Cada día que pasa resulta más llamativo y más difícilmente soportable el contraste entre la abultada mayoría absoluta de la que dispone Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados y su escasísima credibilidad como presidente del Gobierno. Para la sociedad española su palabra carece de todo valor. No se encuentra en condiciones, en consecuencia, de dirigir políticamente el país, porque no puede dirigirse a los ciudadanos y explicarles qué está pasando y qué piensa hacer para superar la situación de emergencia en la que nos encontramos. Y en esto, justamente, es en lo que consiste gobernar en democracia.
La credibilidad de Mariano Rajoy nunca ha sido alta. Ni como candidato a la presidencia del Gobierno ni como presidente. Ha sido, con mucha diferencia, el candidato con menos credibilidad desde el comienzo de la Transición. En todas las elecciones anteriores a la del 20 de noviembre de 2011 ha habido una correspondencia entre el resultado de las urnas y la credibilidad del candidato a la presidencia del Gobierno. Con Mariano Rajoy no ha sido así.
Esa falta de correspondencia inicial entre el resultado electoral y la credibilidad presidencial no ha hecho más que aumentar desde el comienzo de la legislatura. La coincidencia de los resultados de los barómetros del CIS y de los demás estudios de opinión es concluyente. La velocidad a la que se ha deteriorado la credibilidad de Mariano Rajoy no ha ocurrido con ninguno de los cuatro presidentes del Gobierno anteriores. Y todo parece indicar que el proceso de deterioro no ha tocado fondo todavía.
Estamos llegando a un momento en el que, por primera vez desde la entrada en vigor de la Constitución, empieza a ser perceptible la tensión entre legalidad y legitimidad, que es la tensión típica que acompaña a los momentos constituyentes. No a los procesos de reforma constitucional, sino a los procesos constituyentes. Para hacer una reforma constitucional hay que tener un mínimo de legitimidad. Es necesario un reconocimiento mínimo por parte de los ciudadanos para dirigir una operación de renovación institucional. Cuando no se dispone de ese mínimo, la reforma resulta imposible. El presidente y su Gobierno ya están por debajo de ese mínimo.
Y en estos momentos más
Javier Pérez
La campaña electoral del presidente es irrelevante en sus imágenes e irrisoria en sus ideas. Sus movimientos son agónicos, como quien busca la puerta secreta para la huida. Cambia la vela cada diez minutos buscando la ola suave. Cuando se negó a participar en el encuentro televisivo con los líderes de la oposición alegando que estaba en Bruselas velando por la salud del planeta le faltó tiempo para regresar de modo fulminante a Madrid para dedicar una hora a Pedro Piqueras en una entrevista en que se unieron la dificultad para hablar que sufre el Sr. Piqueras, que lamento mucho, con la llamativa imposibilidad para componer imágenes intelectuales que caracteriza al presidente del Gobierno. Las preguntas no tenían esqueleto y las respuestas carecían de pulsaciones. Fue una hora entre dos personajes que podían estar perfectamente muertos. Lo siento por Piqueras. Hay cosas que cuando se tiene una larga carrera detrás no deben aceptarse.
Lo de Bertín Osborne fue aún peor. Yo siempre sentí aproximación afectuosa a este viejo muchacho –que incluso abrillanta sus canciones con su admirable vida familiar– hasta el momento en que llevó al plató de su casa al político más insustancial y confuso que ha dado el tardofranquismo, incluyendo a vendedores de segunda mano como Felipe González y José María Aznar. Dos árboles enanos en el falso jardín político de la Moncloa.
