Los lectores de «Crónica de una muerte anunciada» sienten como si cada página de la novela volara como las hojas y las gaviotas del dibujo
Luzangela Arteaga, la periodista que colaboró con el Nobel en la reportería de ‘Noticia de un secuestro’, recuerda el proceso del libro a los 20 años de su publicación.
(Noticia de un secuestro es una obra escrita por el autor colombiano Gabriel García Márquez publicada en 1996)
No es “Crónica de una muerte anunciada” que la tenemos para la tertulia del próximo 3 de noviembre, pero nos da una idea del puntilloso trabajo de García Márquez.
(Crónica de una muerte anunciada fue publicada en 1981).
Después de hacer interminables entrevistas, donde Gabo, como recuerda Maruja Pachón, iba y venía para sonsacar cada uno de los detalles a los personajes, su prima hermana y secretaria privada, Margarita, transcribía las horas de grabación. Después, se reunía con Arteaga: “Un encuentro con el maestro era sinónimo de tarea para dos meses”. Ambos se sentaban a revisar los apuntes sobre la transcripción, a hablar de los escenarios. De los detalles. Siempre los detalles. Fue ahí cuando Arteaga se percató de la grandeza del Nobel. “No había espacio para la duda y si la había, seguíamos hasta verificarlo. Si no lo conseguíamos, no se incluía”.
La minuciosidad de Gabo no tenía límites. “Quería ir a la casita donde llevaron a Maruja y a Beatriz, quería entrar al baño… O meterse en el carro donde las sacaron para trasladarlas al lugar en el que se encontraron con Marina. Le habían contado, como refleja en el libro, que podían respirar y ver un poquito. Él quería saber hasta dónde. Busqué durante dos años el carro pero fue imposible”, rememora Arteaga. Aunque ahora ríe, fue un trabajo exhaustivo de comprobación, de empeñarse a fondo. “Vivía con la angustia de no tener ninguna imprecisión, tuve el cuidado de que todo lo que le enseñaba lo acompañaba con un documento”, relata, mientras enseña una muestra de los papeles que aún conserva: recortes de periódicos, de revistas, documentos, derechos de petición… No todas se usarían. Algunas eran por mera curiosidad, como los resúmenes que le tuvo que hacer de las novelas que veía Pacho Santos, exvicepresidente de Colombia, durante su cautiverio.
Las jornadas de trabajo presenciales con Gabo tenían hora de inicio pero nunca se sabía cuándo acababan. A medida que el libro se concretaba y la confianza entre ambos iba a más, los sobresaltos podían llegar en cualquier momento. Arteaga dejaba todo lo que estaba haciendo, como aquel domingo que se pasó pegada al teléfono después de dar de almorzar a sus hijas hasta bien entrada la noche. “Me llamó desde México, había estado hablando con Beatriz y le había contado el detalle del perfume que le había regalado uno de sus secuestrados y que le había dicho ‘mi amor’. Estaba completamente indignado. Vivió tan intensamente lo que escuchó de sus protagonistas, lo llevó tan adentro que sintió la misma ira y frustración”.
¿Bob Dylan es un buen poeta? Supongo que debe serlo. Nicanor Parra lo ha reconocido y si lo ha hecho él, no hay motivo para no creerle.
Un Nobel para el cantor no me parece mal. La Academia a veces nos da gusto y a veces no.
¿Y si el premio lo hubiera recibido el poeta y cantante Vinicius de Moraes, pensaríamos lo mismo?
A primeras horas de la mañana del jueves 21 de octubre de 1971 decenas de periodistas se aglomeraron ante la puerta de la Embajada de Chile en Francia, ubicada en el número 2 de la avenida de La Motte-Picquet. Una noticia procedente de Estocolmo, retrasada por las maniobras de la CIA en el marco de la guerra fría cultural, empezaba a dar la vuelta al mundo: la Academia Sueca había concedido a Pablo Neruda el Premio Nobel de Literatura, creador de Canto general.
Acompañado por Matilde Urrutia y Louis Aragon, Neruda ofreció unas primeras declaraciones a la prensa, que interrumpió para conversar con el Presidente Allende por teléfono. Fue el tercer escritor latinoamericano. En la actualidad son seis.