La recogida de la manzana ha sido siempre motivo de fiesta en nuestros caseríos.
Antaño cuando llegaba la época de la manzana, todos participaban, personas mayores, niños, mujeres y hombres, trabajaban en la recolección y al final se bailaba el «Baile de las manzanas».
En la foto vemos la particular «Sagardantza» de los recolectores. Fue un acto espontáneo para dar suelta a la emoción de un trabajo comunitario y solidario bien hecho. A todo ello ayudaron los sones de la trikitixa y el entusiasmo de todos pero, especialmente, el de Angel Alberdi.
Las furgonetas y los camiones han tomado el relevo a los animales, pero las personas seguimos disfrutando de este modo atávico de recolección de manzana para conseguir la sidra.
Se puede decir que el caserío, la vida rural, desaparecen de forma inexorable en toda Europa, y Aiete es un buen ejemplo. El caserío ha sido pasto de la reciente urbanización del barrio. Pero las labores rurales cuentan con la empatía de cualquier persona que conserve su identidad.
Debajo de aquellos jóvenes pero espléndidos manzanos, se respiraba libertad, armonía, auzolan (trabajo comunitario), cada uno era feliz a su manera, pero todos, niños, mujeres, hombres, todos, sentíamos la alegría de estar allí en cada poro de nuestra alma.
Fue una radiante mañana, cogiendo las sagarras que caían de aquellos pequeños árboles, preñados de buena manzana, animados por las trikitixas, y después el baile y el amaiketako, viviendo así, sin ser demasiado consientes, las antiguas tradiciones del caserío y la vida rural.
Hicimos festivo el trabajo de la sidra, nos lo tomamos como una actividad lúdica, disfrutamos de nuestro tiempo, ¿Por qué el resultado de esta acción no va a ser una buena sidra?. La manzana de Ekogune es extraordinariamente sabrosa y variada, fue recogida en las mejores condiciones, algunas tenían algún golpe o estaban picadas por los pájaros; otras, la mayoría, habían caído del árbol sacudido por Angel, pero todas con el nivel de sequedad exigido.
Se utilizaron dos maneras de recoger la manzana, a mano y con kizkiza, y se utilizaron los característicos cestos («kopa-saskia«) de castaño. Cuatro de estos cestos llenan un balde de unos 55 kgs y con 6 de estos baldes la furgoneta (Ya hemos dicho que, signo de los tiempos, no utilizamos el carro o gurdi tirado por la típica pareja de bueyes). Por kla misma razón transportamos en baldes, en vez sacos, las sagarrak desde el pequeño manzanal de Ekogune, hasta Añorga y, en octubre, desde Añorga a Katxola, para hacer la sidra que la propia vecindad consumirá, allá por el mes de marzo.