Las tres dosis de Amin Maa-louf “Pensamiento, cultura y literatura”

Ahora estamos leyendo León el Africano, preparando la tertulia para el jueves.

Esta (buena) novela histórica esta escrita por Amin Maa-louf que afirma «No procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía». En El desajuste del mundo se entrega al análisis de este planeta desnortado y de sus carencias y excesos. Y saca lecciones. Preconiza una escala de valores basada en la cultura. Y no por ser él un intelectual, un escritor. No habla de la cultura como de un bien de consumo. «Hoy en día», afirma, «el papel de la cultura es proporcionar a nuestros contemporáneos las herramientas intelectuales y morales que les permitan sobrevivir: nada menos».

La identidad con Amin Maa-louf crece tras este párrafo, porque Lantxabe prepra también su viaje y lo hace desde el interés cultural.

De su libro Orígenes reproducimos este párrafo : «Otro que no sea yo debe hablar de ‘raíces’... No es mi vocabulario. La palabra ‘raíces’ no me gusta, y la imagen todavía menos. Las raíces se hunden en la tierra, se retuercen en el fango, se propagan entre tinieblas; mantienen cautivo el árbol desde que nace y lo alimentan a cambio de un chantaje: ‘Si te liberas, morirás».

A Maalouf le habrían podido conceder el premio de la Concordia. Pues de eso va su dilatada obra, de eso va su vida, en torno a eso gira su línea de pensamiento. Hombre puente, decimos, que a su vez insta a los otros a que se conviertan en lazos, y que tanto en ficción como en ensayo (y antes, como periodista), busca en la diversidad ese instante mágico en que los distintos se mezclan.

En el prólogo de su libro Identidades asesinas, Amin Maalouf escribió lo siguiente: «Lo que hace que yo sea yo, y no otro, es estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales».

¿Fenicios o árabes?, el eterno debate libanés. Identidades: inseguras o ancladas como alabardas, pero siempre asesinas.

Ante las identidades de trincheras y los discursos que separan, Maalouf ofrece tres dosis de medicina: “Pensamiento, cultura y literatura”. “Estamos en una situación paradójica. Tenemos el sentimiento de que el mundo podría ir en la dirección que quisiera, pero no vamos hacia ningún lado porque no sabemos hacia dónde ir. Estamos al volante de la maquina más sofisticada jamás construida pero no sabemos cuál es el camino”

El autor de León el africano vive en Francia desde 1976 y escribe en la lengua de su país de adopción. Desde 2011 es miembro de la Academia Francesa, en el sillón que ocupó previamente Claude Lévi-Strauss. Precisamente su última obra, Un sillón que mira al Sena (Alianza) es una suerte de homenaje a sus 18 predecesores, como Claude Bernard, Ernest Renan, o Henry de Montherlant.

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