Es una huelga laboral, de estudios, de cuidados y de consumo.
Las mujeres salen a la huelga para combatir la brecha salarial o la desigualdad de las pensiones, para reivindicar el derecho a decidir sobre la maternidad y por eso piden que el cuidado sea una responsabilidad compartida por toda la sociedad
Iniciativas como la de extender los permisos paternales y hacerlos no transferibles son importantes.
Una agenda feminista que avance en la igualdad debería ser apoyada no solo por las mujeres, sus impulsoras, sino también por la mayoría de hombres. Vivir en una sociedad más igualitaria y en la que las personas trabajadoras son más libres para organizar sus vidas son aspiraciones de todas y todos. Es precisamente esto —su voluntad de transformación social sostenida por el impulso de amplias mayorías sociales— lo que hace del feminismo un movimiento tan poderoso y único en nuestros días.
Respecto a la huelga de consumo se pretende dar cuenta de cómo las tareas de aprovisionamiento doméstico caen de manera sistemática sobre las mujeres, así como las tareas de cuidados, cocina, limpieza. Cada día y especialmente el 8 de marzo se quiere mostrar que hay otras formas de consumir, saludables, sostenibles y responsables; basadas en la justicia, la solidaridad y la cooperación.
Las organizaciones convocantes de la Huelga del 8M proponen que ese día se deje de comprar lo innecesario, de consumir energía en exceso, de derrochar alimentos, de utilizar automóviles para desplazarnos, de adquirir productos fabricados por la industria que experimenta con animales, u objetos a los cuales se aplica la “tasa rosa” , de comprar productos sobre-envasados, o de realizar transacciones bancarias, quitar el alimento a un sistema que roba el tiempo de vida y reduce las probabilidades de supervivencia.
Para muchas mujeres la reducción de consumo no es una opción puesto que no pueden poner la calefacción o arreglarse la dentadura. La huelga de consumo también permite reflexionar sobre esto: que los consumos necesarios para vivir respetando la tierra, no pueden ser un lujo, como no queremos que sea un lujo sobrevivir en un planeta de recursos decrecientes.
La venta de ropa, perfumes, coches o palitos de merluza son ocasiones que el mercado no desperdicia para decir a las mujeres dónde ‘tenemos que estar y cómo hemos de comportarnos’. Las imágenes que transmiten, minan la autoestima de las mujeres, tienen como objetivo estimular el consumo de productos de belleza, moda, higiene, etc., en muchos casos tóxicos para el ambiente en su fase de producción y desecho, y tóxicos también para la salud en su fase de consumo.
Después del 8M será necesario mantener estas prácticas: reducir, reutilizar lo que tenemos antes de reciclar, darle una nueva vida, reparar, oponernos a la obsolescencia no sólo de la tecnología, sino también de las modas; intercambiar, compartir, donar, reducir los residuos… Y denunciar cualquier producto cuya producción y distribución no haya respetado los derechos de las personas, del ambiente y de todos los seres vivientes. Esto supone cambiar nuestra forma de consumir y de pensar para convertirnos en agentes activos del cambio, no sólo por motivos ideológicos y éticos, sino también por el placer de compartir y ganar tiempo y calidad de vida al consumir más responsablemente.
En lugar de confundir la felicidad con el poseer, de asimilar la satisfacción personal a la adquisición de bienes y servicios, deseamos visibilizar prácticas de vida y de consumo donde la fuente de satisfacción personal individual y colectiva esté en las relaciones interpersonales, las redes sociales y familiares, en el entendimiento, la solidaridad y la actividad colaborativa.
Esta huelga es una llamada a ese otro consumo, de prácticas justas y sostenibles desde el punto de vista socioambiental: el de los proyectos agroecológicos, el comercio de proximidad, las cooperativas de energía limpia, los grupos de consumo y la economía social, o el transporte colectivo y ecológico.
«La sororidad -lejos de lo que algunas han querido entender- no es un imperativo que consiste en sentir afinidad o simpatía por todas las mujeres por el hecho de que son mujeres, sino una ética, un trabajo de la empatía entre seres humanos encarnados al objeto de poder desarrollar un “nosotras” que pueda desenvolverse políticamente.»