«Hay un chantaje en la demanda de más seguridad, si criticas la pérdida de libertad pareces un terrorista», denuncia el periodista español, director de ‘LeMondeDiplo’. Advierte de que «la sociedad no acaba de tomar conciencia» de la amenaza que supone la vigilancia masiva a pesar de las alertas de «héroes» como Julian Assange o Edward Snowden
Ignacio Ramonet (Pontevedra, 1943) dirigió durante 18 años Le Monde Diplomatique, uno de los medios más prestigiosos del mundo y principal tribuna del movimiento altermundista. Afincado en Francia, este periodista español que actualmente dirige LeMondeDiplo, la versión española del citado mensual, contempla cómo el Gobierno de François Hollande aprueba un recorte de libertades y una prórroga de tres meses del estado de emergencia intentando fortalecer las capacidades de sus fuerzas de seguridad.
Para el autor de El imperio de la vigilancia (Ediciones Galileo), los gobiernos «no pueden garantizar la seguridad total». Sin embargo, «el estado de emergencia supone un abandono de las libertades democráticas y republicanas», mientras que «hoy en día hay instrumentos para vigilarnos a todos». Una vigilancia que, además, «es ineficaz». Es la tesis de Ramonet en su nuevo libro, convertida casi en premonición, puesto que se publicó el jueves 12 de noviembre. Un día después tuvieron lugar los atentados yihadistas que han empujado a la «intimidada» sociedad francesa a no criticar las medidas propuestas por Hollande. Para Ramonet, es un error.
¿Aceptará la sociedad francesa, que tradicionalmente ha defendido sus derechos de forma férrea, el cambio de menos libertad por más seguridad?
Estamos en el momento más emocional. Los atentados se produjeron el pasado viernes, y desde entonces se han ido sabiendo los detalles de lo que ha ocurrido, con los testimonios de gente que ha vivido un infierno. En este momento el Estado puede pedirle prácticamente lo que quiera a su sociedad y ésta está en condiciones de otorgarlo.
Acabamos de ver como el presidente ha conseguido una unión nacional en plena campaña electoral para las elecciones del 6 de diciembre. Ha logrado aprobar una serie de medidas, algunas de ellas propuestas por la derecha además, en medio de un unanimismo general. Cuando ocurren monstruosidades como la de París las sociedades se intimidan, apenas ha habido críticas contra la prórroga del estado de emergencia, que supone un abandono de las libertades democráticas y republicanas. En mi libro hablo de lo que pasó tras el 11-S cuando EEUU promulgó la Patriot Act con esta misma idea, un contrato con los ciudadanos: aceptad perder un poco de vuestras libertades y yo os voy a garantizar una mayor seguridad. El problema es que la Patriot Act todavía está vigente.
¿Supone la vigilancia más seguridad?
No, la vigilancia masiva ha demostrado que no es eficaz. La seguridad total no existe, aunque obviamente los gobernantes no lo puedan decir, sobre todo en este momento. Lo que le pide la sociedad al gobernante es seguridad absoluta, y es lo que éste promete. Pero la seguridad absoluta no existe. Y en particular frente a grupos terroristas.
En cambio la vigilancia masiva sí que existe. Lo comprobamos tras las revelaciones de Edward Snowden. Hoy en día hay instrumentos para vigilarnos a todos. Es una especie de coacción: yo te doy seguridad total pero permíteme que te vigile totalmente. Porque mientras ellos pueden vigilarte, en cambio no te van a poder garantizar la seguridad total.
¿Deben las sociedades aceptar ese canje?
¡Claro que no! Ése es todo el sentido del libro que acabo de publicar. El problema es que en este momento es muy difícil emitir críticas, porque si lo haces apareces como un aliado de los terroristas.
¿Cuál es la alternativa a la vigilancia?
La vigilancia es legítima. Es perfectamente legítimo que un Gobierno vigile. En la medida en que lo haga de manera democrática, es decir, por orden de un juez y con un control democrático. Si un juez determina que una persona debe ser vigilada, hay que vigilarla. La cuestión no está en oponerse a toda vigilancia, el problema es que lo que se practica ahora es una vigilancia masiva y clandestina. El principio es «vigilamos a todo el mundo para poder, el día de mañana, identificar a aquellos que puedan cometer un atentado». Estamos perdiendo libertades sin que esto se haya debatido lo suficiente, o discutiéndolo en un marco emocional muy determinado.
Francia promulgó una ley en mayo que permite la interceptación y escucha de conversaciones por parte de los servicios secretos sin que haya control judicial. Y se hizo en la emoción de los atentados de enero contra Charlie Hebdó. Solo debe autorizarlo el primer ministro, Manuel Valls. ¡Pero el primer ministro no es un magistrado! No es el poder judicial, es un político, es el poder ejecutivo.
