Hoy, jueves 28, Iñaki Zuloaga y la Masonería en Aiete

La cita es en el Centro Cultural a las 19:00

Por su parte, Lantxabe, que comparte con Zuloaga los trabajos del Consejo Social de la Memoria Histórica de Donostia, quiere poner de relieve la dimensión humana de la masonería

La metáfora masónica al respecto es bellísima: masón es una palabra francesa que significa cantero (en inglés se escribe maçon); dicen de si mismos “somos piedras brutas que sometidas a las herramientas de los masones, de los canteros, se pueden convertir en piedras cúbicas con las que crear la catedral de la humanidad, una humanidad mejor”. De ahí viene toda la simbología de la escuadra, el compás… La masonería siempre trabaja por la mejora material, intelectual y moral del ser humano. Y a través de ese simbolismo, de las herramientas que se te van dando, van trabajando diferentes partes de uno mismo, van mejorando personalmente. Porque el objetivo es mejorarse a uno mismo para transmitírselo a la sociedad.

La gente que se anime a acudir a esta interesantísima conferencia debe saber que no fue hasta enero de 2016 cuando el Colegio de Abogados de Madrid rehabilitó la memoria de 61 de sus colegiados, expulsados del colegio en 1939. El acuerdo intenta “cerrar heridas que jamás deberían haberse producido”, decía en su comunicado. Entre los rehabilitados estaba lo más granado del foro nacional en aquellos años, todos fallecidos, algunos ante el pelotón de fusilamiento, la mayoría en el exilio, sin poder regresar a España. He aquí algunos nombres: Jiménez de Asúa, Miguel Maura, Álvaro de Albornoz, Eduardo Ortega y Gasset, Ángel Ossorio y Gallardo, Ángel Galarza, Manuel de Irujo, Victoria Kent, Pedro Rico, Manuel Azaña, Augusto Barcia, José Bergamín, José Prat, Niceto Alcalá-Zamora, Demófilo de Buen.…

O que, en otoño de 1958 en el palacio del Pardo, en Madrid. Dos senadores y un alto militar estadounidenses, recibidos por el sanguinario Francisco Franco, sondean al dictador sobre sus intenciones ante una más que probable visita a España del presidente de Estados Unidos, el general Dwight D. Eisenhower. ¿Cómo sería recibido, con qué garantías, con qué intenciones? El tirano se explaya, eufórico: Hay que exterminar la subversión comunista, quiere ayudar a Estados Unidos en su combate contra la Unión Soviética, aspira a afianzarse como reserva espiritual de Occidente, hay que acabar con la masonería… Un senador le corta: “Señor, el presidente Eisenhower es protestante, yo soy masón y mi colega en el Senado es judío. Los tres estaríamos en la cárcel en este país”. El relato de esta entrevista lo hizo, años después, el político y escritor Gore Vidal, hijo del militar Eugene Vidal -presente en la cita- y nieto de otro senador de EEUU, Thomas P. Gore.

Un nuevo testimonio. La transición hacia la democracia fue lenta entre 1975 a 1982, sobre todo para la masonería. Recuperadas todas las libertades que definen a un Estado moderno, los masones tuvieron que acudir a los tribunales para recuperar la suya. El Ministerio del Interior les denegó dos veces la inscripción en el registro de asociaciones, que ganaron en mayo 1979 mediante una severa sentencia de de la Audiencia Nacional. El ministro que avaló la decisión de marginar a los masones fue Rodolfo Martín Villa (en el cargo entre julio de 1976 a abril de 1979), aunque el pleito se sustanció siendo ministro el teniente general Antonio Ibáñez Freire, condecorado antes con la Cruz de Hierro por sus actos de servicio a Hitler en la División Azul.

Notas para la memoria reparadora

La masonería española fue numerosa y poderosa. Sólo en la primera legislatura de la II República se sentaron en las Cortes 135 diputados del Grande Oriente y 16 de la Gran Logia, o sea, 151 sobre 470 parlamentarios. Fue, con mucho, la minoría más numerosa. Con alguna razón se dijo que la República fue en gran medida una operación masónica. Masones fueron seis presidentes del Consejo de Ministros (Manuel Azaña, Francisco Casares, Diego Martínez Barrio, Manuel Portela, Ricardo Samper y Alejandro Lerroux), 20 ministros y 14 subsecretarios. Y masones eran 21 generales, entre ellos Miguel Cabanellas (participó en el golpe de estado del 36 y es uno de los protagonistas del film de Amenabar “Hasta que dure la guerra”).

La fuerza de la masonería no era una excepción en Europa y América. Cuando la humanidad acabó con la intolerancia de todo tipo, sobre todo la religiosa, y se impuso la Ilustración en el llamado Siglo de las Luces, el XVIII, los masones se multiplicaron. Lo fueron, por ejemplo, los grandes libertadores americanos, el cubano José Martí, los estadounidenses George Washington y Benjamin Franklin, el venezolano Simón Bolivar, el mexicano Benito Juárez, y también Napoleón Bonaparte, Abraham Lincoln, Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, sin hablar de grandes pensadores, compositores como Mozart, artistas y escritores

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