No podemos evitarlo, cada vez que recorremos la acera del paseo de Aiete, sentimos esa emoción social que llaman vergüenza ajena. Es por el “minigorri”, esa franjita roja pintada en la acera de la orilla del paseo de Aiete, una acera ligeramente elevada y mal enlosada, situada encima de las villas de Montealai. La vergüenza ajena se convierte en escándalo porque, además, las ramas y maleza que procede de esas villas cae en cascada sobre lo rojo de la acera. Y Parques y Jardines se empeña en no podar porque lo tiene que hacer ‘la propiedad’ que se llama andanas. Por esa vereda no pueden circular los ciclistas ¡Qué despropósito!
La vergüenza ajena más intensa se reserva para la gente a la que le resbala todo y se cree muy importante. Parecen no sentir la vergüenza que deberían. El escarnio es doble: tanto por cometer un error como por no reconocerlo.