Ana enseña a mirar los cuadros de Murillo y a conocer su época

Ayer por la tarde, en la velada soñada (Centro Cultural Aiete), Ana Sánchez-Lassa, puso Murillo al alcance de los ojos, la cocina de la época en nuestras precavidas papilas gustativas y en la yema de los dedos, la gran y dura Sevilla del siglo XVII.

Ana hablaba de estos asuntos con la pedagogía y sencillez que tienen aquellas personas que conocen a fondo, que viven, que experimentan el asunto del que hablan.

El salón de actos estaba lleno, Ana tiene un batallón de seguidores de su encanto y pedagogía. Nos tiene acostumbrados a charlas documentadas, soportada en proyecciones y cuadros de carácter histórico, geográfico y artístico -es de agradecer la colaboración de las personas técnicas de la Casa de Cultura-; en su sencilla exposición, tarde de ayer, fue iluminando detalles de las obras de Murillo o de los cuadros de la cocina de la época, con una destreza dialéctica que deleitó a la gente que no se perdía los pormenores señalados, ayudada por la penumbra del salón y el punto de luz situado en la pantalla.

El protagonista de la exposición fue Bartolomé Esteban Murillo, más concretamente “La cocina a través de la pintura de Murillo”, título de la Conferencia

Con el magisterio de Ana, recorrimos la pintura de Murillo, los lienzos sobre la Sevilla de la época y la cocina en otros artistas contemporáneos a Murillo; todo ellos agrupado en varios capítulos temáticos (la cocina, el vino, el agua, lo que vino de América…) para facilitar la comprensión global de la exposición de la antigua conservadora del museo de Bellas Artes de Bilbao, y nos mostró como Murillo (Sevilla, 1617-1682) fue uno de los máximos exponentes a la hora de representar tanto los diversos objetos relacionados con la cocina, como los alimentos que se consumían, entre ellos, los llegados del Nuevo Mundo conquistado, que, en su mayoría, entraban por el puerto de Sevilla.

Las pinturas de Murillo, con algunos apoyos en otros artistas de la época, fueron el atractivo hilo conductor que, en esta ocasión, empleó Ana para realizar un recorrido por la cocina y la forma de vida en el siglo XVII, especialmente en Sevilla.

Las personas que decidieron asistir a la conferencia lo hicimos porque no nos podíamos perder la oportunidad de poder ver juntas, de la mano de Sanchez-Lassa, las imágenes de Murillo, ni de acercarnos a la pintura de la Sevilla que había sido el corazón donde palpitaba el mundo, cosmopolita y centro de encuentro de todo el territorio recién conquistado, y diezmada en la época del artista, primero por la atroz peste -su familia quedó diezmada- y la consiguiente decadencia económica.

Lo que más emocionó al público asistente fue la pintura de los desarraigados y desamparados niños, como en “Niño espulgándose”, (Musée du Louvre, París) y “Dos muchachos comiendo melón y uvas”, (Alte Pinakothek, Munich).

Ana nos trasladó a la ciudad de Sevilla entre 1640 y 1682. Murillo, reflejaba en sus cuadros el mundo que le rodea y que la restauradora y conservadora, proyectó en la pantalla del salón: personajes bíblicos, fabulosos pícaros, y su entorno doméstico, muebles, cacharros, utilería; conjunto de piezas de alfarería de basto y loza que Murilló pintó en esos escenarios: cántaros, cantarillas, pucheros, jarras, alcarrazas, platos, pocillos, escudillas, ollerías, utensilios domésticos … que encandilaban a Ana y a sus seguidores.

La obras de Murillo está dispersas por numerosos museos del mundo. Alguna de ellas han podido ser contempladas por los viajeros de Lantxabe (Alte Pinakothek, Munich; el Hermitage, San Petersburgo). Este autor, que traspasó las fronteras antes que Velázquez y sus cuadros alcanzaron precios mayores que los de Tiziano, que pasó a ser poco valorado en el siglo pasado, entendemos ahora por qué en esta época muestra su justo valor.

Ana llamaba la atención por el colorido delicado, refinado, de tonalidades luminosas y transparentes, de técnica ligera estilo vaporoso, en la pintura de Murillo, descuidando el dibujo, aplicando colores degradados y dándole a su colorido un matiz dulzón.

