Una cosecha contra las balas (Mandarinas en Aiete)

dddddEl georgiano Zaza Urushadze narra en ‘Mandarinas’ la guerra civil en su país. El protagonista es Ivo, un anciano representante de la minoría estonia que vivía desde hacía siglos en la región, pero que la abandonó durante la guerra

Mandarinas fue la primera película de su país en lograr una de las cinco candidaturas al Oscar al mejor largometraje de habla no inglesa.

Es un film excelente.

El filme es una coproducción entre Estonia y Georgia, algo en que también supuso una primera vez. Pero Mandarinas es, sobre todo, una oda al desprecio a los conflictos armados. “La guerra es una idiotez, una de las mayores absurdeces del planeta”, defiende Urushadze (Tbilisi, 1965). “Podemos tener origen o religión distintas, pero somos todos humanos. Eso es lo más importante que deberíamos recordar”, ya agregó en otras ocasiones. Y así lo deja claro el filme, que se basa en un conflicto real: a principios de los noventa, la región de Abjasia quiso independizarse, apoyada y seducida por Rusia, y Georgia se opuso.

Para relatar la insensatez de esta guerra, Urushadze se aleja del frente de batalla: su relato melancólico se centra en Ivo, como reza más arriba. Sin embargo, Ivo no piensa ir a ningún lado; por lo menos, hasta que pueda recolectar la cosecha de sus apreciadas mandarinas. Pese a querer apartarse del conflicto, el anciano acaba abriéndole la puerta de su casa: allí acoge a un mercenario checheno y un georgiano, ambos heridos y decididos a matarse en cuanto se recuperen, porque así les sugiere el credo de su respectivo bando.

Los personajes son víctimas de decisiones irresponsables de la política”, agrega el cineasta. En el fondo, Urushadze lidió personalmente con las guerras que narra. No llegó a coger las armas, pero sí perdió a “muchos amigos” en el pasado.

El director relata que otra de las mayores curiosidades de la millonaria Hollywood era saber cómo se sacó de la manga con apenas 650.000 euros un filme que llegara a pelear por la estatuilla.

Cuesta creerlo, pero resulta que este señor risueño, creador de una fábula sobre el calor humano, encantado de hacerse fotos para la entrevista con un montón de mandarinas —escogidas, por cierto, por ser símbolo de Abjasia—, es un realizador “despótico”, como contó él mismo. “Solo en el rodaje”, matiza ahora. “El término es un poco excesivo, pero es el carácter del cine, no hay otra opción. Si empezáramos a discutir todo el tiempo sobre cómo hacer la película, no la rodaríamos”.

Tan claro tenía todo, que hasta se permitió un guiño de metacine. En un momento del filme, una furgoneta se estrella, pero no explota como en las películas. Y un personaje exclama decepcionado: “El cine es un fraude”. Para Urushadze, fue una “protesta” juvenil. Hijo de un célebre portero de fútbol, rechazó por rebeldía adolescente seguir las huellas paternales y acabó tras la cámara.

Otra protesta es la que expresa Urushadze en política exterior. Después de los eventos que hacen de marco a su filme, Georgia y Rusia volvieron a enfrentarse en 2008 por la misma razón: el apoyo de Putin a la independencia de Abjasia y Osetia del Sur. Entonces, ¿qué opina el director sobre Rusia? “Su política agresiva no va a cambiar, porque nunca lo ha hecho en siglos. Hablamos de un país grande que en pleno siglo XXI le quita territorios a un país pequeño”.

Tommaso Koch

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