Escuchando el trino del ruiseñor…

…Entre los cristales verdes del Centro Cultural de Aiete

Algún aliciente extra tiene la novela de Harper Lee ‘Matar a un ruiseñor’, cuando el salón de actos en el que se celebra la tertulia de Lola Arrieta estaba lleno hasta rebosar.

Los propios organizadores se vieron desbordados y los 70 cuadernos que sirven de guía para la velada, ayer, en la Casa de Cultura, hubieron de editarse otros 15 más.

¿Qué alicientes?

Matar a un ruiseñor’ es más que una novela: es un monumento nacional. Se lee en las escuelas y sigue reimprimiéndose, nos informaba la relatora. ‘Atticus es un modelo de padre, de abogado, de ciudadano’ decían las lectoras y lectores. El libro, está lleno de consejos para la vida práctica (“Nunca entenderás a una persona de verdad hasta que veas las cosas desde su punto de vista…, hasta que te metas en su piel y camines dentro de ella”), es un manual ético, una Biblia cívica. ‘Lo que más aprecio de la novela es la empatía que la impregna’, repetía Manuel Díaz de Rábago

Otro aliciente es la forma de presentar la tertulia y el debate que construye Lola, su forma magistral componer el relato y, como consecuencia, la cantidad de seguidoras y seguidores que reúne, mes a mes, desde hace años.

Por otra parte, era la primera reunión del año, hacía frío pero la tarde estaba soleada, los jardines del palacio son una gozada y la Casa de Cultura es un recinto ideal; a la gente nos gusta vernos juntos disfrutando de cosas bellas, de lecturas que hemos compartido, y tardes como las de ayer nos ofrece la mejor oportunidad.

La asistencia salió ampliamente complacida, a lo largo de la velada se fue recreando un formidable ambiente. Lola presentó de forma soberbia la vida en Monroeville, la localidad sureña que inspiró la novela y, en general, el problema del racismo y, más específicamente, el segregacionismo en los paises del sur de EE UU; la compleja biografía de Harper Lee, sus avatares y la relación con Truman Capote y, finalmente, deconstruye el libro de lectura, sus características, su idílico atractivo y amplísimo respaldo popular e institucional.

La ponente fue describiendo como Lee compuso la novela en uno de los peores momentos del terrorismo blanco en Alabama, cuando las noticias de afroamericanos asesinados eran frecuentes. En sus cuadernos-guía suele reproducir un plano de la zona geográfica en la que se ubican libro y/o autora; en esta ocasión, con Alabama en destacado, pudimos ver cómo Monroeville está a una hora y media en coche de la capital del Estado, Montgomery. Allí, el 1 de diciembre de 1955, una mujer afroamericana, Rosa Parks, rechazó ceder su asiento a un hombre blanco, un acto de desobediencia que impulsó el movimiento por los derechos civiles. Manuel fue ampliando detalles de este acontecimiento y de otros similares que limitaban con los hechos jurídicos y constitucionales que se describen o se deducen de la lectura de la novela.

Porque las tertulianas y tertulianos tuvieron la suerte de que el propio Manuel Díaz de Rábago, que presentará la película de esta tarde, ‘Matar a un ruiseñor’ lectura cinematográfica de la novela, estuviera presente en la reunión, a la izquierda de la relatora. Y en muchos momentos complementara la disertación de Lola, como jurista excepcional que es. Para los asistentes Manuel se convirtió, por unas horas, en Atticus

Lola explicó que Harper Lee publicó en 1960 ‘Matar a un ruiseñor’. Poco después se recluyó en su Monroeville y ¿nunca volvió a editar nada?.

Monroeville es un pueblo de 6.500 habitantes en Alabama, en el sur de Estados Unidos y Harper Lee vivió allí hasta 2016 en una residencia de ancianas que se llama The Meadows (las praderas), un edificio modesto de una planta en una calle próxima al centro de Monroeville

Nos contaba Lola que Lee estaba protegida ante el asedio de desconocidos y de periodistas. Por otra parte el nivel de sus entrevistas fue convirtiéndose en rutinario.

La gente que habló en la velada calificó la novela de perfecta, añadiendo no ser críticos literarios, ni expertos; a estos Matar a un ruiseñor, no les parece tan excelente desde el punto de vista literario. La historia se ubica en Maycomb, un lugar ficticio inspirado en Monroeville, durante los años de la segregación racial. Publicada en 1960 y premiada con el Pulitzer, la novela ha vendido más de 30 millones de ejemplares y ha marcado a generaciones de lectores en todo el mundo. La versión cinematográfica, con Gregory Peck de protagonista, ganó tres Oscar en 1963.

En 2007, Harper Lee tuvo un ictus y desde entonces arrastró problemas de oído y visión.

La última parte de la asamblea, ya ganados los presentes como incondicionales de libro y dinamizadores, se dedicó a lo que dijo Churchill comparando Harper Lee y Rusia, ambas son “una adivinanza envuelta en un misterio y en el interior de un enigma”.

En efecto, nos decía Lola -y asentía risueño Manuel- que en febrero de 2015 la editorial Harper Collins anunció que el 14 de julio publicará Go Set a Watchman (Ve, coloca a un centinela), un título sacado del Libro de Isaías en el Antiguo Testamento. La nueva novela se presentó como una secuela de Matar a un ruiseñor, pero en realidad, como nos informó la ponente, fue escrita antes. Tonja Carter, la abogada de Harper Lee, descubrió en otoño de 2014 el manuscrito y se lo mostró a Lee, según un comunicado de la editorial Harper Collins. Estos hechos levantaron suspicacias en el mundo editorial, creativo y periodístico.

Lola nos contó que la relación entre Harper Lee y Monroeville siempre fue incómoda. Matar a un ruiseñor, pese a la mirada benévola de la niña sobre sus conciudadanos, es un retrato implacable de un pueblo racista y clasista. Lee abandonó Alabama en 1949. Nueva York le esperaba. En los años cincuenta trabajó para la compañía aérea Eastern Airlines. Siguió viviendo allí, en un pequeño apartamento en el Upper East Side, aunque cada año pasaba temporadas en Monroeville. Al contrario que su hermana, Alice, una figura apreciada y activa en la comunidad, la señorita Nelle –así la llaman algunos en Monroeville: su nombre completo es Nelle Harper Lee– no se sentía a gusto en el pueblo: lo consideraba un lugar “sofocante”, dice su amigo el historiador Flynt.

Nos decía Lola que en 2013, Lee demandó al Museo del Condado de Monroe, alojado en la sede del viejo juzgado, -teníamos la foto en el cuaderno- por intentar “capitalizar la fama” de la novela y vulnerar sus derechos de autor al vender merchandising inspirado en el libro. Ambas partes llegaron a un acuerdo en 2014, pero es un comportamiento extraño.

Un periodo de bulos y patrañas sobre la salud de la autora, incluida su salud mental. Flynt, el historiador la acompañó durante estos años, cuenta que, en sus conversaciones, la escritora recuerda historias de sus antepasados que participaron en la guerra civil. Que le cuesta oír y sus amigos tienen que escribirle lo que quieren decirle. Pero que no perdió la lucidez mental ni el sentido del humor.

Pasadas las nueve, abandonando la fábrica cultural, nos pareció escuchar el canto del ruiseñor, que no volverá hasta abril, reteníamos lo aprendido en la tertulia, junto a la armonía de sus trinos como cristales sonoros, la voz de la bella noche fresca en los jardines de Aiete

1 comentario en “Escuchando el trino del ruiseñor…”

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