En la más radiante mañana del año, con el mes de junio irrumpiendo con su gancho habitual, decenas de personas jóvenes fueron acercándose a la cita en el caserío Katxola. La mayoría no conocían el enclave, y el repentino descubrimiento del acogedor rincón, situado sobre el tupido Bosque, con una vista de Donostia al fondo, a lo lejos la Peña de Aia y las Torres de Arbide enfrente, asusta un poco; pero pronto encontraron motivos de conversación, y enseguida, Juanpe Sansinenea, empezó a calentar motores describiendo, como guía de la expedición, los tesoros que se iban a encontrar en el dorado paseo
Habló de la flora y de los dos hitos del Bosque: los robledales de Errotatxo y Erramunene. El árbol que da forma a esta unidad es el roble pedunculado Quercus robur, de preferencia por los terrenos silíceos, de suelo profundo y que se encharcan temporalmente. En el estrato arbóreo del Bosque, además de roble y manzanos, cientos de ellos de reciente plantación, encontramos alisos, fresnos, sauces, avellanos, abedules, castaños y otros
Habló de la fauna. La diversidad de aves en Miramón es especialmente alta. Y abundan las especies de pequeños mamíferos; particularmente apasionante es su papel en este ecosistema.
De la mano de Juanpe se hizo un original recorrido respecto de otros paseos. La meta final fue el robledal de Errotatxo y se volvió por otros senderos y caminos, hasta llegar, a las 12:30 en punto, al caserío Katxola, allí esperaba, dando marcha a trikis y panderos, la formidable -en diversos sentidos-, trikitixa de Maider Lasa. Y esperaba también, y con qué ganas, un buen trago de agua y, después, el disfrute de la sidra embotellada allá por el mes de abril y descorchada por primera vez para la ocasión.