En mi infancia los grandes cómicos del cine mudo o habían sido cruelmente jubilados por el sonoro o estaban de retirada aunque se hubieran adaptado a él. Pero recuerdo haber visto gran parte de su cine en la pantalla grande o en ciclos que les dedicaba la televisión. Y además de reírme mucho llegué a enamorarme de algunos de ellos. Antes de saber que su cine contenía algo llamado poesía, épica y una observación profunda de la condición humana.
Como casi todo el mundo adoré -y adoro- a Charlot. Tengo en mi cabeza obras maestras como El chico, La quimera del oro, Tiempos modernos, Luces de la ciudad o algunos cortos magistrales. Hace unos días, en el restaurante Narru del paseo de La Concha, lugar elegido para la despedida del ciclo de literatura y cine dedicado a Alemania, Lola y Juan protagonizaron la magistral secuencia del barbero judío en El gran dictador.
Siento también un amor incondicional por todo el cine de Keaton. Además ser uno de los creadores visuales más grandiosos de la historia (Hitchcock sería el otro) su hierático personaje me resulta tan divertido como excepcional. Es admirable su pureza, su determinación, su imaginación, su capacidad de supervivencia, su tenacidad, su lógica surrealista. Vuelvo una y otra vez a lo largo del tiempo a la obra de Keaton y la vieja admiración permanece inalterable. Todo su cine lleva la marca de un genio. Y además, quiero a ese tipo que nunca sonreía. Y sigo envidiando a los espectadores que le descubren por primera vez. Quiero pensar que aquel cine con el que hemos disfrutado tantas generaciones mantiene su encanto para mucha gente joven. Y me gustaría ver las reacciones de los críos ante Keaton y Chaplin, en una sala grande y a oscuras. ¿Es misión imposible unas series programadas para el Centro Cultural de Aiete?.
Recuerdo también a Jacques Tati y Las vacaciones del señor Hulot. Siempre me hizo sonreír ese señor francés que se inventó un cine y un personaje sin referencias, enteramente suyo, con un sello inmediatamente identificable. Y esa sonrisa no se me borra. Y es humor blanco, original, inteligentemente naif, tierno, con gags memorables, atmósfera, escasez de diálogos, imágenes puras. Pero también me pregunto si un personaje así tiene sitio en la programación actual de ciclos de aficionados como en el que protagoniza Lantxabe
Me parece una idea excelente. Si siempre ha sido necesario reir, la situación actual es la idónea para practicar todo tipo de risas que nos ayuden a olvidar, momentáneamente, lo que diariamente vemos.Una buena programación, bien difundida, de seguro que atraerá a bastante público no asiduo a las sesiones actuales. Igual tenemos que volver a releer el magnífico ensayo de Bergson titulado » la risa «, para actualizar nuestras ideas acerca de este fenómeno que hasta algunos primates, primos nuestros, hacen uso del mismo. Siguiendo con la idea expuesta ¿Por qué no pensar también, por ejemplo ,en un ciclo de cine negro de los John Huston , Orson Welles, Hitchcock …etc, que bien podrían ser acompañados de excelentes novelas al respecto ?. Animo y que el ocurrente afeitado acharlotado nos conduzca a nuevas y fructíferas ideas.