El juego de la toka consiste en el lanzamiento de un disco de hierro, desde una distancia determinada, que debe golpear una barra metálica para hacer tanto.
La gente que el pasado 25 de julio andaba por el paseo de Aiete, a la altura de Etxadi, pudo apreciar que un hombre vestido con buzo sacaba brillo a unos enormes discos pegados a una barra metálica de más de dos metros que tenía trazas de volar. El obrero, encargado de este trabajo era el propio autor, con su tarea conseguía que los reflejos dieran todo el espledor a su obra escultórica TOKA, homenaje a Manual Matxain, en una de las facetas, el juego de la toca, que le hicieron más popular.
Con ese trabajo, Jadiku conseguía que el sol del atardecer, al chocar con la pieza más alta, la que golpea la barra, la que hace tanto, le diera un dorado resplandeciente, como fue la propia vida de Manuel. Jadiku parece que nos quiere invitar a leer con ojos invisibles lo que escultura evoca. La obra nos dice que la capacidad imaginativa del hombre y de la mujer, permite escalar a niveles de realidad que van de lo visible a lo invisible, de lo superficial a lo esencial, y por medio de la analogía relaciona la escultura TOKA, con la acción principal por la que destacó Manuel, y con Matxain el autorreconocimiento del barrio.
No sólo el autor puede ver la estela de la escultura desplazarse hasta el cielo, -él la colocó así, en lugar que está, para que pudiera volar- todas las personas que nos paramos a ver la Toka sentimos su ingravidez.
Entonces es en este punto donde tenemos que hablar del arte, no solo como creación sensible, formal y bella, sino también como mensaje de su contenido, de la reivindicación del ‘Plaza gizon’ que fue Matxain en su fusión con el barrio de Aiete.
Si el arte es un elemento de transmisión, la escultura de Jadiku -seudónimo de Josean Diez de Quevedo- transmite esa intensa relación de Manuel con el popular deporte rural vasco; el autor ha sabido expresar la relación a través de este símbolo. La TOKA evoca el recuerdo de Manuel, actúa como un catalizador de elementos asociados, con el pasado rural del barrio, sus quehaceres, divertimentos y juegos; su plantación en este lugar, en el centro del barrio, entre los jardines del palacio, Etxadi y Bera Bera, nos abre las puertas a la memoria y al despertar, de alguna forma, a la realidad del barrio de hoy, como continuación del barrio de ayer
El poder de la TOKA, la idea que encarna en la escultura, habilita una comunión fundamental entre continente -la obra que quiere volar- y contenido -homenaje a Manuel, recuerdo del pasado del barrio-, entre la forma – seis discos de hierro forjado, y su significativa colocación, pegados a una barra metálica- y el aliento que la anima, la vida de Matxain y la de sus compañeras y compañeros de época, tan bien retratados en las semblanzas del libro de Pedro Berriotxoa, que volvemos a citar
La escultura como vehículo de una idea, como huella material clavada en un claro del Aiete urbano, responde a una creación con la que la vida habitada en el barrio fue construyendo formas propias y reconocibles en la ciudad.
En esa tarea encontraremos también a Lantxabe
Tratando de remembrar el barrio, descosido por la arbitrariedad urbanística, la ambición sin medida de las empresas constructoras y el mal gobierno de la ciudad
Recordando a las personas que han vivido, trabajado y dado a conocer Aiete; evocando su tarea, su compromiso
Tratando de reconstruir el hilo de su historia, conocer el pasado y que su huella se proyecte en la actualidad; recapitulando información como ha hecho Pedro o como se hace en esta web, haciendo memoria.
La TOKA es una manera de reconocimiento de los hitos y los mitos de Aiete