Como saben los lectores de esta ‘página‘, Elena, es miembro titular de viola de la “Orquesta Sinfónica de Euskadi” desde 1982.
Colabora con muchas formaciones musicales. Estuvo con nosotros en ‘Aula Boreal’, Grupo Barroco, en el concierto que tuvo lugar, en el viejo palacio de Aiete, el sábado día 20 de mayo de 2006; un año más tarde vino a Katxola con el grupo EDUC, junto a José Miguel Chirivella, clarinete de la OSE y Javier Ruiz, voz y guitarra.
Hace unos meses, el 24 de noviembre, le dedicamos unas líneas en estas mismas páginas.
Hoy María José Cano presenta esta entrevista a Jordi Savall y a Elena Martínez de Murguía en el Diario vasco.
Algo tiene la viola de gamba para que Jordi Savall (Igualada, 1941) le haya dedicado toda su vida y la haya llevado a los mejores auditorios del mundo. El músico catalán comparte su pasión por este instrumento y por la música ‘antigua’ con la donostiarra Elena Martínez de Murguía, viola de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y alma máter del Ensemble Diatessaron. Los dos actúan esta edición de la Quincena. Savall, que lo hizo anoche en Senpere, ofrece hoy en el teatro Victoria Eugenia sus ‘Diálogos célticos’. Martínez de Murguía participa en el espectáculo ‘Amoria’ el día 29 en el Kursaal junto a otros artistas como las hermanas Labécque.
-¿Por qué la viola de gamba?
-Jordi Savall. Porque vi que era un instrumento muy interesante, realmente bello. Sin embargo, lo que me llevó a dedicarme a ello y a abandonar el violoncello fue su desconocido, maravilloso y enorme repertorio, que no se conocía ni se tocaba.
-Elena Martínez de Murguía. Porque es uno de los instrumentos más humanos que hay, empatiza con nuestra vibración interior. Es acogedor con las emociones, es algo profundo que no sabría explicar.
-¿Se puede acceder a él sin haber tocado antes otro instrumento?
-J. S. Hoy en día sí, pero cuando yo empecé, hace más de cincuenta años, no existía esa posibilidad. En 1957 nadie había oído hablar nunca de la viola de gamba, había algún músico que la tocaba en plan amateur, pero poca cosa. La situación ha cambiado hoy en día y se puede empezar a tocarlo directamente, incluso siendo muy joven.
-E. M. Se puede acceder a él como primer instrumento, por supuesto. Ahora bien, con los instrumentos pasa como con los idiomas, si tocas varios, uno nuevo te resulta más fácil. Al fin y al cabo la música es un lenguaje que con la práctica va mejorando. Eso sí, especializarse y profundizar en la técnica del instrumento es fundamental para alcanzar un buen nivel.
-¿Qué cualidades debe tener un músico para tocar bien la viola de gamba?
-J. S. Como todos los instrumentos de arco, requiere tener una habilidad mínima y mucho trabajo para combinar muy bien la mano izquierda con el arco, pero al igual que cuando tocas un cello o un violín. Para un aficionado, la viola de gamba tiene ciertas ventajas cara a la afinación porque tiene siete trastes que te indican dónde debes poner los dedos. Por eso es más fácil mantener la afinación que en un violín o un violoncello. Esto compensa con el hecho de que el arco es más complejo al tener siete cuerdas en vez de cuatro.
-E. M. Mucho amor por lo que hace, curiosidad y ganas de comunicar y expresar con su instrumento. Cualidades como el oído, el ritmo o la concentración también son siempre importantes para la música.Diría que el alma está en el arco, en todo lo que se puede hacer con él. Permite una paleta expresiva muy extensa que unida a la resonancia del propio instrumento, con muchas cuerdas que vibran por simpatía, hace que tenga una sonoridad muy especial.
– ¿Qué épocas engloba el repertorio para viola de gamba?
-J. S. El instrumento aparece a mediados del siglo XV. Los primeros tratados para viola de gamba son de 1530 y a partir de ahí llega hasta finales del siglo XVIII, con las últimas obras de violistas como Forqueray. Hacia 1780 termina, por lo que hablamos de casi dos siglos y medio de música.
-E. M. Así es, se trata de un repertorio muy amplio, que abarca un gran periodo en el tiempo. Podemos encontrar iconografía en el reino de Aragón a finales del siglo XV. A mitad del siglo XVI se popularizó, pasó a Italia, de allí a toda Europa y en la Inglaterra isabelina vivió una época dorada. Tiene la peculiaridad de que al ser una familia de instrumentos con varios tamaños, es adecuada para hacer bajo contínuo, tocar de solista y hacer voces agudas. El instrumento más popular en todo caso es la viola de gamba bajo, del tamaño de un violonchelo.
