Una tarde de mercado, la pequeña ciudad de Guernica fue bombardeada durante más de tres horas por la aviación alemana. Hitler y Franco querían aterrorizar a la población civil y hacer más sencilla la rendición del pueblo vasco y facilitar la toma del país vasco.
Los 33 bombarderos de la Legión Cóndor llevan no sólo explosivos destructivos, sino también bombas antipersonales y también 2.500 bombas incendiarias. Estas ojivas rellenadas de aluminio y de óxido de hierro son capaces de elevar la temperatura cerca de los 2700°C.
Guernica, su roble sagrado, al pie del cual se reunen desde la Edad media los representantes del pueblo vasco. Cada dos años, desde el reinado de Isabel de Castilla hasta el 1876, los representantes de la corona española tenían la costumbre de renovar en este lugar su juramento de respetar las libertades vascas.
El 26 de abril de 1937, la pequeña ciudad de Guernica, símbolo de las libertades vascas, fue destruida por la aviación alemana al servicio de Franco. Por primera vez en la historia militar, un poblado civil es totalmente sometido bajo un diluvio de bombas.
La indignación es inmensa. Trastornado por este homicidio en masa, el pintor español Pablo Picasso realiza a las semanas su obra célebre, (considerada cómo su obra maestra) y una de los cuadros clave de la pintura del siglo XX.
El tema gira en torno a los horrores de la guerra. Picasso se ve conmocionado por las noticias del bombardeo de la ciudad vasca de Guernica. La noticia fue titular en todos los periódicos que destacaban la brutalidad de la acción, ejercida sobre una pequeña ciudad sin interés militar, desarmada y tan sólo ocupada por población civil. Sobre este motivo, comienza a construir el gran lienzo.
A través de numerosos apuntes y varias versiones del cuadro completo, Picasso poco a poco va decantando los motivos concretos del bombardeo para ir concentrando toda la violencia en símbolos y figuras que dejan de remitirse al hecho concreto. En este proceso Guernica deja de ser un puro cuadro histórico para convertirse en un grito contra la guerra desde el punto del vista de la víctimas, una reflexión sobre la destrucción y el dolor aplicable a cualquier tipo de conflicto, convirtiendo un hecho concreto en una obra universal.
Hoy conocemos lo que pasó en Gernika porque un periodista, George Steer, de The Times, se rebeló contra la versión que del bombardeo dieron los franquistas, lo que hoy llamaríamos la posverdad o hechos alternativos.
‘Hoy sigue habiendo muchos Gernikas’, declaró ayer el hijo de Steer. Porque la gran lección que en ella aprende el joven Álex es que recordar es ver el presente. Ver en los refugiados que escapa ahora de África, Irak o Siria a los que hace 80 años se echaron a las carreteras con su colchón a cuestas porque ya no existía Gernika.
Las sociedades que no recuerdan estén condenadas a repetir los errores de su pasado y están condenadas a no entender su presente. Propuesta: ir al Reina Sofía, junto al Gernika, con un cartel que diga Alepo de Picasso
Cuando la aviacion alemana bombardeó Gernika, el Gobierno español legítimo lo presidia el socialista Largo Caballero, con el peneuvista Manuel de Irujo como ministro.
Presentar lo ocurrido en Gernika como un escarmiento de «España al pueblo vasco por su resistencia al fascismo» (la cita es textual del Gobierno Ibarretxe en el 70 aniversario), olvidando al Gobierno legítimo que luchó contra Franco, en cuyo bando hubo, por cierto, muchos vascos, igual que españoles lucharon contra el franquismo…poco tiene que ver con lo que los historiadores nos cuentan que pasó.
Ahora que tanto hablamos del relato, seamos rigurosos con este.