Vivir en la incertidumbre

Aiende S. Jiménez entrevista Enrique Echeburua, Catedrático de Psicología Clínica

Enrique es Premio Euskadi de Investigación en 2017, vecino del barrio, vive en Bera-Bera, es frecuente verle con Paz, su compañera de vida y profesión, en las actividades que se organizan en Aiete, en Katxola

El 16 de febrero de 2010, impartió en el Topaleku, una conferencia sobre “el alcoholismo: ¿qué es y qué se puede hacer?”, que luego ha tenido más de mil consultas en esta web

Echeburua destaca, en esta entrevista, que la «capacidad» del ser humano para «adaptarse a las circunstancias difíciles» ha sido clave para superar la crisis

Diario Vasco, Domingo, 5 julio 2020

La crisis sanitaria por el coronavirus ha supuesto un fuerte impacto psicológico y emocional para la población, que ahora debe acostumbrarse además a una serie de medidas de seguridad e incorporarlas a su día a día para evitar el contagio de un virus que sigue activo y para el que por el momento no hay vacuna. No obstante, Enrique Echeburua, catedrático de Psicología Clínica de la UPV/EHU, confía en la capacidad de adaptación del ser humano y no cree que esta pandemia vaya a tener consecuencias en la salud mental de la sociedad de una forma generalizada.

– Crisis sanitaria, confinamiento, miles de muertes… ¿Estábamos preparados para algo así?

– No estábamos preparados para un acontecimiento de este calibre a escala mundial, pero los seres humanos tenemos una capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias que es mucho mayor de lo que creemos. Generaciones anteriores han superado guerras y se han adaptado a convivir con esas circunstancias. Además, tras un periodo de crisis, de reajuste y de adaptación, tendemos a volver a nuestra situación anterior, siempre que esta situación no se cronifique, para lo que no tenemos una bola de cristal que predice el futuro.

– Pero la peculiaridad de esta crisis es que no sabíamos qué iba a pasar. Tampoco ahora tenemos esa seguridad.

– Esta pandemia nos va a enseñar algo muy importante que nos va a generar cierta ansiedad y es que tenemos que aprender a vivir en la incertidumbre. Se trata de un fenómeno generalizado que ha tenido un impacto muy grande, porque no se ha limitado a España o a Europa, ha sido global. Parece que las epidemias eran cosa de la Edad Media o que solo se daban en países subdesarrollados, lejos de nosotros. Pero esto ha afectado al núcleo de los países más evolucionados, y eso nos hace vivir en la incertidumbre, no solo por la falta de vacuna, sino porque los científicos nos alertan de que nos pueden venir otras pandemias en los próximos años.

– Nos sentíamos invencibles y nos hemos dado cuenta de nuestra fragilidad.

– Efectivamente. La sensación de omnipotencia del ser humano de Occidente va a disminuir, porque nos hemos visto vulnerables. Además, debemos adoptar un cambio de hábitos y medidas sanitarias y eso nos genera un cierto grado de inseguridad. Insisto en que vamos a tener que incorporar a nuestro repertorio de conductas el hecho de vivir en la incertidumbre, no solo por el virus, sino también por la situación económica, en la que muchas personas no saben si van a conservar su trabajo o si sus condiciones se van a ver afectadas. Pero soy optimista y confío en los recursos que tenemos los seres humanos para adaptarnos a las circunstancias difíciles.

– ¿Va a cambiar nuestro estilo de vida?

– Nuestra forma de entenderla no va a cambiar. Sí adquiriremos nuevos hábitos, sobre todo dependiendo de cómo se desarrollen los acontecimientos, como el teletrabajo o la forma que tenemos de mostrar afecto. Serán pequeños cambios, pero no un cambio de vida drástico. Al final ha sido un periodo de tres meses, que es muy corto dentro de toda una vida.

– ¿Qué opina de quienes afirman que después de esta crisis seremos una sociedad mejor?

– Este tipo de fenómenos sacan lo mejor y lo peor del ser humano. Las personas aprendemos de nuestras experiencias, pero tenemos hábitos sobreaprendidos. Si alguien tiene conductas egoístas no va a cambiar por dos o tres meses de crisis. Si una persona es generosa, lo seguirá siendo. Pienso que volveremos a retomar nuestros hábitos. Solo hay que fijarse en las terrazas de los bares.

– Pero algo habremos aprendido. ¿Qué saca de positivo de todo lo vivido hasta ahora?

– Muchas cosas, pero lo que me parece más destacable es que esta crisis va a justificar el que se invierta más dinero en sanidad y en investigación. Además, la sociedad pide que se dé respuesta a los problemas que surgen, para lo que va a ser necesario que los equipos de investigación realicen un trabajo en red con otros países, con una apertura mayor a la que existe.

