Y por allí, como una brisa de primavera, nos colamos las más de cien personas invitadas a su agradable, cordial, sencilla y simpática charla
Lola Arrieta presentó a Jon Begiristain como un arquitecto, formado en las ETSA de San Sebastián, ETSA Barcelona y en la FAU do Porto; como profesor de la ETSA de San Sebastián desde 1996; como arquitecto socio-fundador del colectivo M-etxea, y como padre de la pasarela que unirá el Bosque de Miramón con el barrio de Amara y la ciudad llana
Pero ni ella, ni los demás, conocíamos su alma de artista y su amor por el movimiento Bauhaus, aunque teníamos referencias. No fue casualidad que antes de entrar en el salón de actos hiciera las migas que se pueden ver en la foto, con José Pizarro, arquitecto ilustre y, profesor como él, de la escuela de arquitectura; con José Ramón Marticorena, antiguo delegado de Urbanismo en Gipuzkoa, y con la propia Lola Arrieta.
Jon, primero en euskera y después en castellano, empezó diciéndonos que el nombre Bauhaus deriva de la unión de las palabras en alemán Bau, «construcción», y Haus, «casa»; y continuó irónicamente dictando que, a pesar de su nombre y del hecho de que su fundador fuera un arquitecto, Walter Gropius, la Bauhaus no tuvo un departamento de arquitectura en los primeros años de su existencia.
Las propuestas y declaraciones de la Bauhaus, empezó diciendo Jon, participaban de la idea de una necesaria reforma de las enseñanzas artísticas como base para una consiguiente transformación de la sociedad burguesa de la época, de acuerdo con el pensamiento socialista de su fundador. La primera fase (1919-1923) fue idealista y romántica, la segunda (1923-1925) mucho más racionalista y en la tercera (1925-1929) alcanzó su mayor reconocimiento, coincidiendo con su traslado de Weimar a Dessau. En 1930, bajo la dirección de Mies van der Rohe, se trasladó a Berlín, por imposición de los primeros gobiernos locales nazis.
De entrada nos aclaró el profesor que, La Bauhaus sentó las bases normativas y patrones de lo que hoy conocemos como diseño industrial y gráfico; puede decirse que antes de la existencia de la Bauhaus estas dos profesiones no existían tal cual y fueron concebidas dentro de esta escuela. Sin duda la escuela estableció los fundamentos académicos sobre los cuales se basaría en gran medida una de las tendencias más predominantes de la nueva Arquitectura Moderna, incorporando una nueva estética que abarcaría todos los ámbitos de la vida cotidiana: desde la silla en la que, al leer esta nota, estamos sentados; hasta la página del periódico o el libro que acabamos de dejar o leeremos después.
Siendo director Ludwig Mies van der Rohe, la escuela sufrió un creciente acoso del Nacional Socialismo, debido a que la ideología Bauhaus era vista como comunista, internacionalista y judía. Los nazis terminaron cerraron la escuela.
Los integrantes de la misma, refugiados, se dispersaron por todo el mundo, principalmente en Estados Unidos, pero también en la Unión Soviética, para seguir con sus ideales.
Fue escuela de arquitectos, pintores, fotógrafos, diseñadores
Jon dividió la charla en cuatro espacios.
El primero, muy intenso y atractivo, estuvo destinado a los precedentes de la Bauhaus. Se apoyó en un amplio despliegue gráfico de fotos, dibujos, diseños, pinturas.
La fundación de la Bauhaus se produjo en un momento de crisis del pensamiento moderno y la racionalidad técnica occidental en el conjunto de Europa y particularmente en Alemania. Su creación se debió a la confluencia de un conjunto de desarrollo político, social, educativo y artístico en las dos primeras décadas del siglo XX. El año clave, por la fuerza del destino, (no empleó estas palabras) fue 1907.
Es muy gráfico y representativo comparar la charla de la semana pasada, la de Sergio Pedrouso, sobre Wagner y Luis II de Baviera, el cargante rococó de los salones de Luis II de Baviera, con la lección de ayer sobre la funcionalidad de la escuela Bauhaus. Sergio, nos proyectó aquellas imágenes acompañadas de la música de Wagner; Jon, lo hizo con fotografías de muebles, figuras, casas, esculturas, en las que se podía leer el Jazz
En una segunda parte nos habló del movimiento Bauhaus, por el que el profesor, era evidente, siente una gran admiración.
