La fidelidad de Arconada como ejemplo

¡No pasa nada, tenemos a Arconada! Ese fue uno de los primeros cánticos que escuché en un campo de fútbol. La Real Sociedad había ganado su primera Liga en Gijón gracias a un gol en el último minuto de Zamora -un jugador de Rentería, como yo- y ese mismo verano de 1980 pedí como regalo por mis buenas notas el carnet de socio de la Real en lugar de la socorrida bicicleta BH, que era todo un lujo por aquella época. Y acerté de pleno.

Histórico portero de la selección española y de la Real Sociedad. Horizontal

En los dos años que fui socio de la Real siempre me coloqué detrás de la portería de la torre de Atocha. El motivo no era otro que ver lo más cerca posible al que para mí ha sido el mejor portero español de todos lo tiempos. Era imposible no caer cautivado ante la personalidad que transmitía sobre el campo Luis Miguel Arconada (San Sebastián, 1954). Fue, sin duda, mi primer ídolo deportivo.
Gracias a la pequeñez del entrañable Atocha no te perdías detalle de nada en la grada. Oías cómo mandaba con autoridad a su defensa en cada córner o falta en contra, las broncas que echaba a sus centrales cuando perdían la posición, cómo cerraba los puños con un gesto de satisfacción cuando marcaban gol… Hasta sus camisetas crearon estilo. La verde, la azul y la naranja de Adidas que sólo se cambiaba después de una derrota. Era una de sus manías, igual que la de llevar medias blancas que le metió en absurdas polémicas a la hora de jugar con la selección.
Era el capitán perfecto, no tenía un segundo de relajación sobre el campo en los 90 minutos. Y esa tensión que transmitía el portero la recogió un equipo campeón. Dudo que haya otra Real como aquella. Arconada no llegaba al 1,80 pero suplía su ‘baja’ estatura para un portero con unos reflejos fuera de lo normal y una agilidad felina que le hacía volar de poste a poste con gran facilidad. Tuve la suerte de vivir de cerca los mejores momentos de ese equipo que hasta hace nada tenía el récord de partidos invicto. La segunda Liga, la primera Supercopa y las semifinales de la Copa de Europa contra el Hamburgo. Y siempre sobresaliendo Luis ‘Pulpo’ Arconada, como le bautizó Héctor del Mar radiofónicamente.
Una pena que en esa época no se televisara el fútbol como ahora para que Arconada fuera reconocido como merece. Tres trofeos Zamora seguidos y en la selección encajó 62 goles en 68 partidos, menos de uno por partido en una selección que no era ‘ni fu ni fa’ en esa época. Lengokoak y Real Sociedad fueron sus únicos equipos. Y es que la fidelidad a unos colores también fue su virtud. Un grande.
Fernando Carnerero
MARCA

5 comentarios en “La fidelidad de Arconada como ejemplo”

  1. IDOYA LANDA GALARRAGA

    Además de gran portero, gran persona, en mi opinión
    El futbol nunca me ha interesado, pero ojalá personas de ese calibre estuvieran en todos los deportes para que la afición sea pasión.
    Somos unos privilegiados de haber tenido ese SEÑOR en nuestra historia

  2. B,F H.
    Si….cualidades profesionales y de caracter que le reportaron un alto reconocimiento;distinta reputacion segun otras opiniones de personas que se han relacionado despues con el en la actividad profesional.

