Paseos por la ciudad desierta (despropósitos 2015)

1Alguien empezó el día sin acabar la noche. Alguien se fue pronto. Alguien creo que aún no ha vuelto a casa. Alguien no salió. Alguien compartió un gramo. Alguien dejó a los niños en casa de los abuelos. Alguien viajó. Alguien empezó el turno a las doce y diez. Alguien se acostó con alguien. ¿Te tomaste todas las uvas? ¿Con quién? Conversaciones del día después. Uf, pero si es que me acabo de meter en la cama, prácticamente. Este año es nuestro año. Este va a ser un año del quince, ya lo verás. ¿Tienes un almax? Será un año de novedades. ¿Más aún? Qué ganas de descansar.

Alguien pidió, durante esas uvas tan lentas y telegrafiadas en karaoke (así no hay emoción, a no ser que las estuvieras siguiendo en Canal Sur), pidió que por fin llegué esa persona con la que empezar. Alguien pidió terminar sin deudas. Alguien con trabajo. Alguien preñarse. Alguien sin esa enfermedad, por fin. Alguien en otra casa. Alguien en la misma. Alguien pidió simplemente que todo siga igual. Alguien volar. Alguien comenzar. Alguien terminar. Tenemos deseos muy parecidos. ¿No tenéis deseos de resetear? Regálame, tiempo, otro día en blanco como el día uno de enero. El día madre de todas las resacas. El de todas las fotos de buenos deseos y gente riendo en las redes. El de dormir sin culpa. El de comer a las ocho. El de acostarte de nuevo sin saber muy bien qué pasó en realidad ayer.

El comienzo del año: una primera semana crujiente en la que se escucha el desenvolver de los días. En la que se cree que es posible concentrarse en lo que es: dejar el vicio del Twitter (creo que no nos hace bien y ya no mola tanto), parar de creer que estás en mis lugares a la vez, aunque cuerpo siga habiendo uno, que aún podrás tener mil vidas. Renunciar, elegir, responsabilizarte. Crecer. Poner más el cuerpo. El deseo a la vuelta de la pureza analógica (¡falsa!) es uno de los más formulados estos días a este lado del mundo con acceso masivo a la red. Estar más aquí. Cuidar más a los que conozco y están y menos a los que solo percibo a través de una pantalla. O no. Que la tecnofobia no sea el único modo de salir del tecnofetichismo. Dejar de teorizar tanto y hacer más. En especial con los cuidados (que se nos llena la boca). Llevar a acabo más prácticas y menos pensamiento. Escribir. Leer. Descansar más. Comer mejor. Llamar más (¡llamar a la gente, qué violento!). Moverme. Drogarme menos. Beber solo vino. Dejar de trabajar todo el rato, de sentir que tengo que aprender, buscar trabajo, formarme, escribir, leer esa pila de artículos faveados. Dejar de usar palabras que mi madre no conoce en los artículos. Dejar de hablar de más. Hacer. No. No hacer. Vaguear. Vale, un momento. Para.

Que la cosa permanezca un rato como en ese paseo que dimos al salir de la fiesta, un día reventón de sol, la ciudad desierta: todo parecía posible. Creímos por unas horas que todo era especial. Que podremos ordenar el arrollador ritmo de los acontecimientos. ¿Te acuerdas? Recomenzar. Espero que cuando pase esta semana madre no volvamos a tener un mal despertar con ese crujido seco que nos saca, como siempre, de todos los impasse.

Guarda estos días lentos y perezosos como un amuleto, barritas de vida para esta nueva pantalla a la que acabamos de pasar, porque, ya lo dijo alguien después de una huelga general, lo más violento será volver a la normalidad.

Silvia Nanclares

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