Las chavales y chavales, junto a sus andereños, recorrieron el trayecto que va desde su colegio inglés hasta Katxola. Pasaron por la plaza de Hiru Damatxo, por encima del Axular, paralelos al colegio alemán, Erramune, entrada al Bosque de Miramón y acceso al caserío por una empinadas escaleras hechas con traviesas de ferrocarril y protegidas por un antideslizante, una red de la alambre de los gallineros.
Al terminar de subir las escaleras un poco cansados, aunque la caminata es corta, respingaron de emoción. Aquella casa blanca, cuadrada, diferente era igual que la foto del caserío que les habían entregado el el colegio. ¡Katxola da!
Se acercaron hasta el baserri, rodearon su fachada, expectantes, encandilados, competentes -eran 242 niñas y niños- y desde allí escucharon las palabras de bienvenida, en euskera, de un no menos conmovido Angel Alberdi en nombre de Lantxabe.
Aquello fue el inicio de una hermosa jornada, de una mañana particular que retendremos en nuestras retinas y en nuestra memoria durante mucho tiempo.