La alegría vital de los Strauss brilla con la energía de Zubin Mehta. El director ha aportado a la Filarmónica de Viena ese toque de brillantez, seducción y poder de comunicación que le ha dado fama
Empezar el año contagiando el placer de la música a 40 millones de espectadores -en Aiete 3.333– es el inmenso privilegio que la Orquesta Filarmónica de Viena brinda cada uno de enero a los directores que más aprecia. Zubin Mehta (Bombay, 1936) es uno de ellos y esta mañana ha dirigido, por quinta vez en su carrera, el popular Concierto de Año Nuevo en la sala dorada de la Musikverein de Viena. Este año se cumplen 75 años del tradicional concierto, que nació en 1939 bajo la dirección de Clemens Krauss y se ha convertido en el evento clásico más popular del año. El optimismo y la alegría que transmiten los valses, polcas y marchas de la familia Strauss tuvieron en Mehta a su más apasionado intérprete en esta edición de 2015, en la que todo fue sobre ruedas. Tras 53 años de relación -dirigió su primer concierto con la Filarmónica de Viena en 1962 -la complicidad reinó en un programa al que Mehta aportó ese toque de brillantez, seducción y poder de comunicación que le ha dado fama.
Mehta adora Viena; allí estudió, en la Academia de Música, con Hans Swarovsky y aprendió lo que es una gran orquesta al frente de la Filarmónica de Viena, que le nombró Miembro Honorario. Y cada vez que dirige el concierto de Año Nuevo – lo hizo por primera vez en 1990 y tuvo a su cargo las ediciones de 1995, 1998 y 2007 – concede especial protagonismo a partituras que rinden homenaje explícito a la ciudad de Viena y sus instituciones.
Abrió el programa con un homenaje a Viena en toda regla, la obertura Una mañana, una tarde y una noche en Viena, de Franz von Suppé, un paseo musical lleno de contrastes que Mehta subrayó con cegador brillo orquestal. Siempre hay espacio para las sorpresas. El inmenso legado de la familia Strauss, permite rescatar piezas que se interpretan por primera vez, como las polcas Vida vienesa, de Josef Strauss, y Donde se vive y se ríe, del benjamin de la familia, Eduard Strauss, o el vals Al Elba de Johann Strauss hijo, el más famoso y el que mayor presencia tiene en el programa.
En esta edición, y para celebrar los 650 años de la Universidad de Viena y el bicentenario de la Escuela Técnica, han sonado en su honor la Polca Electromagnética y la Polca de los Estudiantes, ilustrada con la primera intervención en el programa de los solistas del Ballet de la Ópera de Viena, con coreografía de su titular Davide Bombana. Otra de las curiosidades ha sido el delicioso Champagner-Galopp del compositor danés Hans Christian Lumbye, digno competidor de los Strauss, en el que Mehta repartió con buen humor copas de champán a los músicos.
La impecable realización televisiva de la ORF, dirigida por Michael Beyer, se ha recreado en los mil detalles de la bellísima sala dorada de la Musikverein, añadiendo imágenes grabadas en otros lugares de la ciudad relacionados con las piezas interpretadas. Probablemente el punto algido en la excelencia musical se alcanzó al inicio de la segunda parte, con versiones de increíble refinamiento sonoro del célebre scherzo Perpetuum mobile – pieza sin fin que Mehta cerró repitiendo dos sonoros etcéteras- y el precioso vals Aceleraciones.
Ya en el tramo final, tras una suntuosa versión del conocido vals Vino, mujeres y canciones, con la segunda y última intervención del ballet, Mehta dio como propina la polca Explosiones en la que repitió un gag que hizo en 1990, accionando un dispositivo que lanzó una lluvia de confeti en la sala. Tras el gran efecto, sonaron, como manda la tradición A orillas del bello Danubio Azul, interrupido tras los compases iniciales, como es habitual, para la felicitación del Año Nuevo, y la Marcha Radetzky, la pieza más célebre del padre de los Strauss.
Javier Pérez Senz
El Concierto de Año Nuevo se celebró por primera vez el 31 de diciembre de 1939 bajo la dirección de Clemens Kraus, con obras de Johann Strauss en un programa monográfico que concluyó con la obertura de la opereta El Murciélago. Dos años después, el 1 de enero de 1941, ya fue bautizado como Concierto de Año Nuevo, siendo dirigido por Clemens Krauss hasta su muerte, excepto en dos ediciones en las que corrió a cargo de Josef Krips.
A partir de 1954, el concertino de la Filarmónica de Viena, Willi Boskowski, asumió la dirección del concierto durante 24 años. Boskowski introdujo en 1958 la costumbre de acabar el concierto con el más emblemático vals de Johann Strauss hijo, A orillas del bello Danubio Azul, y la Marcha Radetzky, la más conocida pieza del padre de los Strauss. La popularidad del concierto se multiplicó a partir de 1959, cuando empezó a ser transmitido por televisión.
Después de la retirada de Boskowski, en 1979, tomó las riendas Lorin Maazel, entonces director de Ópera Estatal de Viena. A partir de 1987, cuando la orquesta invitó a Herbert von Karajan, los responsables de la Filarmónica decidieron invitar cada año a un director diferente, abriendo una galería por la que han desfilado Claudio Abbado, Carlos Kleiber, Seiji Ozawa, Nikolaus Harnoncourt, Georges Prêtre, Riccardo Muti, Mariss Jansons, Franz Welser-Möst, Daniel Barenboim y, naturalmente, Zubin Mehta, que es, tras Kraus, Bowskowski y Maazel, el cuarto director que más veces ha dirigido el concierto.
Tras la muerte en 2014 de Claudio Abbado y Lorin Maazel, Mehta representa, junto a colegas como Riccardo Muti y Daniel Barenboim, que triunfó en la pasada edición del Concierto de Año Nuevo, el mejor espíritu de la tradición y la identificación con el sonido y la personalidad de la Filarmónica de Viena, sea interpretando las sinfonías de Beethoven, Brahms, Schumann, Schubert, Bruckner y Mahler, o con la deliciosa música de los Strauss, que llevan en la sangre.