William Wilkie Collins (Londres, 1824ko urtarrilaren 8a – Londres, 1889ko irailaren 23a)
Hogeita zazpi eleberri, hamabost antzezlan, berrogeita hamarretik gora narrazio labur, eta ez-fikziozko testu ugari eman zituen argitara. Bizi zenekoan ospe handia izan zuen, batik bat aldizkako argitalpenetan ateratako kontakizunek izan zuten harreragatik. Polizia nobelaren sortzaile edo, behintzat, aitzindaritzat jo du askok, idatzi zituen eleberri luzeek gerora generoaren ezaugarrietako zenbait biltzen baitituzte: misterio giroa, suspensea, idazkera zehatza…
Collinsek idatzitako lanen artean honako hauek nabarmendu ahal dira:
The Woman in White (1860),
Armadale (1866) eta The Moonstone, (Ilargiharria euskarazko bertsioan) (1868).
Wilkie Collinsen lanak euskaraz Collinsen lanetan oinarritutako filmak
Chicas, os doy la enhorabuena. Cierto, no hay quien de más.
Wilkie Collins pertenece a una curiosa constelación literaria y existencial: la
estirpe del láudano y la confesión escrita, la escuela del crimen y el paraíso
artificial que ya alimentara a Thomas de Quincey, Baudelaire, san Agustín o
el pequeño Rousseau (que adoraba los azotes). No obstante, el escritor inglés
también pertenece a un linaje de hombres sentados muchísimo más
importante. Como el Aristóteles de Dante, Wilkie Collins es, fue y será
«maestro de los que saben». Nacido en Inglaterra en 1824 y amigo íntimo de
Charles Dickens, Collins tiene el curioso mérito de haber sido un escritor
inmenso y rápidamente olvidado —por todos menos por Borges— que bien
pudiera ser considerado el fundador de la novela detectivesca contemporánea.
Aquejado de una extraña forma de artritis, se convirtió en un voraz
adicto al opio y escribió veintiséis novelas, entre las que destacan La dama
vestida de blanco, Antonina o la caída de Roma o No Thoroughfare, en colaboración
con Charles Dickens. Nunca perdió el sentido del humor (véanse los
despliegues opiáceos de su álter ego en el personaje de Francis Blake de La
piedra lunar) y se puede decir sin temor ni vergüenza ni cautela algunas que si
el resto de su obra resultara ser absolutamente infame (no es el caso), si
ninguno de sus otros libros mereciera otro destino que ser pasto de las
llamas, Wilkie Collins seguiría sentado y consumiendo opio en el noble
castillo de Dante.