De Sergio sabemos que es un buen profesor y director de música, un didáctico maestro; pues bien, ayer martes 13, en un repleto salón de actos de la Casa de Cultura de Aiete, entre un público sabio y presto para escuchar, volvió a demostrar su dominio de los ritmos, tiempos y tacto en charlas y conferencias audiovisuales, como esta protagonizada por el barroco musical veneciano. Sergio sabía que la semilla de su investigación sobre Antonio Vivaldi, prendería en oídos, en los cuerpos, que componen la masa de personas que acuden a sus presentaciones, en el marco del Ciclo de Literatura y Cine. Tercera presencia en estos ciclos, siguiendo la senda de Henri James y Visconti que en el actual Ciclo han cumplido también tres apariciones. Sergio Pedrouso nos habló sobre Wagner, -año 2015, viaje al Sur de Alemania-; en 2016, Ambar musical en el Báltico y, ayer, Vivaldi y el barroco musical veneciano.
Presentado, con la chispa de siempre, por Lola Arrieta, ayer asistimos a una documentada exposición de la génesis y explosión de la música barroca, soportada en tres pilares: Adrian Willaert, Monteverdi, Vivaldi; y a una exposición sonora de cada uno de los momentos cumbre de la música entre los siglos XVI y XVIII, en Venecia, que quiere decir en Italia, es decir Europa. Ejemplos de la presencia italiana, los encontramos en cada uno de las países europeos más poderosos de esos siglos.
Sergio Pedrouso se apoya, con precisión suiza, en la proyección de fichas técnicas, como complemento informativo o de trabajo reflexivo, para un extasiado público que sigue su charla.
El ponente viene con sus “diaporamas” es decir, con la combinación de imágenes fijas proyectadas y sincronizadas con un montaje sonoro a través de dispositivos informáticos (ayer, en la penumbra, le veíamos trabajar con dos ordenadores). El martes con la atención puesta en el análisis de la música del barroco y su relación con la estructura social veneciana.
La defensa y explicación oral y audio-visual, del trabajo que prepara, es fundamental para entender el formidable éxito de sus convocatorias, aunque no encuentren el merecido respaldo de la cultura oficial donostiarra.
El orador alterna su exposición oral con los “diaporamas”, y va desgranando su conferencia; primero, quién hacía la composición; después, para quién era la música; cómo se pasa a la música fónica a la polifónica y cómo se desarrolló en la basílica de San Marcos, en una magnífica puesta en escena, en la pantalla del salón de actos. Las figuras proyectadas le permitían describir gráficamente, cómo se fue ampliando la base social de los conciertos, en función de los intereses (léase negocios) de la incipiente burguesía veneciana. La cultura musical y pictórica que se fue abriendo paso en Venecia, está asociada a los cambios sociales que hubo en aquella época, asegurándose las castas pudientes, eso sí, la permanencia de las condiciones de desigualdad entre las clases. Y así, en sus fotos fijas, nos fue presentando cómo se organizaban los acontecimientos musicales en los primeros teatros de masas y la distribución de los grupos sociales en ellos.
Pues bien -y esto lo añadimos nosotros- como sucedía ayer en Venecia, hoy en Donostia, la cultura, mejor dicho la gestión de la cultura, es un reflejo de los intereses de las élites de la ciudad. No hay más que ver el respaldo que los aparatos ideológicos de la ciudad prestan a unas citas o a otras.
En este comentario leo puyas contra la “cultura oficial”. Creo que la cultura ya no es un valor añadido, soy muy crítico, la cultura ha perdido puntos. Antes quizás era minoritaria, pero la cultura tenía un valor, yo creo que ahora no, no significa nada, casi es un estorbo. Además se lee menos, aunque presentéis esos salones llenos de lectoras, sois la excepción y os felicito por ello.