objetivos puramente electorales, pero regada con nutrientes xenófobos, ha dado sus frutos, y pese a la tozudez de la realidad, los discursos y los prejuicios más antisociales se han abierto camino en nuestra sociedad impermeables a toda evidencia. Quién no tiene un vecino, un amigo o un familiar que le jura que conoce gente de fuera parasitando a base de generosas ayudas públicas que son negadas a compatriotas con muchos más merecimientos. De poco sirve tratar de convencerles de lo contrario. Es la posverdad de la RGI. Admito que una medida como la huella digital, propuesta para combatir el fraude en el cobro de las ayudas, suena discriminatoria si solo se emplea con el sector que ocupa el eslabón más débil de la cadena. Pero las posiciones absolutas y los discursos sin mancha sirven de poco mientras progresan las posturas más egoístas. Lo que convendría es reflexionar porqué el envenenado dardo que ha lanzado el último de la fila de nuestro parlamento encuentra tantas bocas dispuestas a morder ese anzuelo.
La Hipérbole es una figura retórica que consiste en una alteración exagerada e intencional de la realidad. Su fin es conseguir una mayor expresividad.
Es una hipérbole, o lengua de madera o de políticos, decir que este Gobierno Vasco ha recortado la RGI. En realidad, la ha subido el 1’5%. Según la ley, sí, tendría que haberla subido un 8 y Patxi López la redujo en un 7, pero sigue sin ser cierto que este año la hayan recortado.
En Euskadi, la RGI reparte el 40% de las rentas de toda España