En 1859, pasados ya diez años desde su detención, simulacro de ejecución, prisión y exilio en Siberia, Fiodor Dostoyevski es autorizado a volver a San Petersburgo, ciudad clave en su vida y en su obra.
Nacido en Moscú en 1821, el joven Fiodor se había trasladado ya a esta ciudad del Báltico a la edad de 16 años para ingresar en la Escuela de Ingenieros Militares y allí permanecería estudiando y escribiendo hasta que la policía zarista le detuvo junto a otros miembros del círculo de Petrashevski, escritores, intelectuales, filósofos y profesores que intentaban diseñar proyectos de futuro para una Rusia que penalizaba toda idea de libertad y de progreso social.
Los diez años de reclusión y exilio no habían pasado en vano. Dostoyevski volvió a la ciudad casado con María Isaeva, a quien conoció en su exilio en Semipalatinsk, y con el hijo de un anterior matrimonio de ésta, Pavel. Es ahora un hombre más conservador en lo ideológico, más lleno también de resignación, que asiste esperanzado en 1861 a la abolición de la servidumbre en Rusia.
La década de los 60 va a estar marcada para Dostoyevski por su intensa actividad literaria. Funda con su hermano Mijail la revista Tiempo, de la que será redactor y codirector, a la vez que se suceden las publicaciones: Humillados y ofendidos (1861), Un episodio vergonzoso (1862), Recuerdos de la casa de los muertos (1861-62), Memorias del subsuelo (1864), Crimen y Castigo y El jugador (1866) y El idiota (1868-69). Fiodor Dostoyevski es, en este momento, un escritor leído, reconocido, de gran éxito, cuyas obras empiezan a ser conocidas en todo Europa.
Tras la muerte de su esposa María y de su hermano Mijail en 1864, las responsabilidades familiares de Fiodor aumentan. En su vida se ha introducido también en estos años una adicción al juego que le acompañará durante décadas. Sus necesidades de dinero aumentan así como sus deudas y Dostoyevski se ve obligado a ceder al editor Stellovski los derechos de edición de sus obras.
En esta situación, en el verano de 1865 iniciaría lo que creía iba a ser un relato breve, Los borrachos, que fue creciendo y adquiriendo dimensiones de novela. Era Crimen y Castigo, una de las cumbres de la literatura de todos los tiempos, que aparecería por entregas en El Mensajero ruso durante todo el año 1866 y como libro al año siguiente. Su protagonista, Raskalnikov, va a matar y a sufrir el castigo a su crimen en San Petersburgo, pero no en la ciudad de los palacios y de las avenidas monumentales, sino en la de la de los barrios más pobres, la de los míseros patios de vecindad, la de las pensiones sórdidas, las tabernas, la prostitución y la desesperanza.
Sabemos que el escritor vivió en San Petersburgo al menos en 20 casas diferentes, siempre de mudanza en mudanza, arrastrado por sus penurias económicas. La última de esas casas, en el ángulo de las calles Kouznetchny y la hoy calle Dostoyevski, es, en nuestros días, Casa Museo dedicada al escritor. Allí se trasladó con su segunda esposa Ana Grigorievna y sus dos hijos, a la muerte de su hijo Aleksei, y en ella moriría en 1881, con 59 años, cuando acababa de terminar la primera parte de Los hermanos Karamazov, dejando la obra inacabada.
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En 1848, tras Las pobres gentes y El sosías, Dostoyevski abandona el realismo por un idealismo más “soñador” y romántico publicando El señor Projarkin, El ama y Las noches blancas.
Las noches blancas es ese momento del solsticio de verano en que en ciertas áreas del norte de Europa, las puestas de sol son muy tardías y los amaneceres tempranos. En cuatro de estas noches consecutivas de San Petersburgo, Dostoyevski desarrolla una bella historia de amor en la que se fijaría el joven Luchino Visconti, quien llevaría el relato al cine en 1957 con Marcello Mastroiani, María Schell y Jean Marais en los papeles protagonistas. El film recibió el Leon de Plata de 1957, el premio Nastro d´argento en 1958 y el San Jordi de 1960. La música es del gran Nino Rota.