…”en nuestra organización social nada permanece y todo es fugaz…”

En 2007 Steve Jobs presentaba el teléfono móvil que vendría a cambiar los hábitos de miles de millones de personas. Hoy, diez años después, el impacto de estos artefactos en la sociedad, en la educación, en el desarrollo de las personas, en las relaciones humanas, etc… es más que evidente, aunque sus consecuencias sean todavía imprevisibles.

Este hecho, es una evidencia más de que “en nuestra organización social nada permanece y todo es fugaz, incompleto, indefinido, y que, en efecto, todo lo sólido se desvanece en el aire”. Con estas palabras, describía el sociólogo polaco recientemente fallecido, Zygmunt Bauman los “tiempos líquidos” que vivimos. Su pensamiento, marcado por la influencia social de la tecnología, de la que el smartphone es la punta del iceberg, expresa también una honda preocupación por la pérdida de la dimensión de la ética colectiva e individual. En concreto habla de la neutralización y banalización de lo éticamente incorrecto (adiaforización). Según Bauman, habríamos abandonado ya el sentido de misión colectiva asociado a la modernidad clásica.

Tiempos líquidos ¿Cómo recuperar la necesaria conciencia global y colectiva que responda a la injusticia derivada de un mercado sin fronteras y repleto de zonas sin control legal? ¿Cómo fraguar en sólida la fluidez de los comportamientos de masas de seres humanos “convertidos en superfluos por el triunfo del capitalismo global” (Bauman)? ¿Qué clase de persona se requiere para construir ese sentido de “misión colectiva” en desuso que pueda hacer frente a “la primacía de lo exterior, inmediato, visible, veloz, superficial, provisional” (Papa Francisco E.G. 62)?

El mismo Bauman nos responde que el yo moral se forja si vive en nosotros la responsabilidad del mundo que dejamos a nuestros hijos. Desde esta inquietud, la campaña “Si Cuidas el Planeta, Combates la Pobreza” ha venido trabajando en los meses enero y febrero el tercer punto de su decálogo verde: “Valorarás la importancia de tus comportamientos cotidianos”. Romper la lógica individualista, consumista y depredadora de recursos naturales es imprescindible si queremos ser cuidadores del planeta y de los seres humanos que la habitamos. Y romper esa lógica es posible con decisiones pequeñas, de cada día, mediante una opción personal que podemos renovar constantemente.

Pequeños gestos tales como “cambiar de compañía eléctrica por una cooperativa de energía alternativa”; “reducir el consumo de petróleo al usar el transporte público o la bici cada día”; “comprar detergente ecológico en el mercado solidario del barrio, en vez de una gran marca en grandes superficies”; “asociarse en grupos de consumo local de productos ecológicos”; “reducir el consumo de agua en casa”; “pedir que no nos den bolsa al comprar y usando de tela”; “consumir productos de comercio justo”; “aprovechar el papel todo lo posible”; “preguntar ¿cuánta comida se tira en mi cole?”; “apagar luces”; “llevar chaqueta dentro de casa para apagar la calefacción”; “reducir los residuos en mi familia”; “llevar comercio justo a la gente de mi trabajo”… Detalles insignificantes recogidos de entre más de cien tweets pero muy significativos porque son signos del cambio que llevamos dentro de nosotros…

Y es que, volviendo a Bauman, sin la coherencia de los hábitos del día a día falta la argamasa que hace fraguar ese yo ético en la conciencia de cada uno. Es necesario que nuestra concepción de la vida, la persona y el mundo sea consecuente con nuestros actos y alimentar con ello la convicción, que a su vez fortalece la capacidad de dar pasos, siempre pequeños, hacia un sueño: aquello de “actuar como se piensa para no acabar pensando como se actúa”. Y así, a partir de personas de convicciones firmes que, con valentía y una gran dosis de utopía, se esfuercen por transparentar la visión que tienen del mundo en cada pequeña decisión, se cultiva la esperanza. Una esperanza que solo germina en el terreno colectivo, unida a otros, y que permite trascender el yo individual y llegar a recuperar la lucha colectiva por el bien común en los “tiempos líquidos” que vivimos. Tiempos estos, muy necesitados de “conciencias solidas”.

Artículo publicado originalmente en Pobreza cero

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