Para acabar la charla de la manera más divertida, Ana proyectó esta esta ‘receta de gato’

Algunos de los cuadros ilustrados por Ana Sánchez-Lassa fueron

Niño espulgándose (Museo de el Loubre) y nos mostró el detalle del cántaro

Vieja comiendo gachas con un chico y un perro

Museo Wallraf-Richartz. Colonia

Murillo vuelve a pintar la jarra de mesa, blanca y picuda de loza trianera, con vidriado estannifero blanco, sobre el que resalta la decoración vegetal verdiazulada hecha con un barniz de cobalto.

Santa Justa

Museo Meadows. Dallas

En el año 287 del siglo III, Justa y Rufina, jóvenes alfareras y cristianas clandestinas de la Hispalis romana, fueron martirizadas por negarse reiteradamente a abandonar su fe. Murillo pintó en dos ocasiones a las populares patronas sevillanas, una juntas y otra, ligeramente anterior, separadas. En este lienzo, emparejado con el de Santa Rufina, su hermana Justa, además de la palma -atributo iconográfico de los mártires cristianos-, sostiene dos piezas: como no se ven completas su identificación es aproximativa… La vasija que vemos delante, al no mostrar asas, se queda en la familia de los cuencos, eso sí, con repulgos, esa especie de pequeñas abolladuras o pellizcos, casi seña de identidad sevillana. La otra pieza, de la que sólo vemos un asa, puede ser una cantarilla de boca ancha, como las fabricadas en Morón de la Frontera.

Santa Rufina

Museo Meadows. Dallas.

En el lienzo del Museo Meadows, que forma pareja con el anterior -también en Dallas-, Murilló pintó a Rufina, la otra alfarera martirizada, sosteniendo dos tallas trianeras para el agua (las llamadas alcarrazas que ya Covarrubias en 1610 describió como «cantarilla con algo de salitre» que, resudando, consigue mantener el agua fresca). En El aguador de Sevilla, de Velázquez, puede verse con más detalle una alcarraza casi gemela de las que aquí muestra la santa hispalense.

Moisés golpeando la roca de Horeb

Hospital de la Caridad (Sevilla).

Consultadas algunas de las numerosas representaciones de este episodio de la vida de Moisés en la historia universal de la pintura, puede decirse que Murillo es uno de los artistas que mayor variedad cacharrera despliega.

Vieja despiojando a un niño

Alte Pinakothek. Múnich

El cántaro arrobero que vemos a la izquierda del perrillo aparece en esta galería en ocho ocasiones más. Murillo lo pintó desde varias perspectivas, siendo ésta una de sus favoritas: de pie, mostrando el perfil de su asa.

Tres muchachos

Dulwich P. Gallery.

En esta equilibrada composición piramidal, Murillo pinta en los dos extremos de su imaginario eje central sus dos piezas favoritas: la jarra trianera vidriada de blanco, abajo en primer plano, y en la cúspide de la pirámide visual, un cántaro sobre el hombro del que algunos estudiosos identifican con Juan, esclavo del pintor. Y que según este supuesto, volvió a servirle de modelo para las Bodas de Caná.

Dos niños jugando a los dados

Academia de Bellas Artes. Viena

Este de Viena es uno de los dos cuadros que se conservan de Murillo en los que se representa a niños jugando a los dados, el otro está en Múnich. En el sucinto bodegón que el pintor sitúa abajo, en primer plano, vemos dentro del cesto de mimbre, ya casi fuera del lienzo, lo que parece ser una jarra de «blanco Triana», en la que se adivina el motivo vegetal que la decora.

Niños jugando a los dados

Alte Pinakothek. Múnich.

Abajo, a la izquierda, apoyada en la vieja cesta de mimbre, una cantarilla pequeña con la boca rota.

Las bodas de Caná

The Barber Institute. Birmingham

Murillo pinta en plateados tonos grises o dorados vidriados las «seis tinajas de piedra» que enuncia San Juan (Jn 2.1-12) en su relato de las Bodas de Caná. De aquí que ni el color a basto barro cocido, propio de los cántaros béticos, ni las formas, en este cuadro más sofisticadas y ‘orientales’, coincidan con el conjunto de piezas alfareras habituales en su pintura. También resulta curioso, si no enigmático, que pinte un séptimo cántaro, éste más sevillano, en brazos del personaje que abre -o cierra- la composición, a la derecha.

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