  3. Con la plantilla de vacaciones y la afición desconectada de su equipo por el parón navideño de la Liga, la Real acaparó ayer la actualidad informativa en Gipuzkoa con el sorprendente anuncio del despido de su entrenador, Asier Garitano. Y es sorprendente porque, objetivamente, no se dan las condiciones que históricamente han movido al club cuando ha tomado una decisión de este calado. Pese a que la Real se ha marchado a las vacaciones de Navidad con el lastre de una mala racha de cuatro derrotas seguidas, la situación clasificatoria está lejos de ser desesperada;de hecho, no ocupa puestos de descenso, principal desencadenante, en los últimos años, de una decisión como la que ha tomado ahora. La afición no puede estar contenta con la marcha del equipo, especialmente por los malos resultados en Anoeta justo cuando se ha librado de las pistas de atletismo, pero no se ha revuelto contra el entrenador, no al menos con la intensidad que justificaría su salida del banquillo. En descargo de Garitano, que es su primer año y que siempre cuesta construir un nuevo equipo a partir de un esquema de juego también nuevo que se ha visto sacudido por una plaga de lesiones que ha lastrado la puesta a punto del proyecto. Por otra parte, no todo han sido sombras;la temporada también ha arrojado algunas luces, como la buena actuación del equipo como visitante, la siempre valorada victoria en San Mamés, la clasificación para los octavos de Copa o la confianza que ha depositado en algunos jóvenes valores de la cantera. La radiografía de la media temporada que ha podido dirigir el bergararra no invitaba a anticipar, justamente ahora, esta decisión, en la que no se reconoce el que ha sido patrón de comportamiento no solo de la Real, sino de la Real de Jokin Aperribay, al que siempre la ha costado cambiar de inquilino en el banquillo por lo que significa de fracaso deportivo. Este despido, en última instancia, no es sino una muestra más de la alocada deriva en la que se ha precipitado el fútbol del siglo XXI, sometido al negocio televisivo en el que manda la provisionalidad del resultado, convertido en el único termómetro que da y quita razones, esclavo de fabricar ilusiones que son imposibles de conciliar con el largo plazo, la paciencia y la maduración lenta de los proyectos. A la vista está que la Real tampoco se libra de esta tendencia.

  4. Ha traspasado los límites de lo rastrero, denigrante e injusto.
    Un hombre que había aportado una consistencia defensiva que no veíamos desde hace tiempo en la Real, que no se arredraba ante nada, ahí están las suplencias de Illarra y Zurutuza entre otros, lo cual ha podido constituir su mayor error por pecar de valiente y honrado, que estaba contando con jugadores canteranos de todo tipo y pelaje, y al cual quizás solo se le puede cuestionar la extraña situación en el campo de Wilian José, un hombre de quince goles por temporada.
    Le han echado los jugadores, no me cabe la menor duda. Otra vez Imanol se enfrenta a un mihura. En su anterior etapa, el oriotarra salvó los muebles pero no olvidemos que no todos los días son fiesta, y que, a veces, el remedio es peor que la enfermedad.

  5. Porque mira, ahí estabas tú y tu equipo. Te iban a tirar un penalti. Es más, había una tanda de penaltis, porque podíamos ser así de peliculeros. Los niños que lo fuimos antes de internet crecimos teniendo que consumir contenidos sin cortes, así que imaginad la tensión que había en esos lanzamientos. Nada de edición, media hora ahí creyéndonos adultos e imitando lo que veíamos en los partidos de la tele. Todos arremolinados en torno a la portería elegida y los que iban a tirar estirando el chicle de la atención de la grada. Y en esas que sale de ellas un cántico.
    “No pasa nada, tenemos a Arkonada, no pasa nada, tenemos a Arkonada”. Arkonada era un portero de la Real a quien la mayoría de niños y niñas que cantaban su nombre no habían visto jugar nunca. Por edad y porque un partido televisado todavía era una lotería bastante democrática, cuando se retransmitía uno a la semana, el sábado a la noche, que podía ser un Burgos-Osasuna.
    Tú le conferías esa cualidad a tu compañero, al que le había tocado ponerse de portero. Una confianza colectiva ciega. Aunque fuera más malo que el baladre, da igual
    Arkonada era mítico en el sentido literal de la palabra. El protagonista heroico de una narración maravillosa que podía ser ficticia y no atendía a tiempo histórico. Y en ese momento, tú le conferías esa cualidad a tu compañero, al que le había tocado ponerse de portero. Una confianza colectiva ciega. Aunque fuera más malo que el baladre, da igual. No pasa nada porque tenemos a Arkonada, aunque se pudiera girar en cuanto le tirasen fuerte.

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