En definitiva, la Bauhaus, es un canto a la creación artística que no tiene barreras y a la libertad, tantas veces ajusticiada por los poderes negros e irredentos. El autoritarismo deja la cultura agostada, apergaminada, ajada, amarilla.
Gropius al unir la Escuela de Bellas Artes con la Escuela de Artes y Oficios, quiso representar la necesidad de incorporar el arte a la vida de forma íntegra. Una de las personas asistentes, quizás con envidia, preguntó a Jon si nuestras escuelas de formación profesional, antes de artes y oficios, podían ser o haber sido nuestras particulares Bauhaus.
A Jon le gusta Paul Klee -cuyo museo en Lucerna, incoherentes con nuestros ciclos de literatura y cine, no visitamos, cuando viajamos a esa ciudad, hace un par de años-. Paul Klee fue profesor en la Bauhaus. Su enseñanza se basaba en las formas elementales, de las que, según él, se derivaban todas las demás. El arte debía descubrir esas formas, desvelarlas, hacerlas visibles. Y nos iba mostrando obras suyas como ejemplo. (La de Jon fue como una concienzuda clase que nos fue apasionando según pasaban sus transparencias en la pantalla).
En 1922 Kandinsky se incorporó al proyecto. A Jon no le convence el pintor ruso, pero nos habló de su obra y nos dijo que sustituyó a Schlemmer en el taller de pintura mural y dio clases con Klee en el curso de diseño básico.
Otro protagonista de la sugestiva charla fue Ludwig Mies van der Rohe. Nos presentó varias obras suyas, entre otras el Monumento funerario –construido en Berlín en 1926- a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, que fueron asesinados el 15 de enero de 1919. El monumento fue demolido por Hitler.
En 1933 el partido nazi decide cerrar la escuela Bauhaus a Berlín
El tercer espacio de la charla, lo describe Jon como gran experimento vital de una pequeña comunidad de jóvenes que, tras la quiebra del viejo orden y la traumática experiencia de la recién acabada Primera Guerra Mundial, se lanzó llena de entusiasmo a la construcción de una utopía social, de nuevas formas de convivencia.
Nos describió y pasó fotos de las legendarias fiestas en la Bauhaus, fiesta blanca, fiesta del metal, fiesta de los cometas, casi siempre de disfraces, en cuya organización y diseño se trabajaba durante semanas (Una de las diapositivas nos presenta un elefante, en el centro de la imagen, que Jon aclaró no era de verdad). Las fiestas tenían una doble intención: por un lado fomentar el contacto entre la escuela y la población para aplacar los recelos que generaba la institución en la población y, por otro, propiciar el trabajo en equipo y de cooperación y servir de catarsis ante las tensiones y conflictos que se originaban en la Bauhaus como resultado de la estrecha vinculación entre trabajo y vida privada.
(También nos proyectó el calendario semanal de trabajo: las clases empezaban a las 8 de la mañana y terminaban a las 10 de la noche. Por supuesto se vivía en régimen de internado)
Además de estas fiestas oficiales, cualquier acontecimiento era igualmente susceptible de desembocar en una celebración: la finalización de un tapiz, la adquisición de la nacionalidad del matrimonio Kandinsky, o el nacimiento de un niño. (Sobre este asunto también intervino, desmitificando la idea de comuna libertaria que se tiene de la Bauhaus)
El cuarto espacio lo dedicó a la Nueva Bauhaus.
Tras 1933 gran parte de los integrantes de la Bauhaus marcharon hacia los Estados Unidos en donde se desarrolló una especie de continuación de la Bauhaus hasta la Guerra Fría y, principalmente a Rusia, como hemos adelantado, dónde los cambios normativos en la Unión Soviética, les asfixiaron. Pero la influencia del movimiento Bauhaus fue ya permanentes.
La Bauhaus influyó poderosamente en la Arquitectura Moderna
Le Corbusier -aquí si que no fallaron los viajeros de Lantxabe al desviarse de su itinerario más corto y visitar la capilla de Ronchamp- y Frank Lloyd Wright fueron inspirados por este movimiento y plasmaron sus obras en Europa y EEUU. Estas dos personas, junto con Gropius y Miës van der Rohe son considerados como padres de la Arquitectura Moderna y sus hermosas edificaciones siguen asombrando al mundo entero.
Su huella está también presente en nuestra ciudad.
Tras alguna intervención Jon, dijo convencido, que el edificio del Naútico nada tiene que envidiar a la emblemática Villa Saboya de Le Corbusier