Es el último grito en videojuegos. También es una nueva manifestación de la estupidez humana. Miles ¿millones?… de sonsos cazando imaginarios Pokémons en parajes reales.
Es la sociedad ideal para quienes la quieren llena de descerebrados. Sociedades saturadas de idiotas que dedican su tiempo y ocupan sus neuronas en cazar ficciones, olvidados del mundo, que así gobernarían a sus anchas sátrapas sin escrúpulos.
¿Para qué preocuparse del desempleo, las desigualdades, la violencia social si lo más importante del mundo es caminar como zombis cazando muñecos virtuales?
En sociedades privadas de valores, vaciadas de contenido, juegos como el Pokémon Go llenan los espacios ociosos, desolados, del cerebro y el espíritu de millones de seres.
Incitados a olvidar la realidad, privados de metas e ideales, los videojuegos se erigen en depositarios de la dejadez humana, en trampas donde dilapidar el tiempo finito de vida.
Nunca como hoy ha tenido el ser humano mayores posibilidades de acceso a educación, ciencia, cultura. Nunca como hoy ha gozado de una democratización tan grande del conocimiento.
No obstante, incluso los pueblos que se dicen cultos, se ven arrastrados, sin mayores críticas, a una exaltación de la banalidad, a lanzarse a sumideros infinitos de ignorancia.
Cierran librerías, quiebran editoriales, pero el negocio de los videojuegos sigue en alza.
Lo dijo Einstein hace poco más de medio siglo. Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y de lo primero no estaba seguro. Oremus.
Es el último grito en videojuegos. También es una nueva manifestación de la estupidez humana. Miles ¿millones?… de sonsos cazando imaginarios Pokémons en parajes reales.
Es la sociedad ideal para quienes la quieren llena de descerebrados. Sociedades saturadas de idiotas que dedican su tiempo y ocupan sus neuronas en cazar ficciones, olvidados del mundo, que así gobernarían a sus anchas sátrapas sin escrúpulos.
¿Para qué preocuparse del desempleo, las desigualdades, la violencia social si lo más importante del mundo es caminar como zombis cazando muñecos virtuales?
En sociedades privadas de valores, vaciadas de contenido, juegos como el Pokémon Go llenan los espacios ociosos, desolados, del cerebro y el espíritu de millones de seres.
Incitados a olvidar la realidad, privados de metas e ideales, los videojuegos se erigen en depositarios de la dejadez humana, en trampas donde dilapidar el tiempo finito de vida.
Nunca como hoy ha tenido el ser humano mayores posibilidades de acceso a educación, ciencia, cultura. Nunca como hoy ha gozado de una democratización tan grande del conocimiento.
No obstante, incluso los pueblos que se dicen cultos, se ven arrastrados, sin mayores críticas, a una exaltación de la banalidad, a lanzarse a sumideros infinitos de ignorancia.
Cierran librerías, quiebran editoriales, pero el negocio de los videojuegos sigue en alza.
Lo dijo Einstein hace poco más de medio siglo. Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y de lo primero no estaba seguro. Oremus.