Todo lo anterior quedaría incompleto si silenciase mi tribulación por el periodismo que está sirviendo a este momento español donde la corrupción moral y política ha podrido hasta el diccionario. Ni entrevistas decentes, ni voces templadas –el plató suele transformarse en el guirigay escénico que tanto criticaba un ilustrado como Jovellanos– ni la más mínima ayuda a un lector confuso para que entienda lo que nos pasa –en eso consiste la verdadera información–, ya que, como decía el Sr. Ortega y Gasset, «a los españoles nos pasa que no sabemos lo que nos pasa». Yo pondría papeles por las esquinas con un Wanted para encontrar a Franco, que aparece y desaparece como la isla de San Borondón, pero que sigue entre nosotros.
Ahora, tras la programada y condenatoria votación del Tribunal Constitucional, que ha anulado por unanimidad la prologal declaración independentista del Parlament de Catalunya, el Sr. Rajoy –que anda por ahí chupando ancianas de la vieja España, con un desdén episcopal– ha vuelto a exhibir su mantra ideológico de que «todos los españoles somos iguales ante la ley y nadie está por encima de ella». Para el Sr. Rajoy la ley funciona como un simple parapeto. Es cierto que cada ciudadano singular y en cuanto a sus negocios o circunstancias cotidianas como persona está en igualdad de ley con sus compatriotas, pero como parte de un pueblo y sustancia del mismo ese ciudadano es el «todo» vital, el fiat que decide desde el principio qué clase de sociedad quiere vivir, qué patria quiere tener, que ámbito de libertad pretende, lo que, como consecuencia, le convierte en creador de ley, que legitima con su renovada adhesión o la desestima al correr de la historia. La ley está hecha para el hombre, no el hombre para la ley. Si el Sr. Rajoy fuera cristiano sabría que Cristo era un observante piadoso de la ley judía mientras la necesidad del hombre no demandase otra cosa. De ahí la bienaventuranza de «benditos sean los que padecen persecución por la justicia». Como los catalanes en esta hora de tribulaciones y combate.
El Sr. Rajoy debería hacer un esfuerzo, que entiendo que en él puede ser titánico, para comprender que la creación, en todos sus sentidos, constituye una mecánica ininterrumpible y que la historia no está decidida y guardada para siempre en un corralito que custodian los engalanados gañanes de los mismos dueños.
La decisión del Constitucional no ha hecho sino aflojar el grifo de la simpleza intelectual española, incluyendo a los magistrados de la institución, que vuelven a mezclar la legalidad con la legitimidad de las instituciones del Estado, de cuyas dos dimensiones hacen una bola indigerible, ya que lo legal, o formal, es sobrepuesto a lo legítimo o moral, base germinal de toda norma. Está claro, una vez más, que el discurso intelectual o político alcanza en España hasta que llega el clásico oficial de justicia con el documento concluyente de prisión o suspensión. Dice la tradición que el Parlamento inglés puede hacerlo todo, menos cambiar a un hombre en mujer. Pues entre nosotros basta con un decreto ley.
A mí me aterra, como resumen de todo lo que voy diciendo, que en este país puedan llegar al gobierno muchachos como Albert Rivera –que sugiere una herencia de los chicos guerreros de la JAP de Gil Robles: «Nos espera el laurel de la gloria/ porque está con nosotros la historia/ con nosotros está el porvenir»–, y ¡zas!, otra vez Franco; chicos que embuten todo su saber y voluntad de gobierno en el sueño de Alejandro contra los persas. Chicos cuya sección femenina, con la Srta. Arrimada al frente, reza para que el bombardeo previsto les salga bordado.
Supongo que a la vista de la ciaboga súbita con que la mayoría de nuestros medios informativos han cambiado el rumbo de las más recientes predicciones electorales –¡deprisa, deprisa, que la cosa no tiene espera!–, está en puertas un gobierno del Partido Popular con Ciutadans en el Ministerio de Fiestas Patronales, lo que conservaría la ranciedad de la sociedad española ante cualquier intento de innovación. No hay nada tan eficaz para mantener esa ranciedad en España como soltar la turba de jóvenes que suele formarse en derredor del marcial poder español tan pronto como este hace sonar la alarma de posibles masas en movimiento antisistema, lo que le mueve a emprender una nueva recuperación del pasado. España está hecha de tierra reseca, obreros en paro –ahí están las estadísticas– y baile en capitanía. Mientras, los que miran desde abajo admiran, ese gran deporte nacional forrado de rencores.
