“Músicos que tocan en la calle” tiene una duración de 82 minutos y su tema principal son los músicos que tocan en las calles de Donostia, que son como flores en el asfalto
Es del año 2006 y ese mismo año se presentó en el Zinemaldia. La película se ha convertido también en una reflexión sobre lo que están cambiando nuestras ciudades, una reflexión sobre lo viejo y lo nuevo a través de la música en la calle, sobre lo que se perdió, lo que subsiste y lo que estamos adquiriendo gracias a la llegada de gentes foráneas. En estos momentos, lo antiguo y lo nuevo se mezclan. Es un signo de los tiempos, consecuencia de la evolución de nuestra ciudad y del mestizaje necesario, dado que estamos acogiendo personas de culturas diferentes.
El filme está dedicado a músicos callejeros históricos de Donostia.
Concretamente, a Primi Erostarbe, irrintzilari de Amara; a Agus Ormazabal, que puso música de txistu a tantas movilizaciones; a Txantxillo, modelo de mendigo amable y socialmente aceptado, y a María la Portuguesa, quizá justo lo contrario, que tocaba la flauta.
En este abanico también cabe la Banda de Txistularis.
En la película, además de entrevistas con los protagonistas y sus interpretaciones, existe un hilo conductor, que es la historia del flautista de Hamelín, cuyo mensaje es claro: el músico es un personaje suficientemente importante como para que las autoridades lo contraten de cara a solucionar un problema; pero ese músico necesita que esas autoridades le respeten y cumplan su palabra; si no, terminarán vengándose. En la historia de Hamelín, el flautista se lleva las ratas, pero luego, como no le pagan lo prometido, se lleva también a los niños. La ciudad se queda desolada y, en adelante, la calle por la que se han ido los niños se llamará la calle del Silencio. De ahí el título escogido para la película.
Nota.-
Si de Pello Gutiérrez Peñalba, podemos decir que de “casta le viene al galgo” , Josemi –de tal palo tal astilla– escribió, sobre su aitas “Por influencia de mis padres surgió mi afición al cine. Mi padre era muy aficionado y, junto a otros compañeros, fundó un cine club e, inclusive, llegó a dar alguna conferencia sobre la música en el cine, ya que también tenía una buena colección de discos. Pero estoy convencido de que la influencia mayor fue la de mi madre. El matrimonio iba todos los domingos por la tarde al cine; incluso tenía una especie de abono, con su sitio previamente reservado. Al regresar ellos a casa, los hermanos nos reuníamos alrededor de ama porque nos tenía que contar la película. Por supuesto, si había sido una para mayores adecuaba la narración para nosotros, aún niños. Y tras oír su relato nos íbamos a la cama, con todas las imágenes que nuestra madre nos había transmitido. Tengo que decir que era muy buena narradora. Pienso que en esos momentos puedo colocar mi punto de arranque en el mundo del cine, fundamental en mi vida”.