Pasado el verano, allá por el mes de noviembre, cuando la negra noche de nuevo caiga temprano, sobre los jardines de Aiete, la vecindad volverá a pedir que los responsables municipales, enciendan las luces de las farolas que dan luz a las veredas más transitadas
¿Serán los mismos servidores públicos -testarudos, tercos, empecinados, inflexibles, obcecados, tenaces, contumaces, pertinaces, obstinados y reacios- que lo han sido este pasado invierno?
Dice el consistorio que Donostia está bien iluminada, y hasta hace unos años sobreiluminada; que los niveles de luz superaban ampliamente las recomendaciones europeas y el Consistorio ha ido reduciendo el alumbrado de la ciudad con un doble objetivo: aumentar la eficiencia energética y reducir la contaminación lumínica.
Pero la gente de Aiete sólo pide que se de luz a cuatro farolas y no significa ni incremento del gasto, ni de la contaminación lumínica, simplemente poder ver el camino que pisamos ¡O es que en Aiete no se pagan impuestos!
El Alkate Jauna ha perdido la visión, las farolas de Aite le han cegado cual Diógenes errante. Nunca alzarán sus luces hacia el insondable firmamento pues las cuatro farolas son como Agujeros Negros perdidos en un parque galaxia. Pobre Alkate que no consigue la fórmula para desentrañar este tremendo problema. Quizás, cuando recobre la luz mental en Mayo, después de recuperar su libertad, se acercará al parque para llorar, al ver que otros desentrañaron el enigma de las farolas y estas le reirán a la noche, sin miedo, la nueva imagen. Gracias Alcalde, por todo lo que no has podido hacer y que no harás pues otros resolverán este inmenso problema y esos Agujeros Negros, al fin, cederán su energía retenida, desapareciendo entre la luz y la noche, uniéndose con el resto de luminarias para marcar una senda que nunca debió perderse.