Me temo, pues, que el país no va a cambiar sus pesos y medidas después del 20 de diciembre. Es más, esa fecha fijará el nuevo camino para más recortes salariales y en los servicios sociales y culturales, pues de algún lugar ha de salir la reparación que necesitan los presupuestos públicos tras haber sido «estafado» el Gobierno por los bancos a los que refinanció tan artera e inútilmente Madrid o volver a darle una mano de estuco a la ruinosa fachada del fondo de pensiones de la seguridad social por el que entró con avilantez, merecedora de ser juzgada por los tribunales, el Ministerio de Hacienda. España está destruida. Y en tal situación no constituye una deslealtad constitucional que dos pueblos como Catalunya y Euskadi quieran hacerse cargo de sí mismos para ensayar otro camino de vida. No solo lo demandan catalanes y vascos, sino la misma razón, que es la primera víctima de las distintas leyes mordaza –porque hay más de lo que suponemos– que han impuesto a España sus sucesivos gobiernos coloniales.
Subiendo en el autobús escuchaba a unas viajera que aquí no hay ambiente electoral. Ayer por la noche repitió Pedro Sanchez en El Hormiguero.
Luego seguían en su incoherente conversación diciendo que los de aquí somos más serios por eso no hacemos el payaso.
Sin exagerar. Nuestros políticos vascos no son vírgenes en esto de los programas de entretenimiento. 4 meses antes de las autonómicas de 2012, Iñaki López se cogió a Urkullu, Basagoiti, Pastor y Peio Urizar y se los llevó al monte o a cocinar a un txoko…que es como la versión vasca del show.
Gemma Nierga hizo tocar el txistu a Urkullu en una Ventana en Vitoria. Lo malo es hacerlo con candidatos, en plena campaña electoral y sin equilibrio. No me pondría muy digna, que tenemos unas autonómicas a la vuelta de la esquina. Y si les llamara Evole o de un Conquis o un Vaya Semanita ¿de verdad dirán que no, que aquí somos más serios?
Veremos
Las redes sociales han bautizado a Soraya Sáenz de Santamaría, la vicepresidenta del Gobierno español, como La menina, supongo que por su envergadura y su supuesto parecido con las infantas del conocido cuadro de Velázquez.
Yo no sé si hay una Operación Menina puesta en marcha para sustituir a Rajoy en esta o en la siguiente legislatura. Lo que sí sé es que, si yo fuera su adversario, me andaría con cuidado y, si su presidente, todavía más. Todo lo que Soraya tiene de menina lo tiene de codiciosa y todo su parecido con las meninas que pintó Velázquez es sólo eso: parecido.
No solo somos más los españoles muy españoles mayores de 60 años, sino que nos morimos en más abundante cantidad, aunque -en mi opinión- no tanto como deberíamos antes del 20D. Lo cual quiere decir que los parranderos que le organizan la campaña a Mariano el Filósofo circulan absolutamente imparables y sobre ruedas. Le vamos a votar con fruición, parece, porque nosotros somos viejunos y antes de extinguirnos, queremos elegir a un demócrata orgánico como los de la época en que Tony Leblanc era taxista y pretendía a Conchita Velasco con la plaza de España detrás y ese edificio que le han vendido a un chino junto con la primavera.
¿Y quién nos ha mentido mejor, y nos ha incumplido con más ahínco, que este galansote de la Tercera Edad a quien, en otras circunstancias, le acercaríamos un caldito con una pajita?
Ríos de lujuria me suben por las exhaustas venas cuando le imagino vestido de Abuela, con su cofia y el mando a distancia entre los pliegues del camisón, relamiéndose de gusto por lo acertado de su idea de mandar al debate, en su lugar, a la Sorayita Azul, quien, se ponga lo que se ponga, siempre luce cara de llevar un picardías, cosa que mola tanto a los viejales.
