Es insoportable. Nos pone de los nervios, es igual que sean las dos de la tarde, que las cuatro de la madrugada. Te levantas, te asomas a la ventana, haces un comentario de reproche en voz alta y el dueño o la dueña, que no se deja ver, lo esconde en casa, pero luego lo vuelve a sacar a la terraza y muchos días está toda la jornada, abandonado en el balcón, sin dejar de ladrar.
Es insoportable. Nos pone de los nervios, es igual que sean las dos de la tarde, que las cuatro de la madrugada. Te levantas, te asomas a la ventana, haces un comentario de reproche en voz alta y el dueño o la dueña, que no se deja ver, lo esconde en casa, pero luego lo vuelve a sacar a la terraza y muchos días está toda la jornada, abandonado en el balcón, sin dejar de ladrar.