5 comentarios en “La conquista de Pizarro (Alierta mediante)”
Los negocios de Pizarro
Pizarro está orientado a estar donde hay mucho dinero, pero de otros. Primero en Endesa levantó la liebre de la Opa, y al final el socio mayoritario es italiano. Despreciando ofertas mejores en España, luego le echaron de la empresa pero con un contrato blindado de 29 millones de euros. Y eso que su formación académica es abogado del estado, y Máster en economía. Es un trepa que ha sabido rentabilizar muy bien todo, además de advenedizo. Desde la política ha sabido manejar los hilos de la influencia y se ha colocado ganador de todo, pero con la riqueza de los demás. Y al final le come la cabeza al anterior presidente del Corte Ingles y como haciéndole un favor se deja querer mucho y el Sr Isidoro Alvarez le encarga a su sobrino que le ponga de adjunto a la presidencia, y se coloca en el podium de los magníficos.
Pizarro mantiene una estrecha relación con Alierta, presidente de Telefónica (nombrado por Aznar)
Tal y como contó Vanitatis el pasado mes de marzo, Barcina está “locamente enamorada” de Pizarro, expresidente de Endesa y consejero de El Corte Inglés
El noviazgo de la pareja se descubrió el pasado verano. Barcina, en lugar de estar en Pamplona entonando el “Pobre de mí”, viajó hasta Ibiza para pasar unos días con su novio. La presidenta de Navarra y Pizarro comenzaron su relación en noviembre de 2013 y lograron ‘esconderse’ durante ocho meses.
La otra noche salí con una amiga del alma a celebrar cualquier cosa que se nos ocurrió. Después de la cenita rica en un sitio bonito hablando de lo divino y de lo humano, había que tomar un copazo para no volver demasiado pronto a casa; ya se sabe, luego hay que aguantar el consabido: “Uy, qué pronto has vuelto, ¿te aburrías o qué?”, así que nos fuimos a un pub de moda a libar con comedido desenfreno sendos gintonics de diseño. Sentarse a una mesa es error de principiantes, así que nos apalancamos en los taburetes de la barra, siguiendo la música con los pies y al personal con los ojos, porque lo que es hablar era desde todo punto imposible excepto por lenguaje de signos y no era nuestro fuerte.
Al poco rato se nos acercó una pareja de dos hombres que, como quien no quiere la cosa, nos sacaron la foto de arriba abajo y decidieron que valía la pena hacer el esfuerzo de intentar pegar la hebra con nosotras. El más lanzado –siempre hay uno que hace de ariete – tiró a puerta sin preámbulo alguno: “-¿Qué, sois de por aquí…?.
Les dijimos que no, que no éramos de por aquí sino de un poco más lejos.Los tipos nos dirigieron la típica mirada apreciativa (que no nos apreciaba en absoluto) y se dieron media vuelta sin decir ni esta boca es mía, que total, para qué…
Mi amiga y yo soltamos la carcajada al unísono y cuando ya nos íbamos a lanzar juicios temerarios acerca de la poca gracia y salero que tiene el hombre de estas latitudes para ligar, se nos acercó un morenazo bien guapo y, mientras nos lanzaba su perfume varonil, mitad acqua brava mitad cerveza de barril y dirigiéndose exclusivamente a mi amiga (que obviamente es la guapa de la cuadrilla) le empezó a dar la vara en plan “adivina de dónde soy y lo contento que estoy de conocerte”. Mi amiga –educada en las monjas- le contestó que no sabía de dónde era pero que probablemente de muy lejos y me miró a mí como diciendo, mira, que aquí está mi amiga y no pensarás que voy a dejarla de lado para hablar contigo de geografía. Pero el tío como si nada, oyes, dando la brasa con requiebros pseudo etílicos y entonces yo, incómoda y violenta, le dije: “oye, perdona, pero ¿te parezco invisible?” y el tipo ni mirarme, certificando mi impresión de invisibilidad y requebrando a mi amiga ya lanzado en tromba y ante el desconcierto de ella y la incomodidad mía pues le metí el corte, en plan de oye, tío, que estamos aquí hablando las dos y nos estás dando la brasa.
Que conste que mi amiga no dijo nada, fui yo la que me eché a la yugular porque todavía quedan demasiados hombres que se piensan que cuando hay dos mujeres solas ellos tienen derecho a “elegir” a la que más les agrada, entrar a por uvas y que la otra, se vaya al baño y luego a su casa dejándole el terreno expedito para sus patéticos avances de conquista.
