Sorprende la alegría con la que los partidos políticos de siempre reciben las noticias relacionadas con supuestas irregularidades de Podemos o de IU. Antes incluso de verificarlas mínimamente se lanzan a los mítines y a las tertulias televisivas para proclamar que son como ellos. ¡Sois como nosotros!, gritan con un alborozo que nos sume en la estupefacción. Las manifestaciones de contento frente al menor indicio de que se pueda coger con las manos en la masa (en la masa donde ellos ya tienen las suyas) a un dirigente de la nueva formación, rebasan lo humanamente inteligible. Con independencia de que para alcanzar el grado de corrupción del PSOE de Felipe González, el de los ERE subvencionados por la Junta de Andalucía, o el de la Gürtel del PP, se requieren unas aptitudes de las que muy pocos disponen, lo verdaderamente llamativo es que no sepan disimular su regocijo frente a lo que sumiría en la tristeza a cualquier persona sensata. Si mañana Pablo Iglesias o Alberto Garzón atropellaran, intencionadamente o no, a una pobre anciana en un paso de cebra, les harían una fiesta, quizá modificaran las leyes para que pudiera formar parte del Consejo de Estado.
¿No se dan cuenta de lo que dicen de sí mismos al hablar así de los otros? Luego está el asunto de Venezuela como proyecto oculto del pérfido Monedero, cuando lo único evidente es que Rajoy nos ha convertido en Argentina con su programa acelerado de destrucción de las clases medias.
de una columna de Juan José Millás 27 FEB 2015