En su centenario, presentamos la referencia universal al juego de bolos en Aiete

bolosRecordamos esta obra centenaria con el Bolatoki de Aiete recién inaugurado

Es el cuadro de Joaquin Sorolla “Los bolos, Gipuzkoa” (obra de 1914).

Es un gran lienzo, de 230 x 352 cm, pintura al óleo sobre papel

La pintura arrastra una curiosa polémica técnica en el barrio y más allá.

El debate ha surgido sobre la ubicación del lugar elegido por el pintor y la personalidad de la modelo.

En una entrada de esta web fechada el18 mayo 2013 se dice que es una vista tomada dese el emplazamiento del viejo caserío Katxola (antes de su traslado) pero, salvo que se trate de un licencia del artista, desde aquel lugar no se ve el monte Igeldo, aunque la apuesta por Katxola cuenta con la ratificación de la la familia Erdozia (carnicería en la calle Easo 63, Donostia). En efecto el dueño confirmaba a esta publicación que el pretil donde está sentada la aguadora pertenecía al caserío Katxola.

En otra web, Arantza Zamora, afirma que la mujer del cuadro es Joshepa Arriarán Echeverría, del antiguo caserío Erramundegi. Arantza es nieta de Joshepa. Este caserío estaba muy cercano al actual emplazamiento de Katxola, muy lejos del lugar en el que ahora validamos se pintó el cuadro, que no es otro que el caserío Santa Teresa.

Santa Teresa era el centro de las fiestas de Aiete a principios de siglo, la sidrería más activa y tenía su propia bolera.

El pretil de la aguadora existía también en las proximidades de la sidrería, balcón que ofrece el fondo del cuadro.

Para representar al País Vasco, en la Colección de la Hispanic Society of America, que reúne 14 paneles pintados por Joaquín Sorolla, cuyo fin era decorar la biblioteca de esta institución americana con sede en Nueva York, Joaquín Soroya eligió, en un marco rural vasco, una escena del juego de bolos con el monte Igueldo al fondo, y lo tituló “Los bolos, Gipuzkoa”

En el lienzo aparecen un conjunto de baserritarras apostando en un juego de bolos. Un joven se ha subido encima de un pequeño muro para asegurarse de que nadie hacia trampas, pero le distrae de su deber la joven muchacha que está sentada en el mismo murete. Ella aparece en la escena con un cubo de agua. En un segundo plano, vemos un carro varado.

Pues bien esta joven mujer, 15-16 años en ese momento, es la madre de las hermanas Lopetegi, que viven en la casa azul clarito Antoniene, próxima a La Cumbre, frente a la tienda de los Amuchastegi (la de nuestro Antxon recientemente fallecido). Las hermanas Lopetegi andan por los 90-95 años y nos relatan los recuerdos de la amá que posó para representar a la joven del cuadro, en las fases finales de la pintura. Ella tenía que acudir cuando le llamaba Sorolla y, nos dicen, se aburría soberanamente. El lienzo se pintó en la terraza que tenía vistas a la bahía. Era una pose que no le gustaba nada. También relató que los otros modelos eran los hombres que trabajaban en los diferentes caseríos del barrio.

Sorolla se esmeró muchísimo en pintar una geografía que representara la esencia del País Vsco, y además, para representar el clima optó por la representación de nubarrones preñados de lluvia que complementan los troncos y las hojas verde oscuro de los plátanos medio escondidos -típicos de sidrerías como Munto- que imprimen al cuadro un ambiente pesado.

En cuanto a los estereotipos psicológicos a los que recurrió Sorolla, el pintor hace un guiño humorístico y presenta a los hombres concentrados en sus apuestas en un juego de bolos e ignorando completamente (a excepción de uno) la belleza de la joven muchacha.

En cuanto al color, al artista se mueve en gamas más tenues, menos contrastadas, donde se entabla una solidaridad cromática entre la camisa y el pañuelo de la mujer y la brillante camisa del jugador de bolos, entre el rojo de la falda y el rosa de la camisa del chiquillo.

El cuadro, en fin, es una demostración por parte de Sorolla, de su conocimiento de la cultura clásica y de ahí la posición del que lanza la bola, tan semejante al Discóbolo de Mirón, o bien la actitud de Kouros que posee el joven que mira a la mujer.

Joaquín Sorolla conocía el País Vasco.

En el verano de 1906 se instala en Biarritz y San Sebastián para pintar playas y escenas de costa. En 1910 viaja a Zarautz, donde Sorolla retrata a su familia en la playa y, a causa del tiempo cambiante, pinta escenas de interiores de tabernas con pescadores bebiendo.

En 1911 veranea por primera vez en San Sebastián tras regresar de San Luis y Chicago, en donde la Hispanic Society de Nueva York había organizado, con gran éxito, su segunda exposición itinerante. En 1912 pasa la primera quincena de julio en Biarritz pintando los retratos de Archer M. Huntington, fundador de la Hispanic Society of America de Nueva York, y de su esposa. El resto del verano se instala en San Sebastián, desde donde viaja para hacer estudios de tipos del Roncal con destino al panel dedicado a Navarra de la Hispanic Society. Durante la primera quincena de septiembre de ese mismo año pinta en la localidad vizcaína de Lekeitio.

En 1914 regresa a Donostia con su familia para terminar Los bolos, Gipuzkoa.

En 1917 pasa el verano con su familia en Villa Sorolla, situada en la carretera del faro, en las faldas del monte Igueldo de San Sebastián. También se instala allí el siguiente verano, tomando numerosos apuntes y pintando escenas de playa y del entorno de la ciudad, y una veintena de obras con el rompeolas y el monte Ulía al fondo como tema, que reflejan con pincelada suelta diversos estados del mar y del paisaje costero.

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