Luego me sentí un poco mal, pobre hombre, pensé, si él lo único que quería era un poco de conversación y fue sincero, ya dijo que era casado y con dos hijos, pero como su mujer estaba lejos pues…¡a ver qué iba a hacer él!
Ana Larrabeitia
Pocos días antes de que se conociera el fichaje de Yolanda Barcina como consejera independiente de Movistar+, la televisión de pago de Telefónica, se filtró la otra parte del pack-oferta de Telefónica, política habitual en la operadora: si por el PP-UPN iba a entrar la expresidenta de Navarra, por el PSOE ingresaría Trinidad Jiménez, exministra socialista, clave en las etapas de Felipe González y de Zapatero. Iría al puesto de Rodrigo Rato en la parte internacional de Telefónica.
Se reiteraba así la jugada de anteriores ocasiones: Javier de Paz, el amigo íntimo de Zapatero, y Eduardo Zaplana, expresidente de la Generalitat Valenciana y exministro de Trabajo con el PP. En tiempos más lejanos, Narcís Serra (PSOE) o Jacobo Timmermans (PP). O más recientemente, ya con Rajoy, Alierta incorporó al área jurídica a Iván Rosa, marido de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, y en zonas más modestas a la mujer de Eduardo Madina, entonces esperanza blanca del socialismo.
La lealtad entre Pizarro y Alierta es de lo poco que ha sobrevivido a los tiempos del inicio del capitalismo de amiguetes, aquel de la primera legislatura de José María Aznar, cuando se privatizaron las principales empresas nacionales y el banco público Argentaria.
Al frente de cada privatización, Aznar y Rodrigo Rato colocaron a sus amigos. Del ex vicepresidente económico que lideró el proceso, Rodrigo Rato, se sabe cada día en la prensa. Del resto, unos cuantos se han quitado del medio como Juan Villalonga (Telefónica) o Francisco González, el hoy presidente del BBVA, que hace tiempo olvidó quién le puso al frente de Argentaria. Frente a tantos avatares, la relación César Alierta-Manuel Pizarro sigue siendo la de dos buenos amigos, en las duras y en las maduras.
Pizarro está orientado a estar donde hay mucho dinero, pero de otros. Primero en Endesa levantó la liebre de la Opa, y al final el socio mayoritario es italiano. Despreciando ofertas mejores en España, luego le echaron de la empresa pero con un contrato blindado de 29 millones de euros. Y eso que su formación académica es abogado del estado, y Máster en economía. Es un trepa que ha sabido rentabilizar muy bien todo, además de advenedizo. Desde la política ha sabido manejar los hilos de la influencia y se ha colocado ganador de todo, pero con la riqueza de los demás. Y al final le come la cabeza al anterior presidente del Corte Ingles y como haciéndole un favor se deja querer mucho y el Sr Isidoro Alvarez le encarga a su sobrino que le ponga de adjunto a la presidencia, y se coloca en el podium de los magníficos.
Pizarro mantiene una estrecha relación con Alierta, presidente de Telefónica (nombrado por Aznar)
Tal y como contó Vanitatis el pasado mes de marzo, Barcina está “locamente enamorada” de Pizarro, expresidente de Endesa y consejero de El Corte Inglés
El noviazgo de la pareja se descubrió el pasado verano. Barcina, en lugar de estar en Pamplona entonando el “Pobre de mí”, viajó hasta Ibiza para pasar unos días con su novio. La presidenta de Navarra y Pizarro comenzaron su relación en noviembre de 2013 y lograron ‘esconderse’ durante ocho meses.
La otra noche salí con una amiga del alma a celebrar cualquier cosa que se nos ocurrió. Después de la cenita rica en un sitio bonito hablando de lo divino y de lo humano, había que tomar un copazo para no volver demasiado pronto a casa; ya se sabe, luego hay que aguantar el consabido: “Uy, qué pronto has vuelto, ¿te aburrías o qué?”, así que nos fuimos a un pub de moda a libar con comedido desenfreno sendos gintonics de diseño. Sentarse a una mesa es error de principiantes, así que nos apalancamos en los taburetes de la barra, siguiendo la música con los pies y al personal con los ojos, porque lo que es hablar era desde todo punto imposible excepto por lenguaje de signos y no era nuestro fuerte.