Cuando un chulo así se te planta delante, dime tú. Yo, es que no tengo voluntad ni ‘pa’ dejar de comprar los ciegos.
Baltasar.
Nekane me gusta tu relato muy sardónico, con esos adjetivos guasones hacia esos personajes que intentan gobernarnos ¿de verdad te gobiernan a ti? con ese sentido del humor demostrado pienso que ¿….?, esa apatía de ausencia de voluntad dicha en el ultimo párrafo no refleja el contenido de los anteriores ,que imaginación , como expresas esas vestimentas y sus consecuencias para la edad en la que nos encontramos por que en la experiencia y animo que manifiesta estas en lo que se dice- por los corrillos de jubiletas, muy respetuosos/as y agradecidos todos, dentro de las restricciones, dicho queda- la edad de los metales y las tres «pes». Y en cuanto al meollo de los pretendientes a mantenernos en ese estado hay donde escoger aparte del Florista Mariano, todos practican la persuasión son guapos limpios templan gaitas y molan, lo cierto, algunas diferencias si hay, pero los gustos y colores allá cada cual , y estos días la caja tonta mostrando sus caras primero porque les interesa a ellas y después a los influenciados televidentes con mas o menos certeza, y Nekane ha esperar a que se llene la urna se cuente el contenido en ambos sentidos ,y vuelta a empezar. Risa o asco, Así es la vida y a hasta la siguiente elección que será pronto.
La insoportable brutalidad del hombre.
Semanalmente asistimos a asesinatos bestiales y planificados de hombres salvajes, que matan y torturan a mujeres, que muchas veces fueron durante años parte importante de sus vidas, que generaron hijos y futuro y terminaron en un charco de sangre de hombre ruin y despechado. Hombres, que fueron niños, que una mujer les dio la vida, les parió, les amamantó, les vistió y que han terminado… ¿Qué fue de aquel niño? ¿Por qué este monstruo de hoy? ¿Qué ocurre en ese intermedio para generar este ser tan deshumano, tan chulesco, tan macho, tan patriarcal, tan imbécil? ¿Por qué ése “tú eres mía” tan de ternero de campo? ¿Por qué esa actitud compasiva, de mirada desde el hombro, de superioridad? ¿Tíos, qué estamos haciendo en la vida? ¿Qué respondemos ante el grito ensangrentado de mujeres envueltas en tormento y muerte a nuestro alrededor?
Y ahora, que andamos en elecciones, no podemos olvidar la reflexión amarga de Beatriz Gimeno: “Después llegan las elecciones y entonces aparecen feministas saliendo de todas las madrigueras. Todos los partidos se reivindican feministas y te encuentras a compañeros de militancia que te han hecho la vida imposible declararse feministas, sin vergüenza de ninguna clase. Se programan conferencias y mítines donde las mismas mujeres que han servido para vaciar de feminismo el grupo de mujeres pontifican sobre el feminismo, del que ahora se declaran activistas. Ahora todo el mundo lleva siempre encima una lista de reivindicaciones feministas para leerlas en cuanto se tenga ocasión”.