– ¿Y cuáles han sido los aspectos negativos?

– Principalmente, la crispación política, que me ha parecido lamentable. No han estado a la altura de la ciudadanía, que ha sido solidaria y responsable en general. Las personas esperaban que en ese terreno, el de la salud, estuviesen unidos. También la situación de la Unión Europea, que me parece que ha quedado debilitada porque ha sido el sálvese quien pueda en cada país.

– ¿Qué secuelas pueden quedar en aquellos que han perdido a un ser querido por Covid?

– A corto plazo pueden tener problemas de ansiedad e irritabilidad, y a medio plazo, cuando no han podido despedirse de ellos, acompañarles al entierro o celebrar un funeral, algunos pueden experimentar el duelo patológico, con tristeza profunda, sentimientos de apatía y percepción de injusticia por lo que ha ocurrido. Esto sucede en personas vulnerables, que ya sufrían algún grado de depresión, cuyos recursos psicológicos no le son suficientes para sobrellevarlo.

– ¿Qué hay de aquellos que han logrado superar el virus?

– Pueden darse dos casos. Los que pueden tener un trastorno de estrés postraumático, que se produce cuando una persona ve en peligro su vida y se ve desbordada con sus recursos psicológicos para hacer frente a ese nivel de malestar. Estos pueden sufrir pesadillas involuntarias y frecuentes en relación con lo que han vivido, lo cual será más probable en personas inestables emocionalmente. Por otro lado, otros lo pueden vivir de forma positiva, lo que llamamos el crecimiento postraumático. Tendrán esa sensación de que han vuelto a nacer y desarrollarán una sensibilidad especial para disfrutar de los pequeños momentos de la vida.

– Los sanitarios han sufrido las desgraciadas consecuencias de esta crisis en primera persona y viven pendientes de una posible oleada. ¿Tendrán la fortaleza mental y física suficiente?

– Habrá habido médicos que hayan tenido poco descanso, que se hayan sentido desbordados por el numero de muertes o situaciones trágicas y que hayan sufrido estrés postraumático. Lo que conocemos como el síndrome del ‘burn out’. Un médico está acostumbrado al fenómeno de la muerte, pero puede explotar cuando estas tienen este carácter trágico porque son muchas simultáneamente o porque se siente impotente porque no tiene medios. No obstante, la del sanitario es una profesión vocacional, entre ellos ha funcionado mucho la cohesión grupal y también han captado el agradecimiento de la población.

– ¿Cómo reaccionaríamos ante otro confinamiento?

– Va a depender de la duración del mismo, porque si no es una situación prolongada no tiene porque haber unas repercusiones psicológicas especialmente negativas. Lo bueno es que en este confinamiento hemos aprendido cosas y que no ha habido fallos en la cadena de abastecimientos, lo cual da un nivel enorme de tranquilidad.

– Después de las lecciones aprendidas, ¿cuáles son los retos que se plantean a futuro?

– Hay que replantearse seriamente el funcionamiento de las residencias de ancianos. El porcentaje de muertes en estas ha sido tremendo y hay algo que ha fallado. Es verdad que una residencia de ancianos no tiene que ser un centro hospitalario, pero habrá otras fórmulas que se puedan aplicar. Por no mencionar la discriminación que se ha dado hacia los mayores, cuando ellos han contribuido a levantar esta sociedad. Por otro lado, creo que se deben potenciar los comités de bioética que ya existen. Un médico de UCI que tiene que decidir qué paciente ingresa y cuál muere porque no tiene camas suficientes tiene que tener un criterio claro de cómo actuar.

– Se habla de un posible aumento de las personas que acuden a consulta psicológica. ¿Qué opina?

– Lo más probable es que se den descompensaciones en personas previamente en tratamiento cuya patología se haya agravado. Pero no preveo que haya unos cambios de comportamiento y un aumento de problemas psicológicos especiales.

– ¿Qué tipo de descompensaciones?

– En el caso de personas con depresión esta se ha podido agudizar. O en personas adictas al juego, que al no poder acudir a una máquina tragaperras han caído en el juego y las apuestas online. De hecho, personas que no eran adictas han generado una dependencia al juego online o a las redes sociales como recurso al aburrimiento durante el confinamiento, que también ha provocado fobias.

– ¿Como cuáles?

– La más recurrente es la del miedo a salir a la calle, especialmente entre las personas mayores, lo cual resulta chocante después de meses de encierro. Otra más peligrosa ha sido la del miedo a ir al médico, al centro de salud. Ha habido personas con problemas importantes que por evitar esa situación han acabado desarrollando síntomas más graves y por tanto con mucho peor pronóstico.

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