Las viñetas de Olariaga, como las de otros muchos autores gráficos, son cargas de profundidad con un alto contenido filosófico, político, social.
Hobbes es uno de los pocos autores que cuando habla de naturaleza humana o de los hombres se está refiriendo a la especie humana y por tanto no está estableciendo ninguna exclusión por género.
Hobbes, 1640, Elements of Law 4, va exponer los planteamientos iniciales en torno a la igualdad en el estado natural de hombres y mujeres .Considera un estado natural en el cual todos los hombres y mujeres son iguales. Y se dan situaciones de sumisión y de dominio, estas no son justificadas como una regla de la naturaleza si no que son artificiales, en la medida en que son creadas por los mismos individuos.
Hobbes, sin pretenderlo, porque se puede dudar que lo tuviera presente en sus reflexiones, da una justificación al matriarcado vasco, pues al explicar sobre la sujeción de los hijos plantea, de entrada, una revisión a la común aceptación del derecho del paterfamilias sobre sus descendientes. Para Hobbes este dominio del padre sobre sus vástagos no se produce por efectos de una ley natural, sino como producto de un convenio. Si por derecho natural hay un dominio y una sujeción debida, este derecho le pertenece a la madre.
Para entender el derecho que un hombre o una mujer tienen sobre su hijo, hay que considerar dos cosas: primero, qué título tiene la madre o cualquier otro originalmente sobre el niño recién nacido; segundo cuál puede pretender el padre o cualquier otro hombre en relación con la madre». Resulta claro para Hobbes que en la empresa de constituir un nuevo fundamento del Estado, es necesario romper con las antiguas presuposiciones sobre el estado natural. Uno de los pocos filósofos consecuentes lógica y teóricamente con su afirmación sobre la igualdad de los «hombres», pone en entredicho la sujeción «natural» de los hijos al padre. Su revisión es total y absoluta, si el dominio de los padres sobre sus hijos ocurre, éste se da por consentimiento de la madre.
Hobbes, fiel al principio de demostración científica basado en la matemática y característico de su época, va a argumentar que el derecho del pater familias es menos claro que el principio geométrico de la suma de los ángulos de un triángulo. «Todos los que hasta el presente han tratado de afirmar el dominio del padre sobre sus hijos no han aportado más argumento de la generación; como si fuese evidente por sí mismo que lo que yo he engendrado es mío; procediendo como alguien que pensase que, si se supone un triángulo, aparecerá inmediatamente sin ulterior razonamiento que la suma de sus ángulos equivale a dos rectos»
Para confrontar esta idea prosigue poniendo en entredicho la primacía masculina y va a afirmar por una parte, que en el estado de naturaleza hombres y mujeres son iguales, y por otro lado, que en ese mismo estado de naturaleza el niño nace en poder de la madre.
«Además, en el estado de naturaleza no se puede saber quién es el padre de un hijo a no ser que así lo declare la madre. es por lo tanto de quien la madre quiere que sea; en consecuencia es de la madre. Así pues, el dominio original sobre los hijos pertenece a la madre”
En el argumento de Hobbes se añade que la preeminencia del sexo masculino no es una constante universal, pues no todas las sociedades han sido dominadas por los hombres. «Las amazonas, por ejemplo, pelearon contra sus enemigos y dispusieron de la prole a su arbitrio; e incluso hoy en muchos lugares hay mujeres que tienen el poder supremo. Y de sus hijos no disponen sus maridos sino ellas mismas, cosa que hacen por derecho natural, porque quien tiene el poder supremo no está obligado a las leyes civiles…»
Es claro, pues, que para Hobbes no existía la legitimación de la sumisión de la mujer frente al varón como producto de una ley natural, si existe la discrimanación es como resultado de un dominio artificial, y, desde luego, revocable, como nos recuerda Olariaga en su viñeta.
Se toma prestado de Rosalba Durán Forero, de la Universidad de Antioquia
Ninguna hembra de ninguna especie necesita «hacerse desear» por el macho. Está en la naturaleza que el macho desee y busque a la hembra…sin florituras.
Las florituras se las ha inventado la sociedad para alienar a la mujer.
Por cierto, el pavo real que despliega sus plumas de colores…¡es el macho!
Y el león para atraer a la hembra…¡ruge!
Y qué cuenta Gallastegi de las malvices (Esas sí que son hembras!)
Y…¿sigo?
Curiosamente, son las mujeres «altas», -de más de 1,70- las que gustan de ponerse taconazos.
Y las rubias se tiñen el pelo de castaño y las que tienen melena se ponen un corte «bob» y las fermosas quieren adelgazar y las flacas quieren engordar.