De la agenda ha desaparecido un eventual nuevo proceso constituyente, borrado incluso del programa de Podemos
El Sociómetro Vasco de octubre preveía en el 20-D un ascenso del PNV en la Comunidad Autónoma de Euskadi (un diputado más) que, según el punto de vista, puede verse o bien como la expresión de un oasis en el convulso panorama actual o bien como expresión de la posición voyeur y en stand by (ni para adelante ni para atrás) de las fuerzas políticas vascas. Ese prometedor resultado es meritorio para alguien que gobierna, pero no tiene tanta explicación en la política del partido mayoritario (una gestión sin proyecto) como en los problemas y errores ajenos. Aparece como valor refugio y escoba para electorados de todo tipo y más desde la imposibilidad de una candidatura de izquierdas para esas elecciones. Sin embargo, todos los datos indican que el PNV no tendrá peso en la política de Estado
La encuesta también indicaba un fuerte descenso -otro más- para PP y PSE en unas elecciones que son a su medida. A UPyD y Ciudadanos no les daba representación (sus discursos tienen pésima acogida) ni a Ezker Anitza. También pronosticaba malos resultados para EH Bildu (perdería 2, se quedaría con 4). Da la impresión de que EH Bildu no termina de despegar, renacida, porque no se ha liberado del peso del pasado ni afinado un proyecto integral para el futuro. En cambio, la encuesta era generosa con Podemos Euskadi (a pesar de sus conflictos e inconcreción programática), apuntándole como segunda fuerza en Bizkaia y con un total de nada menos que cuatro escaños. Digo “era” porque tras el harakiri público de la dirección de Roberto Uriarte un mes antes del 20-D, no parece fácil tan buen resultado, lo que beneficiaría a EH Bildu y PSE-EE, e incluso a Ezker Anitza.
Entendiendo que estas estimaciones de un momento dado son solo eso y que la realidad electoral puede ser muy diferente
Podría haber sido
De la agresión que sufrió Mariano Rajoy en Pontevedra, todo el mundo se pregunta por el perfil del agresor. Los medios le encasillan como un chaval conflictivo y violento.
Bien, pero podría haber sido un joven cuyo padre hubiera sido despedido -gracias a la reforma laboral del PP- sin indemnización de una multinacional después de 30 años de servicio sólo porque los beneficios iban a bajar; podría haber sido un estudiante sin posibilidad de estudiar en la universidad por las subida de tasas y el recorte de de becas; podría haber sido uno de esos beneficiados de los 1.500 empleos diarios que se generan en España, en concreto de dos en un sólo día por tres horas cada uno de ellos.
Podría haber sido un hijo del padre fallecido de Hepatitis C porque nunca llegó a tiempo el Sovaldi; podría haber sido un nieto cuyo abuelo hubiera sido estafado por las preferentes de Bankia mientras Rato saltaba de su yate; podría haber sido el hermano de un chico con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) al que la ayuda a la dependencia nunca ha llegado; podía haber sido el hijo de una madre fallecida por violencia machista que no pudo acogerse a ninguna red de alojamiento para víctimas porque los recortes del PP no lo hicieron posible.
Podría haber sido un manifestante que vio una agresión policial, la grabó y difundió y fue sancionado gracias a la Ley Mordaza; podría haber sido un ciudadano normal azotado por la crisis que sólo mirando a su Galicia natal ha asistido a tramas de corrupción como Pokemon, Campeón, Muralla u Orquesta; podría haber sido un vecino que tras el ERE de su padre fueron desahuciados por el mismo banco NovaCaixaGalicia rescatado en 2011.
Podría haber sido el sobrino de un tío que murió mientras su nombre se perdía en una lista de espera pública o el hijo de un ganadero que ha tenido que cerrar la granja porque vende la leche bajo coste; podría haber sido un migrante a punto de irse a encontrar trabajo en el extranjero o que ha regresado para poder votar porque si vives fuera es misión imposible; podría haber sido un científico cuyo futuro tampoco estará en España porque somos más de ladrillo; podría haber sido amigo de un inmigrante detenido, maltratado y enviado de regreso sedado en un vuelo de deportación masiva; o podría haber sido uno de los más de 900 torturados en 2014 a manos de la Policía sin que nadie haya pagado por ello.
Podría, podría, podría… pero no: fue un joven conflictivo…
Todos son motivos, aun así no se justifica la acción,………repitiendo tantas veces el podría insinúas bastante, tu mismo al final con lo escrito te desdices, hacia algún tipo de justificación y en mi opinión aciertas.