La herramienta para la vigilancia masiva es Internet, que permite un registro exhaustivo de todos nuestros movimientos y conversaciones. ¿Se puede decir qeu ya hemos perdido la libertad en la red?
Cuando surgió Internet era un ambiente de libertad, porque democratizaba el acceso a la información. Sin embargo hoy se ha centralizado. El 99% de las personas que utilizan Internet recurren casi inevitablemente a una de las grandes cinco empresas digitales: a Google, a Apple, a Facebook, a Amazon o a Microsoft.
Hoy cuando utilizas Internet estás entrando por ese cuello de botella que permite a las autoridades tener acceso a todos tus datos, primero porque estas empresas se lo pasan al Gobierno de EEUU por ley, y segundo porque los estados han puesto en marcha sus propios sistemas de vigilancia. Hoy es mucho más seguro enviar una carta por correo que enviar un e-mail. La carta no la vigila nadie, en cambio cualquier comunicación digital deja una huella, los metadatos. Desde dónde te comunicas, con quién te comunicas, cuánto tiempo duró ese comunicado, cuándo se produjo… Toda una serie de datos con los que se puede hacer una especie de galaxia de todos tus contactos y conocimientos, un verdadero atlas de ti mismo. Sin que tú sepas lo que dice.
Aunque se graban, escuchar conversaciones es muy complicado porque hay que poner alguien allí a escucharlas. Sin embargo estos datos se recolectan automáticamente, de forma masiva, de todos nosotros.
EEUU tiene acceso directo a esos datos gracias a las empresas que nombra. ¿Cree que existe un neocolonialismo en Internet? ¿Que la red, que aparenta ser abierta y supranacional, es un territorio controlado por EEUU?
Está controlado por estas empresas americanas. En el libro por ejemplo publico un informe de la CIA al respecto, “El mundo en 2030”. Dice que de aquí a 2030, precisamente uno de los peligros para EEUU es que estas cinco empresas logren tener mayor poderío en términos de información que el propio Gobierno de EEUU, que la propia Administración estadounidense. No hablamos de imperialismo norteamericano, sino del dominio de empresas que efectivamente son estadounidenses.
¿Dominamos la tecnología o la tecnología nos domina a nosotros?
El problema es que hoy ya no podemos pasar de la tecnología. Sería muy difícil hacer todo lo que hacemos sin Internet. La pregunta es legítima. A día de hoy, yo creo que la respuesta es que la tecnología nos domina a nosotros, no podemos desconectarnos.
Usted alaba en su libro a los «lanzadores de alertas». Denomina «héroes» a personas como Julian Assange o Edward Snowden. Sin embargo, las alertas que han lanzado no han calado en la sociedad, muy poca gente ha tomado conciencia o modificado sus costumbres.
Exacto. Ésa es una realidad. A la mayoría de la gente le da igual el estado de vigilancia, no les molesta. La prueba: ¿de qué vive Facebook? De los datos que nosotros ponemos voluntariamente, no nos los arranca.
Lo que colectivamente la sociedad dice con su comportamiento es que el que se moleste porque se le vigile es que algo debe querer esconder. Y si quiere esconder algo es porque, como dice Assange, es a uno de los cuatro caballeros del infocalipsis: o es un traficante de droga, o es un pedófilo, o es un tipo que está huyendo del fisco, o es un terrorista. Si yo no soy nada de esas cuatro cosas qué me importa a mí que me vigilen, no tengo nada que ocultar. Esta es la problemática.
El problema es cuando los gobiernos empiezan a hacer uso de esa información en tu contra, estamos todos desnudos ante ello. Es la distopía de 1984. Los europeos lo vemos como algo muy lejano, pero es algo que ya está pasando en Irán o Arabia Saudí, con gobiernos que persiguen a la disidencia.
¿Estamos fracasando los periodistas a la hora de comunicar ese peligro?
Yo creo que no, porque aunque quizá los periodistas tengan mayor sensibilidad, es la sociedad la que no acaba de tomar conciencia. La sociedad no valora suficientemente el heroísmo de gente como Assange. ¿Quiénes son las personas más perseguidas del mundo? Es Assange, es Snowden, es Chelsea Manning, condenada a 30 años de cárcel por haber revelado crímenes que no había que ocultar. Assange lleva tres años encerrado en la embajada de Ecuador en Londres y Snowden está exiliado en Rusia. ¿Y qué es lo que han hecho que merezca tal persecución? Demostrar que nos vigilan. Denunciar un atentado contra nuestras libertades.
Publicado: 19.11.2015
CARLOS DEL CASTILLO