Maite ditut/ maite/ geure bazterrak/ lanbroak/ izkutatzen dizkidanean…
No domino el euskara (belarriprest naiz eta ahobizi pixka bat ere bai) pero disfruto mucho oyendo a Mikel Laboa cuando canta el bello poema de Artze “Gure bazterrak”.
Son tiempos de niebla, oportuna metáfora de la incertidumbre, donde los colores, las formas se difuminan y nos convertimos en sombras caminantes e irreconocibles detrás de nuestras mascarillas. Vivir en ella es también uno de los síntomas de los que algunos llaman el síndrome de la fatiga pandémica y que con mayor o menor intensidad la sufrimos todas, pero que al mismo tiempo nos ayuda a descubrir esos rincones ocultos que hasta ahora desconocíamos de nosotros mismos. Unos positivos, otros negativos pero que nos ayudan, si no a ser mejores, sí al menos distintos
Acertado título. Una buena ocasión para recordar de dónde venimos y a dónde queremos llegar. Las cosas nunca son blancas ni negras, adquieren diferentes tonos según el punto de vista y el tema y el proceso de normalización del Euskera no es una excepción. Para unos pocos, las cosas han ido demasiado lejos y, según dicen, no se justifica el esfuerzo económico y social que conlleva. Para otros, estamos a mil leguas del objetivo propuesto. Y otros, finalmente, desprecian los avances que se han producido y no ven más que dejadez, renuncia y falta de compromiso. Discrepo, al igual que la mayoría de la sociedad vasca; y me atrevo a decir que, a pesar de las dificultades y carencias que existen, no somos aún conscientes de los avances que en estos escasos 40 años se han producido. El uso del euskera se ha extendido de forma impresionante y hoy no se encuentra, ni de lejos, en agónica situación. Su habla ha llegado a todos los ámbitos de nuestra vida, se ha generalizado en la enseñanza y ha adquirido un protagonismo patente en nuestra sociedad. Se habla de forma natural y espontánea en cada vez más hogares, en la calle, en el deporte o en medios de comunicación y es la lengua en la que una parte importante de la creación cultural vasca se expresa en la literatura, la música, el teatro, el audiovisual o las nuevas tecnologías digitales de la comunicación. Una nueva generación, plurilingüe, con dominio del euskera, ha llegado a la política, al ámbito institucional, a la dirección de empresas y sindicatos, al deporte, al comercio, la banca o la hostelería, a la docencia y la ciencia, a la universidad y la formación profesional, y ha convertido el euskera en un elemento ineludible de nuestro paisaje lingüístico y nuestra convivencia. Con mayor o menor intensidad, el euskera está hoy presente en muchos ámbitos en los que su eco era imperceptible hasta hace pocos años.
Maite ditut/ maite/ geure bazterrak/ lanbroak/ izkutatzen dizkidanean…
No domino el euskara (belarriprest naiz eta ahobizi pixka bat ere bai) pero disfruto mucho oyendo a Mikel Laboa cuando canta el bello poema de Artze “Gure bazterrak”.
Son tiempos de niebla, oportuna metáfora de la incertidumbre, donde los colores, las formas se difuminan y nos convertimos en sombras caminantes e irreconocibles detrás de nuestras mascarillas. Vivir en ella es también uno de los síntomas de los que algunos llaman el síndrome de la fatiga pandémica y que con mayor o menor intensidad la sufrimos todas, pero que al mismo tiempo nos ayuda a descubrir esos rincones ocultos que hasta ahora desconocíamos de nosotros mismos. Unos positivos, otros negativos pero que nos ayudan, si no a ser mejores, sí al menos distintos
Acertado título. Una buena ocasión para recordar de dónde venimos y a dónde queremos llegar. Las cosas nunca son blancas ni negras, adquieren diferentes tonos según el punto de vista y el tema y el proceso de normalización del Euskera no es una excepción. Para unos pocos, las cosas han ido demasiado lejos y, según dicen, no se justifica el esfuerzo económico y social que conlleva. Para otros, estamos a mil leguas del objetivo propuesto. Y otros, finalmente, desprecian los avances que se han producido y no ven más que dejadez, renuncia y falta de compromiso. Discrepo, al igual que la mayoría de la sociedad vasca; y me atrevo a decir que, a pesar de las dificultades y carencias que existen, no somos aún conscientes de los avances que en estos escasos 40 años se han producido. El uso del euskera se ha extendido de forma impresionante y hoy no se encuentra, ni de lejos, en agónica situación. Su habla ha llegado a todos los ámbitos de nuestra vida, se ha generalizado en la enseñanza y ha adquirido un protagonismo patente en nuestra sociedad. Se habla de forma natural y espontánea en cada vez más hogares, en la calle, en el deporte o en medios de comunicación y es la lengua en la que una parte importante de la creación cultural vasca se expresa en la literatura, la música, el teatro, el audiovisual o las nuevas tecnologías digitales de la comunicación. Una nueva generación, plurilingüe, con dominio del euskera, ha llegado a la política, al ámbito institucional, a la dirección de empresas y sindicatos, al deporte, al comercio, la banca o la hostelería, a la docencia y la ciencia, a la universidad y la formación profesional, y ha convertido el euskera en un elemento ineludible de nuestro paisaje lingüístico y nuestra convivencia. Con mayor o menor intensidad, el euskera está hoy presente en muchos ámbitos en los que su eco era imperceptible hasta hace pocos años.