De las cuatro acepciones para el adjetivo «fantástico-a» que recoge el Diccionario de la Real Academia Española, las dos primeras remiten a un distanciamiento respecto a la realidad, aludiendo a algo que no existe y entroncando con la fantasía entendida como representación.
Fantástico se puede traducir como quimérico, fingido, que no tiene realidad y consiste solo en la imaginación.
Existen otras interpretaciones como la de presuntuoso y entonado o magnífico, excelente.
Hemos leído (Pere Parramon) que el adjetivo «fantástico», viene del latín tardío phantastĭcus, y este, a su vez, del griego phantastikós, derivado del sustantivo «fantasía».
Si usamos la palabra «fantástico» como atributo para «arte», podríamos decir que todo arte es fantástico en tanto ofrece imágenes previamente inexistentes, no serviría para distinguir el arte fantástico de cualquier otra forma arte. Lo particular del «arte fantástico» consiste en la aparición en la obra de una alteridad disonante con el concepto de realidad
Tras la caída del Imperio romano de Occidente, el bajo latín añade a la palabra phantasĭa un matiz moral, el de la vanidad, de modo que «fantasía» pasa a designar también aquello que la cosmovisión cristiana imperante considera moralmente superfluo.
El arte europeo de entreguerras emplea la expresión «realismo mágico» para denominar esta modalidad de representación; los artistas enredados en este reportaje relacionados con lo fantástico plantean visiones peculiares de la realidad, la manipulan y distorsionan, introducen elementos impactantes que inquietan y desarrollan una estética alternativa creando conceptos con sus imágenes que nos hacen reflexionar sobre el ser humano y las turbulencias del mundo actual.
La colección presentada, escaneada del libro
quizás nos lleven a colocar sobre cada obra insospechadas escenas del presente