Es muy importante tener en cuenta que este barrio no está especialmente dotado, o mejor preparado que otros, en eso de la participación. Los ciudadanos y los grupos aprenden a participar en un proceso continuo, que requiere instrumentos y canales que la hagan posible
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Los objetivos que nos hemos marcado se basan en las necesidades de la gente, de la vecindad, y la posibilidad de conseguir los objetivos propuestos, por muy difícil que parezca. La Casa de Cultura, la Escuela Pública, el Polideportivo Etxadi, la Plaza de Munto, el Bosque de Miramón, estaban ahí, la necesidad era evidente, el objetivo posible, había que habilitar la toma de decisiones y potenciar la capacidad de influencia de un colectivo barrial en marcha.
Si la actividad humana, dice Hannah Arend, tiene tres niveles, labor, trabajo, acción; es este tercer nivel, el de la acción, política -deletreando a Arend-, el que permite el salto del deseo a la realidad material.
La participación, en Aiete, es un proceso, tanto de gentes individuales, como de grupos y asociaciones colectivos, en el que todos aprendemos a estar y a participar.
En este proceso, participación y toma de decisiones, las personas individuales y los grupos sociales, diferentes, a veces contrapuestos, que existen en el barrio, hacen valer su autonomía, la utilizan como ariete y enriquecen su capacidad para actuar. Así consiguen cambiar una situación de erial, en lugares que rodean la felicidad pública.
La participación jamás es una meta, una consigna, un punto programático, habitual en el lenguaje de los partidos políticos actuales; es una herramienta popular que se concreta, en nuestro caso, en el barrio y requiere tener el oído en la piel de las personas, el corazón latiendo vivamente y la inteligencia para actuar. Este saber hacer es el resultado de la sabiduría colectiva que facilita los instrumentos de lucha, y abre canales en las resistencias de los poderes, que están para que nada cambie.
Dicho de otra manera, cuando hablamos de participación comunitaria, pensamos en un proceso dinámico, en el que una parte del barrio o de alguno de sus colectivos, va asumiendo parcelas de interés, que tienen que ver con necesidades vecinales: cultura, enseñanza, deporte, plazas, espacios públicos bellos.
La necesidad vecinal en este momento, el afán del barrio, es la salud.
Y ese afan, es nuestra tarea.
La necesidad está ahí, Lantxabe y la vecindad organizada le dan “impulso” externo.
El objetivo es la promoción de la salud, la educación para la salud, la salud, el centro de salud. En este proceso se potenciará la capacidad de personas del barrio (médicos, arquitectos, expertos, profesores) y grupos (colegios, asociaciones, centros culturales) para el abordaje de este objetivo primario.
Y se conseguirá.