Ilustres visitantes

El sábado 6 de octubre, tuvo lugar en el caserío Katxola, el primer rito en la fabricación de la sidra. Los ‘katxoleros’ andaban preocupados porque este año la cosecha de manzana ha sido escasa -23 sacos de 30 kg=690 kg- y temían no llenar las dos kupelas, con el mosto que brotaba de la prensa que ocupa la mitad del primer piso del caserío; pero tras varias prensadas, antes y después del acontecimiento público, lo consiguieron.

Ahora el mosto está fermentando y respirando por el ojo superior de las barricas

Una de ellas es de roble, con una capacidad de 225 litros y, la otra, de castaño con 200 litros. Los entendidos prefieren la sidra fermentada en esta última.

El mosto es igual para todos y en esa socialización participaron los asistentes al acontecimiento de tres generaciones. Un episodio entrañable, asociado al mundo clásico de la sidrería y de la dura labor del baserritarra, que hace de este instante de la fabricación de mosto el hito más trascendente del año

Queremos destacar la presencia, en esta fiesta de la manzana, de una parte importante de la familia Erdozia.

El caserío lo presiden dos fotos de la última familia que lo habitó, antes de su traslado a su actual emplazmiento; se trata de la estirpe Erdocia/Salaverria. El aita Serapio, la ama Mikaela.En una foto están los nueve hijos. En la otra la amona Mikaela, con cuatro de sus hijos.

Lucia y Lutxi (hija y nieta de Mikaela) visitan frecuentemente Katxola.

Los hijos de Iciar -de muy niña en las dos fotos- lo hacían por primera vez. Brindaron con el mosto 2018, Iñaki Maiz Erdozia, que tiene el honor de ser la última persona en nacer en el caserío; su hermano Xabier; su hermana Ana; su aita Ramón Maiz (la ama Iciar, ha fallecido). Y sus parejas. 

Con ellos estaban Juan Ignacio Erdocia y su hija Irene. Irene y Juan nos visitan con asiduidad, acompañados de productos de su carnicería que generosamente aportan y que le dan salsa -y sabor- a estas fiestas. Juan Ignacio es hijo de Javier, el hermano anterior a Iciar.

Iñaki volvía al caserío que le vio nacer; comentaba que aquél que recordaba, era mucho más grande. Situaba en el lugar de entonces las habitaciones, los pasillos, el lagar, pero sobre todo se acordaba de la cocina y las escaleras, que eran muy distintas a las actuales, más angostas y en una esquina…

Es un verdadero placer que el caserío Katxola sea un referente de la cultura material de Euskal Herria; testimonio de las familias que lo habitaron, y seña viva de las gentes que lo conocieron y que probaron su sidra.

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