-J. S. Esa variedad es la característica que le distingue de los instrumentos de la familia del violín. Todas las violas de gamba, de la más aguda a la más grave, se tocan en la misma posición, entre las piernas. Por eso el que estudia, por ejemplo, la viola de gamba bajo puede aplicar la misma técnica a la viola de gamba soprano o a la tenor. Si tienes un poco de habilidad y trabajas, puedes tocar en un conjunto de violas cualquier tipo de viola de gamba. En mi caso, me he especializado también en tocar instrumentos medievales porque se tocaban en la misma posición de gamba, la viola céltica, instrumentos orientales… y eso me ha permitido adentrarme en otros repertorios. Es algo que para mí ha sido muy enriquecedor y me ha permitido tocar con músicos de Balí, Madagascar, Armenia, Siria…
-E. M. Es verdad, no hay límites en cuanto a estilos, siempre que esté adecuadamente sonorizada para empastar con los demás instrumentos. Depende de la creatividad e imaginación de los grupos y me parece muy adecuada tanto para música étnica o folclórica, electrónica o contemporánea; ya se viene utilizando en muchos de estos campos.
-Estos instrumentos se utilizan para interpretar lo que conocemos como música antigua. ¿Les parece adecuado el término?
-J. S. Nunca me ha parecido adecuado hablar de música antigua. Encuentro más apropiado el término inglés: ‘historic music’ (música histórica). La música en sí es siempre actual y existe en el momento en que la cantamos o la tocamos, por lo que habría que hablar de música viva que se puede interpretar con un concepto moderno o con conocimientos históricos que permiten tocar con las condiciones estilísticas y técnicas de la época en la que fue creada. Por eso, es más apropiado hablar de música que se interpreta con criterios históricos o no que de música antigua. Lo que es antiguo es el manuscrito, pero en el momento en el que lo interpretamos pasa a formar parte de la actualidad.
-E. M. A mí tampoco me gusta ese término, porque parece que es música aburrida, de museo. Y toda música que tocamos ahora, es contemporánea, pues estamos haciéndola, recreándola e interpretándola hoy, por personas de este siglo, está viva. Además la música hay que sacarla de las bibliotecas y archivos y tocarla, hacerla en el instante, es ahora.
-¿Cómo se consigue especializarse en algo tan difícil de constatar y demostrar?
-J. S. Uno se puede especializar hasta un cierto punto porque las informaciones que tenemos no son completas. Por eso está el factor del intérprete y el del gusto musical. La música se aprende tocándola, pero para eso hace falta tiempo. Los años en los que uno está preparando partituras originales le hacen entrar en este mundo y que ese lenguaje forme parte de uno mismo.
-E. M. Yo no soy dogmática, creo que además del conocimiento hay que dejarse llevar por la intuición y el corazón. Al fin y al cabo hace cuatro o cinco siglos eran personas como nosotros, con los mismos sentimientos, alegrías y tristezas. Porque los convencionalismos eran otros, debemos leer y estudiar todo lo que podamos, empaparnos de su espíritu, y luego tocar como las personas que somos ahora, con la confianza de que vamos a transmitir el legado lo mejor posible.
– ¿Qué sienten cuando después de una larga labor de investigación consiguen hacer sonar esos documentos?
-J. S. Cuando amas la música todo el proceso es maravilloso y cuando alcanzas un nivel de madurez hay algo que te hace sentirte como en casa, pero el acto del concierto es siempre de una exigencia máxima. Hay un riesgo que exige estar muy integrado para que las cosas funcionen bien. El músico es como un deportista; tiene que estar siempre en forma, alerta.
-E. M. Es muy creativo, te sientes como con un deber cumplido, por hacer llegar a la sociedad algo que le pertenece. Además hay espacio para la interpretación personal, recuperación de memoria y patrimonio.
-Igualmente, han desarrollado encuentros que llaman a la tolerancia.¿Qué pueden aportar los músicos a la sociedad?
-J. S. Todas las artes públicas implican estar en una especie de pódium y por eso no podemos estar al margen de lo que ocurra. Tenemos un deber en la sociedad que implica no quedarnos en silencio ante la injusticia. El mero hecho de ser personajes públicos nos obliga a tomar una posición. Y la música es una de las artes que más nos puede sanar. Nos hace mejores y compartirla es siempre bueno. Eso no significa que no la hayan usado para horrores como los nazis, pero eso es una deformación que sucede cuando la dimensión espiritual se separa de la dimensión estética. Y ambas deben ir unidas.
-E. M. La música tiene un poder de sanación enorme, nos hace mejores personas, es un vehículo de unión entre culturas. Ayuda a comunicar sin palabras y a encontrar puntos en común.
«Tenemos un deber en la sociedad que implica no quedarnos en silencio ante la injusticia»
JORDI SAVALL
«La viola de gamba es uno de los instrumentos más humanos que hay; empatiza con nuestra vibración interior»
ELENA MARTÍNEZ DE MURGUÍA