Al poco rato se nos acercó una pareja de dos hombres que, como quien no quiere la cosa, nos sacaron la foto de arriba abajo y decidieron que valía la pena hacer el esfuerzo de intentar pegar la hebra con nosotras. El más lanzado –siempre hay uno que hace de ariete – tiró a puerta sin preámbulo alguno: “-¿Qué, sois de por aquí…?.
Les dijimos que no, que no éramos de por aquí sino de un poco más lejos.Los tipos nos dirigieron la típica mirada apreciativa (que no nos apreciaba en absoluto) y se dieron media vuelta sin decir ni esta boca es mía, que total, para qué…
Mi amiga y yo soltamos la carcajada al unísono y cuando ya nos íbamos a lanzar juicios temerarios acerca de la poca gracia y salero que tiene el hombre de estas latitudes para ligar, se nos acercó un morenazo bien guapo y, mientras nos lanzaba su perfume varonil, mitad acqua brava mitad cerveza de barril y dirigiéndose exclusivamente a mi amiga (que obviamente es la guapa de la cuadrilla) le empezó a dar la vara en plan “adivina de dónde soy y lo contento que estoy de conocerte”. Mi amiga –educada en las monjas- le contestó que no sabía de dónde era pero que probablemente de muy lejos y me miró a mí como diciendo, mira, que aquí está mi amiga y no pensarás que voy a dejarla de lado para hablar contigo de geografía. Pero el tío como si nada, oyes, dando la brasa con requiebros pseudo etílicos y entonces yo, incómoda y violenta, le dije: “oye, perdona, pero ¿te parezco invisible?” y el tipo ni mirarme, certificando mi impresión de invisibilidad y requebrando a mi amiga ya lanzado en tromba y ante el desconcierto de ella y la incomodidad mía pues le metí el corte, en plan de oye, tío, que estamos aquí hablando las dos y nos estás dando la brasa.
Que conste que mi amiga no dijo nada, fui yo la que me eché a la yugular porque todavía quedan demasiados hombres que se piensan que cuando hay dos mujeres solas ellos tienen derecho a “elegir” a la que más les agrada, entrar a por uvas y que la otra, se vaya al baño y luego a su casa dejándole el terreno expedito para sus patéticos avances de conquista.
Luego me sentí un poco mal, pobre hombre, pensé, si él lo único que quería era un poco de conversación y fue sincero, ya dijo que era casado y con dos hijos, pero como su mujer estaba lejos pues…¡a ver qué iba a hacer él!
Ana Larrabeitia
Pocos días antes de que se conociera el fichaje de Yolanda Barcina como consejera independiente de Movistar+, la televisión de pago de Telefónica, se filtró la otra parte del pack-oferta de Telefónica, política habitual en la operadora: si por el PP-UPN iba a entrar la expresidenta de Navarra, por el PSOE ingresaría Trinidad Jiménez, exministra socialista, clave en las etapas de Felipe González y de Zapatero. Iría al puesto de Rodrigo Rato en la parte internacional de Telefónica.
Se reiteraba así la jugada de anteriores ocasiones: Javier de Paz, el amigo íntimo de Zapatero, y Eduardo Zaplana, expresidente de la Generalitat Valenciana y exministro de Trabajo con el PP. En tiempos más lejanos, Narcís Serra (PSOE) o Jacobo Timmermans (PP). O más recientemente, ya con Rajoy, Alierta incorporó al área jurídica a Iván Rosa, marido de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, y en zonas más modestas a la mujer de Eduardo Madina, entonces esperanza blanca del socialismo.
La lealtad entre Pizarro y Alierta es de lo poco que ha sobrevivido a los tiempos del inicio del capitalismo de amiguetes, aquel de la primera legislatura de José María Aznar, cuando se privatizaron las principales empresas nacionales y el banco público Argentaria.
Al frente de cada privatización, Aznar y Rodrigo Rato colocaron a sus amigos. Del ex vicepresidente económico que lideró el proceso, Rodrigo Rato, se sabe cada día en la prensa. Del resto, unos cuantos se han quitado del medio como Juan Villalonga (Telefónica) o Francisco González, el hoy presidente del BBVA, que hace tiempo olvidó quién le puso al frente de Argentaria. Frente a tantos avatares, la relación César Alierta-Manuel Pizarro sigue siendo la de dos buenos amigos, en las duras y en las maduras.