En recuerdo de Eduardo Galeano
En 1975, el rey de Marruecos invadió la patria saharaui y expulsó a la mayoría de la población. El Sáhara es, ahora, la última colonia de África.
Marruecos le niega el derecho de elegir su destino, y así confiesa que ha robado un país y que no tiene la menor intención de devolverlo.
Los saharauis, los hijos de las nubes, los perseguidores de la lluvia, están condenados a pena de angustia perpetua y de perpetua nostalgia. Las Naciones Unidas les han dado la razón, mil y una veces, pero la independencia es más esquiva que el agua en el desierto.
Mil y una veces, también, las Naciones Unidas se han pronunciado contra la usurpación israelí de la patria palestina.
«Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»; serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma; los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar; seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuanto hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo; la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este jodido mundo, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.
Quizás, este mundo está embarazado de ese mundo, el mundo que palabra a palabra delineaste, tú mundo Eduardo. Pero sin ti, será mucho más difícil el parto de ese otro mundo posible.