Kars es una ciudad de Turquía situada en el noreste del país, en límite con Armenia, Georgia y el mar Negro. En el año 2012 tenía una población de 78 100 habitantes. Es una ciudad con influencias de las culturas armenia, turca, rusa y del Cáucaso, que confluyen en la zona, los edificios de Kars son por tanto de una gran variedad de estilos arquitectónicos.
Por otra parte, la presencia de Pamuk (Estambul, 1952) en el escenario de la literatura internacional resulta arrolladora -no tanto en los limitados cenáculos donostiarras-. Su capacidad para plantear cuestiones candentes, como la díficil relación existente entre los estados laicos y la religión musulmana, y un talento literario pleno de sorpresas formales proveen la fuerza textual.
Nos hallamos ante un autor en la madurez de sus facultades narrativas, dispuesto a representar la intratable realidad de la ciudad donde vive, Estambul, y de su país, Turquía, situado entre civilizaciones opuestas, la oriental y la occidental.
Nieve-Elurra-Kar llega directamente al corazón del lector, porque nos hace vivir los problemas de unas gentes y de un mundo sumidos en el presente de una zona álgida del globo.
Es posible comentarla en clave literaria, ahondando en las evidentes influencias de Dostoieski de Thomas Mann y de otros compañeros de las tertulias de Aiete, y de Kafka, pero se puede destacar su fuerza singular. La concedida por la convicción, por la representación de los problemas personales y colectivos de una sociedad que conoce a fondo. Pamuk pertenece a los grandes, que ofrecen una clave para entender a una sociedad y comprender mejor los resortes de los hombres y la universalidad de nuestras reacciones. (La gente que acude esta tarde a la tertulia en Aiete participará de este gozo singular)
Pamuk, combina la valentía del convencido con la habilidad artística de quien sabe hallar una vía de entrada a la realidad que abre perspectivas, vistas, y no sólo pergeña escenas puntuales. Reconocemos en el texto la presencia de un intelectual, es decir, de un hombre comprometido con una causa moral, en su caso la defensa de la sociedad y la cultura laicas, donde las respuestas a la pobreza se hallan a veces en la desesperación y en el cobijo en la religión islamita. Mas su lucha se extiende también a aclarar los problemas históricos que emponzoñan la historia turca, como la masacre de más de 30.000 kurdos y un millón de armenios a comienzos de siglo. Lo que le valió que el gobernador de una provincia ordenase quemar los libros suyos que hubiera en las bibliotecas públicas, y luego resultara que no había ninguno.
Nieve, sucede en el este de la Anatolia turca, en la ciudad de Kars (kar significa nieve en turco), que se encuentra situada entre Georgia y Armenia, con la consecuente mezcla de grupos étnicos. Ocurre al comienzo de los años 90 del siglo XX. El protagonista es un poeta de 42 años, Kerim Alakusoglo, Ka, que regresa a Turquía tras doce años de exilio en Francfort, donde arrastraba una miserable vida. Llega para asistir al entierro de su madre en Estambul. Recibe entonces el encargo de un periódico de ir a Kars para hacer un reportaje sobre una serie de suicidios de muchachas, causados por la negativa a quitarse el velo para asistir a la escuela. Las tensiones entre los fundamentalistas islámicos y las autoridades civiles defensoras de la secularización se convierten así en uno de los hilos narrativos fundamentales del texto. La ciudad de Kars, pobre y hundida en la nieve, conserva rastros de tiempos mejores, de cuando formaba parte del orgulloso imperio otomano. Ahora quedan sólo ruinas de iglesias armenias, donde escasean los feligreses porque fueron asesinados, la ciudad fue dominada por los rusos y por todas partes cuelga la imagen de Ataturk, el fundador de la República Turca, el icono de la secularización. (Ver foto de Ataturk montado a caballo) (Kars fue visitada por Pushkin en 1829).
Como ha señalado Margaret Atwood, es difícil entender lo que se filtra en los sentimientos de los turcos, que saben de su pasado glorioso y de la pobreza actual. Su identidad lleva impresa en su centro la pregunta de en qué nos equivocamos como civilización. Sobre ello se superpone ese eje formado por el fundamentalismo islámico en lucha con las fuerzas que miran al mundo secular occidental. No lejos de todo ello está la política, la lucha por el poder, por salir de la horrorosa pobreza, el frío. Fue Juan Benet quien dijo que durante nuestra postguerra fue peor soportar el frío que el hambre.
Ka tiene además el deseo de ir a Kars, porque allí vive su amor de juventud, la bella Ipek, que, según ciertos rumores, se va a divorciar de su marido, Muhtar, candidato islamista a alcalde de la ciudad. La búsqueda de información que explique los suicidios le lleva a entrevistar a diversas personas, oficiales, civiles, clérigos, e incluso a Azul, un terrorista musulmán. Hay escenas estupendas, presenciadas por Ka, como el asesinato del director de la escuela que hizo que se cumpliera el mandato de rehusar la entrada a las jóvenes con velo, mientras mantenía una conversación con su asesino. La sátira se tiñe de tragedia. A Ka le visita de nuevo la inspiración estando en Kars, pero Pamuk apenas ofrece una muestra de su poesía. Nos sorprende cuando averiguamos que el narrador se llama Orhan, que estamos leyendo una historia contada cuatro años después de ocurrida. En su búsqueda de información Ka se encuentra con gente diversa, y sabe despistar a quienes le vigilan, pues nadie desea que se hable de las jóvenes suicidas. Esto concede a la novela un aire de obra de misterio, llena de zigzags e intriga. Un poco de novela negra. El suicidio de las jóvenes acaba por conmovernos profundamente. Lo hacen como los jóvenes que se inmolan en Israel o Londres, con naturalidad. Pudiera ser debido al odio a la riqueza de occidente o a la constatación de que cuando la familia, los hermanos, los amigos, intentan coercer a las jóvenes suicidas, la respuesta emana de la fuente de donde fluyen las emociones humanas. Allí, sin premeditación ni dramatismo, surge la idea y se fortalece la decisión de cometer un acto criminal contra uno mismo o contra otros. Kadife, la hermana de Ipek, el amor de Ka, propone que las mujeres cometen suicidio lo hacen por ser ellas mismas, más que para mostrar su orgullo.
En Nieve, Pamuk se aproxima a la realidad turca como nunca lo había hecho. Pamuk fue acusado oficialmente de haber calumniado la identidad turca en unas declaraciones hechas a un periódico suizo. Ka, Orhan, dicen demasiado para un régimen autoritario, que pretende velar la expresión de opiniones contrarias.
Extracto de un artículo de GERMÁN GULLÓN