Esta mañana paseando por el Bosque de Miramon hemos visto un roedor trepando por los árboles haciendo piruetas imposibles, volaba de rama en rama, alguna de un par de mm de espesor, y el animalillo de incesivos dientes pesaría unos 300 g, con una longitud de 35 a 45 cm, de la cabeza a la cola.
Era una ardilla, se desplazaba por la floresta con muchísima agilidad, gracias a sus patas posteriores, muy desarrolladas para el salto, y una larga y poblada cola para equilibrarse.
Me ha costado hacerle esta foto. He tenido que apretar el botón al menos cinco veces, mientras Aritz me sujetaba el paraguas.
En la publicada se ve que la ardilla es de hocico corto y las orejas terminan con un llamativo pincel de pelos largos. La coloración de su pelaje es entre rojizo y pardo oscuro, aunque en la foto no se distinga. El color va en función de su edad y del clima y la época del año.
No nos ha sido difícil descubrirla. Ha sido Aritz porque tiene más vista y reflejos que yo. No se paraba quieta y se escondía inmóvil en la cara oculta de los pinos; pero ha debido coger una piña porque se alimenta de sus piñones y esa ha sido la oportunidad para hacerle la instantánea.
El animalito se distribuye por todo el Bosque de Miramon, pero es más visible, al menos para mi, en la bajada hacia la pasarela de acero galvanizado diseñada por Jon. Y es porque en la zona predomina el bosque de coníferas; aunque en el proyecto de Lantxabe y Lur Paisajistak, se introdujo la replantación de un centenar de robles jóvenes, que cada vez son más visibles, aunque crezcan despacio.
Las ardillas son animales diurnos y aunque no hibernan, con mal tiempo pueden pasar varios días inactivas en el interior del nido. Hoy llovía tiernamente y el bicho ha decidido salir en busca de piñones, aunque también puede ingerir insectos, huevos de pajarillos, caracoles,…
Su longevidad es de unos 3 años, aunque su vida media es tan sólo de 6 meses, pues entre el 75 y el 85 % de la población no llega al año de vida. Sus depredadores son las martas y algunas rapaces.
La ardilla de hoy puede ser la fotografiada hace un par de años, cuando empezaron las obras del Bosque de Miramón, o puede ser otra.
Otro enemigo de la ardilla es el frío y la nieve. Un cuento dice que un pajarillo le birlaba a una ardilla la nuez que llevaba escondida en una bola de nieve, dejando al roedor con una vengativa mirada. Eran días de nevadas en todo Donostia.
La escena comenzó poco antes, cuando un cazador (de los numerosos que pasean con sus perros por los caminos del Bosque, senderos que hoy estaban como alfombras), decidió jugar con las ardillas, escondiendo frutos en las bolas de nieve. Luego llegó el pajarillo y dejó a la ardilla con ganas de bronca. Quién sabe, quizá el cazador haya desencadenado sin quererlo una guerra entre especies. Que sirva a los que mandan como metáfora.
También hemos podido observar varios nidos. Nos han llamado la atención los de los cárabos. Son nidos mucho más grandes que los demás porque el cárabo común tiene una voluminosa cabeza, en la que destacan unos enormes y globosos ojos negros, lo que unido a su aspecto rechoncho y robusto, permite diferenciarlo fácilmente del resto de nuestras rapaces nocturnas. Se mimetizan a la perfección con la corteza de los árboles, pero nuestros expertos de Lantxabe los divisan frecuentemente. Los conocen, desde el principio, por su canto. Por eso cuando guían las visitas piden silencio, y no sólo para no provocar el vuelo de estas y otras aves, que anidan en el bosque.
El sonido más característico de la especie es un ululato lastimero, semejante a una risotada, con secuencias repetidas de notas largas alternadas con notas más cortas, transcribible como houuuuu, ho, ho, ho, houuuuu.
Félix
Felicidades por la reseña, paseo con frecuencia por el bosque y me he topado alguna vez con una ardilla y no conocía todos esos detalles.